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La isla de las almas perdidas

Terror. Ciencia ficción. Fantástico. Aventuras En una isla remota, el doctor Moreau (Charles Laughton), un científico un tanto desequilibrado, lleva a cabo extraños experimentos con animales. Su objetivo es transformarlos en seres humanos. Adaptación libre de la novela "La isla del doctor Moreau", escrita por H.G. Wells. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
22 de enero de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fascinante. Maravillosa. La mejor adaptación fílmica de la novela de H.G. Wells. Un inteligente y prometedor Erle C. Kenton, que nada tenía que envidiar a James Whale, aprovechó de la mejor manera posible lo que enseñó el Expresionismo Alemán a Hollywood en cuanto a fotografía, magníficos primeros planos, ambientación opresiva y persecuciones nocturnas por una selva de plató y sin embargo, convincente. Transmitió ese terror primigenio a la noche, a la naturaleza y a los monstruos. Un filme entroncado con los clásicos de terror de la Universal, pero también con "King Kong", "El malvado Zaroff" o con "Freaks". ¡que magníficos son las películas de terror de los años 30!

Una isla sumida en las tinieblas, con un castillo donde un Mad Doctor se atreve a intentar evolucionar a las especies y desafiar al Creador, como ya hizo Victor Frankenstein, con el mismo funesto resultado. Una isla poblada de seres extraños, aterradores, deformes.

Un filme de terror que aún impresiona, con un impresionante Charles Laughton como el temible e inhumano Doctor Moureau. Una delicia para el degustador del buen cine.
Quinto Sertorio
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5 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las versiones cinematográficas que se han realizado sobre la novela de H.G. Wells “La isla del doctor Moreau”, me he decantado por esta primera versión de 1932, sin duda la mejor, dirigida por Erle C. Kenton.

La película tiene como protagonista al doctor Moreau (Charles Laughton), un “mad doctor” que tiene sus instalaciones en una isla desconocida por la cartografía. Se dedica a experimentar con animales para convertirlos en humanos, acelerando el tiempo evolutivo natural. Megalómano y prepotente, se considera así mismo Dios y somete a sus criaturas a una férrea ley de obediencia incondicional.

En tan sólo 70 minutos disfrutamos de todo un ejercicio de estilo narrativo y de fuerza visual, con un ritmo que pocas películas ofrecían en la época. Su desarrollo va in crescendo, aumentando paulatinamente el interés y el dramatismo hasta culminar con unas más que notables escenas finales. El alma de la película reside en la interpretación de Charles Laughton, quien borda su papel de “mad doctor”, con unos registros siniestros e inquietantes que son más notorios por la buena fotografía y los juegos de luces y sombras. El blanco inmaculado de su traje contrasta con lo oscuro de sus pensamientos e ideas.

En una época en la que la Universal tenía el monopolio del cine fantástico con sus “dráculas” y “frankensteins”, la Paramount supo aprovechar la oportunidad y elaboró una película notable, permitiéndose incluso el lujo de tener en sus filas al inolvidable Bela Lugosi, casi irreconocible en un “bestial” papel secundario. Muy recomendable.
Richy
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28 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El espeluznante paraje de la isla del Pacífico donde instaló H.G. Wells al doctor Moreau no podía ser habitado con mayor derecho por alguien distinto a C. Laughton.
Su arrolladora personalidad, su impecable presencia de actor fundamental, su empaque, su desenvoltura y esa naturalidad con la que trabaja el papel le acreditan para el cargo.

La película, estrenada en 1932, es un extraordinario hallazgo.
Directa y sencilla, clara, contundente y muy bien dirigida por E.C. Kenton.

El argumento se desarrolla con fluidez, la trama evoluciona como por ensalmo, todos los elementos van ocupando su lugar a medida que el metraje avanza y el espectador, entre espantado e incrédulo, se agarra con fuerza a los brazos de su butaca.
ABSENTA
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8 de septiembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra Maestra del cine fantástico y una de mis favoritas de la década de los 30, junto a otras como “King Kong” y “Freaks”. Adapta el clásico “La isla del Doctor Moreau” (me gusta más el título de esta peli) aunque, por alguna razón y pese a su genialidad, sigue siendo una película como “semi-desconocida”. Kenton dirige con gran ritmo y planificación, aprovechando estupenda e inquietantemente las sombras de selva y cuevas; y un inconmensurable Charles Laughton ofrece un Moreau refinadamente perverso, mientras un half man/half beast Bela Lugosi grita un clásico “What is the Law?”. Quizás sorprenda para alguien que se acerca a un fantástico tan distante pensando en “eran muy inocentonas” lo que acaba viendo, pero como la peli es un pre-Código Hays tenemos, entre otras cosas, vivisecciones, relaciones inter-especies (bestialismo), líbido sexual y violaciones (atención a los primerísimos planos de libidinosos y babeantes rostros masculinos observando a las mujeres); todo el conjunto con una malignidad figurativa evidente en su tono gritty (quizás me he respondido a lo de su escasa fama). Al parecer H.G.Wells no quedó contento con el film por su tendencia “excesiva” al género terror que, supuestamente, distraía de los temas. Solo decir que no estoy de acuerdo con la conclusión del escritor.
Ambu
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30 de noviembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la asombrosa pluma de H.G. Wells que ha servido de inagotable fuente al género fantástico, posiblemente "La isla del Doctor Moreau" sea la que menos satisfacciones ha deparado en la gran pantalla.

Aún así, esta versión de los años 30 tiene un encanto especial en la forma un tanto inocente de representar a esos seres deformes que pueblan la isla, despertando en el espectador una mezcla de repulsa y curiosa fascinación. Está contada en apenas poco más de una hora sin que notemos por ello un ritmo acelerado o contenga elipsis abruptas, pero en cambio sí adolece de una falta de profundidad en muchos de los personajes principales.

Sin lugar a dudas la mayor baza de la película recae en Charles Laughton, colosal actor capaz de elevar el nivel artístico de cualquier producción en la que participase. El personaje principal se ajusta al perfil de villano de este tipo de historias, el científico controvertido que se aleja de la civilización para proseguir con sus experimentos cuestionables por el resto de la comunidad científica, y que ha perdido las referencias éticas y morales sobre los pacientes a los que aplica sus estudios. Lejos de interpretar a un hombre histriónico, desquiciado o cegado por la locura, su Doctor Moreau es cordial, incluso hospitalario, reflexivo y consciente de su inteligencia, educado y culto, y prácticamente no pierde nunca la compostura ni en los momentos de tensión. Su presencia en la pantalla impone porque es la de un hombre que acepta su responsabilidad sobre lo que hace, y se muestra inflexible en llevar a cabo sus ideas aunque choquen con lo racional. Llega incluso a compararse alguna vez con un dios capaz de crear vida o modificarla, y se muestra orgulloso de esa don divino. Son los villanos que inspiran más temor porque no se arrepienten de lo que hacen siendo conscientes de las consecuencias. Tres años más tarde Laughton encarnaría a otro villano memorable como el capitán Bligh del "Motín de la Bounty" de Frank Lloyd, actuaciones brillantes en papeles desagradables a cargo de un actor sublime.

Erle C. Kenton fue un director de lo que hoy se denominaría "perfil bajo", capaz de sacar adelante los proyectos con oficio pero sin insuflarles una marcada personalidad, se especializó siempre en proyectos de bajo presupuesto sobre todo del fantástico y comedias livianas. Es algo de lo que se resiente el filme, si bien resulta interesante y tiene su encanto, quizás en manos de otro realizador con más talento se habría obtenido una película más poderosa.

Al igual que ocurre con "Soy leyenda" de Richard Matheson, creo que de "La isla del Doctor Moreau" no se ha hecho aún la versión definitiva. Mientras la esperamos, visitar esa isla y encontrarnos con Charles Laughton puede ir sirviendo de consuelo.
Orson_
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