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El chico

Comedia. Drama Una mujer de escasos recursos (Edna Purviance), ha tenido un hijo siendo soltera, y al sentirse abandonada por el padre del niño, decide también ella abandonar al bebé, con la esperanza de que una familia rica lo coja en adopción. Pero el pequeño terminará en manos de un vagabundo (Charles Chaplin), quien pronto se encariñará con él y decidirá sacarlo adelante como sea. Cuando el niño, llamado ahora John (Jackie Coogan) llega a los ... [+]
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Críticas 132
Críticas ordenadas por utilidad
16 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta fue la segunda película que vi del gran Charles Chaplin y menuda joya, perfecta, con toques de humor y drama en su perfecta medida. Nos muestra a un Chaplin paternal y muy tierno, película que recomiendo a todo el mundo y sobretodo a quien esté muy interesado en la filmografía de este espléndido cineasta.
Aplaudir también la labor del pequeño y entrañable Jackie Coogan que lo hace genial.
El sentimiento paternal es algo que nace desde lo más profundo del alma, no importa si el niño es biológico o no.
Preciosa joya y justo y maravilloso final.
GirlBad97
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30 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de esta obra entraña una dificultad mayúscula. The Kid es, a fin de cuentas, una de las películas más conocidas y más queridas de Charles Chaplin, si no la más, así que, por supuesto, se ha escrito extensamente al respecto y además es una de esas muy pero que muy vistas (aunque sospecho que también es una de aquellas que todo mundo dice haber visto, a pesar de ser mentira, por pura vergüenza cultural). No podría señalar todas las razones por las que eso es así, pero sí puedo asegurar que no es gratuito. The Kid posee, en concentraciones gigantescas, esa magia emocional tan reconocible del cine de Chaplin, y quizá se destaque de otras obras porque aquí ese elemento emocional es el eje absoluto. En otras de sus películas puede haber una primacía del discurso ético, político y social; en algunas otras, en cambio, la atención puede estar especialmente dirigida a la comedia física a través de la sucesión causal de gags de esa manera elegante y rítmica que tan condenadamente bien dominaba el artista inglés. Pero aquí, aunque ambas cosas están presentes y tienen una fuerza notoria, resalta una clara intensión, de punta a punta, de apelar a las emociones del espectador, cosa que queda clara desde el mismísimo inicio del largometraje cuando se declara en los títulos de apertura que esta es “A picture with a smile and perhaps, a tear”. Todo lo demás, pues, crece como una vid alrededor de la estructura dramática emotiva y poderosa.
Con más de cincuenta producciones a sus espaldas, para cuando Chaplin realiza The Kid ya es un artista cinematográfico curtido, un maestro relojero que conoce como pocos los mecanismos para convertir a los espectadores en títeres emocionales que se entregan a sus películas fascinados. Yo volví a ver esta maravilla, para escribir estas líneas, 94 años después de su estreno, y como las demás veces que la he visto, quedé fascinado y con el corazón sumergido en esa dulce, espesa y rara felicidad nostálgica propia de cosas tan poderosas como los abrazos maternos, los regresos a las esquinas de la infancia y las caricias enamoradas.
Todo el poder de este largometraje empieza aquí con el delicado retrato de unos bajos fondos presentados mediante una miseria llena de dignidad. Como es sello común de Chaplin, en esta película la pobreza no despierta repudio, sino, en cambio, una simpatía tierna embestida por una especie de romanticismo enaltecedor. Allí, el para entonces ya conocidísimo personaje de Charlot se presenta en una dimensión especial, pues aunque en todas, o casi todas las películas en las que aparece conocemos un poco de su intimidad emocional, aquí el recurso de entrar a su casa como símbolo de ese hogar emocional del cual abre sus puertas a otro ser humano, más vulnerable que él, lo hace dispararse para trascender en su capacidad de interpelarnos. Cuando ese pobre desgraciado que es Charlot abre su puerta para acoger a aquel niñito absolutamente hermoso y entrañable que interpreta Jackie Cogan (la primera gran estrella infantil de la historia del cine) y darle la mitad de lo poquísimo que tiene, encarna sin grandilocuencias innecesarias el virtuosismo heroico y humanista que sabemos, por educación y referencia, modélico e ideal. Vemos entonces en todo su esplendor esa genialidad única de Chaplin de llevar a su terreno de candor ético al más abyecto de los ojos. Créanme cuando les digo que a mí me da sarpullido la ñoña bondad en las obras de arte y que fuera del período de visionado de sus películas, pelearía a muerte en contra de muchos de los postulados sociopolíticos y éticos de Chaplin, pero cuando veo una de sus películas, especialmente The Kid, me siento obligado a tragarme su discurso a cucharadas, contentico y sin hacer mala cara, porque viene envuelto en tan poderoso empaque de belleza y poder estético que es imposible quitarle la boca. Chaplin es como la encantadora abuela que nos hacía comer cosas que no queríamos pero debíamos por salud meter en nuestros cuerpos, a punta de dulces palabras, miradas de ojos gigantes y avioncitos mágicos imaginarios.
Me pregunto qué pensará un psicópata de esta película (bueno, en realidad siempre me he preguntado qué pensará un psicópata de cualquier película, porque eso de ir por la vida con las capacidades empáticas mermadas no creo que ayude a disfrutar mucho del cine, pero esas son divagaciones al margen).
Se dice por ahí que The Kid tiene además una importancia emblemática en la historia del cine por ser la primera película en la que se hace uso de la mezcla de secuencias dramáticas con otras cómicas, y si esto es rigurosamente cierto (cosa que no puedo asegurar), sin duda es una genialidad de una relevancia monumental para el cine, pero además resulta absolutamente sorprendente si se tiene en cuenta la completa maestría con la que esa imbricación está tejida en la película.
Para quien no sepa de qué trata esta belleza, diré rápidamente y para terminar que es la historia de un vagabundo (Charles Chaplin) que se encuentra a un bebé abandonado. Este buen hombre, como ya decía, acepta al niño en su hogar y entablan una tierna relación de esas que en el cine le hacen de partida saber al espectador que debe prepararse para gastar pañuelo. Cinco años después, el pequeño John se ha convertido en un encantador vagabundo pícaro que ayuda a Charlot a ganarse la vida a punta de maña, pero enferma y todo se complica, y el peligro de la separación se les echa encima cuando el doctor que lo atiende da aviso a las autoridades. De ahí en adelante me lo guardo para no arruinar la historia.
Esta no es mi película favorita de Chaplin, ese honor se lo dejo a Monsieur Verdoux (1947), pero sí es mi favorita de las películas de Charlot, así que la recomiendo y mucho. Véala si no la ha visto, y si es de los que solo dice haberlo hecho, con más razón hágalo ahora mismo.
Andrés Vélez Cuervo
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1 de agosto de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El chico" es un clásico realizado por uno de los mayores genios del cine, y esta idea es tan clara y evidente que no admite dudas ni discusiones. Es un film que ha pasado todos los filtros temporales y de calidad habidos y por haber y cuya mezcla incomparable de risas, ternura y la más profunda emoción, hacen que sea imposible no emocionarse entre algunas sonrisas y que se vea con un nudo en el corazón.

Un film que es más grande que cualquier descripción o crítica que pueda hacerse, sobran las palabras, no hay mas opción que verla.

Pd: Aunque lo entiendo como casi un sacrilegio, siempre he pensado que me sobraba el sueño que aparece en la parte final de la película, es lo único que me chirría algo sobre tan magnífico conjunto.
zymu
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2 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con unos mimbres, con los cuales, otro director hubiese realizado un dramón de aúpa, Charles Chaplin hizo una película: tierna, divertida, a ratos dura, como la vida misma, pero entrañable.

Una madre abandona a su hijo recién nacido, en un coche aparcado junto a una gran casa.
Es una madre soltera y sola que piensa que así logrará un futuro mejor para su hijo.
Pero cosas del destino, el niño no sólo no llega a la casa, sino que es abandonado en un humilde barrio de la ciudad.

Charles Chaplin está genial a ambos lados de la cámara. Además de actor en esta película, es el director, guionista, el productor... vamos una película 100% Chaplin.
Y su personaje humano con sus virtudes y defectos y a la vez entrañable, ese pobre hombre, siempre al filo de la ley, que en un principio no quiere al niño, pero cuando lo hace, se convierte en el mejor padre que nadie hubiese podido tener.
Jackie Coogan (el chico), con una interpretación excepcional, para ser un niño tan pequeño, tan pronto te arranca una sonrisa con sus travesuras y en las andanzas con su padre, como te arranca una lagrimita cuando las cosas se ponen feas.

A destacar:
-La música , que fue añadida posteriormente en los años 70 y que también es obra de Chaplin, símplemente preciosa y evocadora, ayuda a que las emociones afloren con más intensidad.
-La puesta en escena, en esas calles tan humildes, donde la vida no es nada fácil y en las que nuestro pequeño protagonista tendrá que crecer.
-La crítica social, que se hace de las instituciones públicas y el estado ,para las cuales, en el caso de los niños, por encima del bienestar de estos , prima la ley, puesto aqui de manifiesto, por ejemplo, cuando pretenden llevarse al niño a un orfanato y lo hacen en una camioneta que bien podría transportar también animales.

En resumen, increíble que tenga casi 100 años , porque sigue fresca como una rosa.
Airam
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6 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El chico es junto con tiempos modernos, la película más aclamada del personaje Charlot, y de su creador, intérprete y director Charles Chaplin. Personaje y creador son muchas veces inseparables, ya que Chaplin introduce muchas cuestiones autobiográficas en Charlot, sobre todo de su infancia, que pasó en la más absoluta miseria, abandonado por su madre, que fue ingresada en un psiquiátrico y que solo fue el principio de grandes penurias y dificultades.

La actuación de Jackie Coogan es entrañable, y varias de las escenas en las que aparece han pasado ya a la historia del cine. Demuestra tanta emotividad y soltura interpretativa que parece imposible que pueda ser realizada con tan poca edad, y sin duda es una de las características más importantes de la película.
Jorge Sanz
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