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El último samurai

Aventuras. Acción. Drama Año 1876. El capitán Nathan Algren es un hombre que sobrevive atormentado por los recuerdos de la Guerra Civil (1861-1865) y de las campañas contra los indios, en las que participó arriesgando su vida. Desde entonces, el mundo ha cambiado radicalmente: el pragmatismo ha reemplazado al valor, el interés personal ha ocupado el lugar del sacrificio, y el sentido del honor ha desaparecido. En un país muy lejano, otro soldado ve también cómo ... [+]
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Críticas 165
Críticas ordenadas por utilidad
30 de abril de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dicen que Japón fue creado por una espada. Dicen que los antiguos dioses hundieron una hoja de coral en el océano, y cuando la sacaron, cuatro gotas perfectas volvieron a caer al mar, y esas gotas se convirtieron en las islas de Japón. Yo digo que Japón lo hicieron un puñado de guerreros valientes dispuestos a dar la vida por una palabra al parecer olvidada: honor".

Es el año 1876. El capitán Nathan Algren, ex-combatiente del Séptimo de Caballería del ejercito de los Estados Unidos, vive ahora atormentado por su pasado, por los recuerdos de las atrocidades que él y sus compañeros cometieron. Trabaja dando espectáculos en representación de la fabrica de armas Winchester, hasta que un buen día Omura, un diplomático japones, les ofrece a él y a otros veteranos un trabajo: Japón se está intentando occidentalizar y necesitan hombres que adiestren a sus soldados. El objetivo de estos soldados: sofocar la rebelión del ministro Katsumoto, el último de un largo linaje de samurais.

Con ésta premisa comienza una de las muchas películas de aventuras que surgieron en los primeros años de este siglo; la mejor en mi opinión, que, al contrario que muchos, la veo muy superior a la también genial aunque en mi opinión sobrevalorada "Gladiator".

La verdad es que no tengo muchas palabras para describir a esta película a parte de 'bella', pues todo en esta película irradia una belleza, empezando por todos los escenarios en los que transcurren las escenas. Si fue nominada al Oscar de mejor dirección artística fue por algo, ya que a parte de contar con unos paisajes que realmente pueden llegar a dejarte sin aliento, cuenta también con unos decorados que ya querrían muchos cineastas para sí.

Además, su banda sonora está compuesta por Hans Zimmer, que a principios de siglo parecía estar metido en casi todas las películas de aventuras ("Gladiator", "El Rey Arturo", entre otras), y que hasta que se demuestre lo contrario es el mejor compositor con el que cuenta Hollywood. Pese a no estar nominada al Oscar, la música de "El Último Samurai" me parece una de las mejores composiciones del alemán; una que se cuenta entre las pocas que me han tenido pegado al asiento hasta terminar los créditos. Preciosa y sublime, como tiene que ser.

Pero donde verdaderamente se sale esta película es en su trama. No es una trama enrevesada, no, es "simple" y directa. Y digo "simple" porque realmente no es tan simple, pues bajo esa superficie que en un principio puede parecer plana se esconde una historia de honor y sacrificios, una epopeya en la que las tradiciones, la moral y la filosofía tienen un papel casi tan protagonista como Tom Cruise. Bajo esa superficie se esconde una película que te hará sentir, y de que manera. Te hará sentir alegría o valentía, pero también te hará sentir tristeza o dolor. De hecho, escribo esta crítica mientras las lágrimas aun me corren por la cara. Ésto es cine épico en el mejor sentido de la palabra.

Las actuaciones son bastante buenas: Cruise cumple con su trabajo, no es una actuación de éstas que te quedas con la boca abierta, pero a mi parecer no se puede decir que sea mala. Aunque si que se queda bastante a la sombra de Ken Watanabe, nominado al Oscar por su interpretación de Katsumoto. Oscar que, a mi modo de ver, debería haber ganado.

Pese a todo lo que digo, la película no se ha ganado pocos detractores precisamente. Basta con recorrer un poco el apartado de críticas de esta página para ver que no son pocos que la critican negativamente, aunque generalmente tan solo hablan de Cruise. Que si Cruise ésto, que si Cruise lo otro... A ver, si tan mal os cae Tom como para que no os guste esta película solo porque él sale, y leyendo vuestras críticas parece que ésa es la única razón, ¿para que demonios la veis?

En fin, una excelente película de aventuras que ya me habré visto al menos una docena de veces. De lo mejor que vais a encontrar si lo que buscáis es cine épico. Gustará incluso a aquellos a los que la cultura japonesa no les llame demasiado, como es mi caso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Aitor Divasson
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22 de noviembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película preciosa que para mí es mucho más que una historia sobre samurais, honor, choque cultural, espadas, guerra... esa es solamente la piel que envuelve la fruta, la forma de contar la historia, ¡y es muy buena envoltura! No hay nada como contar bien una historia para que el mensaje subyacente llegue a la conciencia de las personas, como bien sabía Borges entre otra gente.

Detrás de esa piel está la meditación, la entrega del espíritu a un plan superior que no incluye necesariamente la idea de Dios pero sí la idea de que todo pasa por una razón y que uno es incapaz de comprender los caminos del azar y por qué las cosas pasan como pasan. Es por ello que tratan de no juzgar y tratan de entender que si las cosas pasan de cierta manera seguramente haya una razón invisible para nosotros. Es una película sobre zen, sobre la ausencia de mente, de nuevo, sobre la meditación: sobre entrar en un estado de no pensamiento, de absoluta reacción natural a cada circunstancia sin juzgar, sin convertir la situación en mental, sino dejándose llevar por el flujo de la vida y que sea ella la que haga y deshaga, la que "decida". Al final ese estado en el que se da una reacción natural y una ausencia de "estilo de lucha" es lo mismo que planteaba Bruce Lee después de acceder a los escritos y las conferencias de Krishnamurti: que uno no se puede dejar limitar por la escuela en la que se ha formado, que eso es un condicionamiento, te atacan así reaccionas y respondes de tal manera, que se trata de no tener ego, de no tener mente (no mind, Mushin que dicen en japonés). Y a ese estado se llega por la disciplina y por la fe en que todo ocurre por una razón.

Es una película que nos habla de cómo suceden los cambios, y de que da igual que tú desaparezcas, que tu forma de vivir desaparezca, que tu cultura desaparezca mientras dejes una semilla de una forma distinta de pensar y de actuar para que la siguiente generación pueda tomarla y seguir cuidando y haciendo crecer esa semilla. Al final la película trata de lo mismo que dice Pepe Mújica, que los cambios se dan a muchas generaciones vista, y que no no puede pensar solamente en su ego, en los frutos de su lucha en el momento presente, sino tiene que dejarse llevar mucho más allá y cultivar la fe y la esperanza de que, plantando semillas, poco a poco, generación a generación, vayamos haciendo las cosas mejor. ¡Y ese es el final de la película!, es el auténtico final de la película, no me lo invento. No es el final del encuentro con el emperador, el final es cuando todos los samurais han sido exterminados pero la comunidad que vivia esos valores sigue existiendo y seguirá diseminando sus enseñanzas hasta el final de los días, o hasta que por fin comprendamos, que nos está costando un rato largo.

La escena en la que Nathan Algren pide sake y Taka resiste el impulso de darle de deber a pesar de que su hermano (- Soy el jefe de la ciudad - Y yo soy la jefa de esta casa)... esa escena es brutal. La venganza le corroe por dentro y sabe que si le da sake ese hombre se va a matar a sí mismo y no va a sobrevivir a su enfermedad, y aunque lo fácil sería darle todo el sake que pide, no aguantar sus gritos y lamentos y que se mate a sí mismo, tira de disciplina mental y lo desintoxica porque entiende que si ese hombre está ahí debe haber alguna razón para ello. Después esto lo conversa con Katsumoto, exactamente esto mismo, y para mí esa es la escena central de la película.

Peliculón digo! :D
Aaron Blanco
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10 de agosto de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es casi perfecta desde sus inicios hasta su desenlace, tiene de todo, es una película bélica, que además tiene sus momentos de reflexión y los valores que ella te transmite. Las interpretaciones de Cruise y de Watanabe son para enmarcar, y el nivel tanto de los secundarios, como los extras son muy notables. Banda sonora a la altura, y magnífica fotografía. En definitiva, estamos ante una obra de arte de un nivel muy alto, que quizás cuando pasen muchos años se le dará el valor que merece dentro del cine.
Zorkaer
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21 de febrero de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
USA (2003) Cine de 4.31 estrellas que muy pocos le dan ese mérito.

Una cinta de notable belleza en el guion y las imágenes que pocos analistas del cine le dan los méritos que merece.

Quizás es por Tom Cruise que se le ha visto infinidad de veces en cintas altamente masivas y comerciales que cuando se le ve en una propuesta más estética y artística como ésta no se le puede creer que esté ahí en el personaje principal.

Por su parte Ken Watanabe está en el lugar perfecto como en un personaje hecho a su medida. Hiroyuki Sanada hace un personaje espléndido, genial, y parece como si no hubiera ningún otro actor que pudiera hacer mejor ese personaje. Shin Koyamada a su vez le da una intensidad a su personaje que quizás sobrepasa lo propuesto en el guion, su representación es de las mejores junto a la de Koyamada.

La presencia femenina está representada en la modelo Koyuki Kato, sólo en ella, pero no hace falta nada más, ella sola está perfecta y pareciera que no hace falta en esta ocasión otra presencia femenina, ella compite consigo misma en la actuación porque a cada momento hay retos actorales que parecen imperceptibles pero que requieren de una actuación intuitiva y sublime. Y entonces se entiende porque no hay otra más que ella.

Y en ello colabora la fotografía de John Toll, persiguiendo su femineidad sin parecer un voyeur. Pura elegancia.

De las pocas películas de extensa duración que no pierden el ritmo y la trama, no defrauda, no aburre, no está en falta de sorpresas, a cada lapso de minutos parece que va a ocurrir algo y ciertamente ocurre y está pleno de emotividad, en un contexto donde los Samuráis son héroes pero su valía YA no es reconocida por la modernidad que entra forzada desde el extranjero.

De las pocas cintas que debieran verse más de tres veces.

(21feb2020)
Por: Godofredo Oscós Flores
arkatun
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27 de diciembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La lealtad es, ante todo, una actitud interior de absoluto respeto a los principios morales y éticos que rigen a una persona. En este sentido, el hombre le debe fidelidad al amor, a la verdad y a la justicia, porque sobre esta tríada se asienta la armonía de las relaciones humanas. Un mundo sin amor tiene un presente agresivo, repulsivo y sin evolución; una convivencia sin verdad, se resquebraja por dentro y se derrumba a pedazos; y una sociedad sin justicia se hunde en el caos. El hombre solo le debe lealtad a una persona (pariente, amigo, socio…), a una raza, a una patria o a una institución, cuando las acciones de éstas se sustentan en aquellos grandes valores, pues, de lo contrario, la defensa de quien viola las leyes cuando éstas son justas; guardar fidelidad a quien pisotea los derechos de los demás y hace afrenta a la dignidad y el respeto que otro(s) se merecen, no es de un hombre leal sino de un cómplice. La lealtad conlleva honradez, nobleza, rectitud… porque como decía el célebre escritor, Charles Dickens, “Los caminos de la lealtad son siempre rectos”.

<<EL ÚLTIMO SAMURÁI>>, es una hermosa plasmación de un ejercicio de lealtad al amor, a la verdad y a la justicia. El título -que sería más fielmente traducible como, “Los Últimos Samuráis”- hace referencia al período de transición entre los antiguos guerreros japoneses y la edad moderna cuando aparecen las armas de fuego como instrumentos de guerra. La historia comienza en 1876 -tiempos de Guerra Civil en Japón- cuando los Estadounidenses pretenden firmar un tratado con los nipones, el cual consiste en capacitar a los soldados del emperador en el manejo de fusiles, cañones y otras armas de fuego, con lo que, de paso, ellos se convertirían en los proveedores de dicha clase de armamento. El joven Emperador Meiji, es un hombre manipulado por su ministro Omura, quien prácticamente dice lo que se hace… pero, el clan samurái que lidera, Katsumoto Morisutoi, está decidido a oponerse al despojo de su cultura, y cuando toman como prisionero al capitán, Nathan Algren, un laureado y aguerrido excombatiente en la Guerra Civil Estadounidense -no muy orgulloso de su pasado al servicio del teniente coronel, George A. Custer- al comenzar a conocer las costumbres de este campamento, algo muy dentro suyo empezará a iluminarse.

Magníficamente ambientada; con una impecable banda sonora de Hans Zimmer; y entre otras cosas, con un lujoso vestuario fielmente reproducido de la época, la historia escrita por John Logan, convertida a guion por el propio director, Edward Zwick, en colaboración con Marshall Herskovitz, se inspiró libremente en Saigo Takamori, un samurái que fuera mariscal de campo en el Ejército Imperial, antes de convertirse en líder de la rebelión.

Ken Watanabe -en su primer rol en un filme americano- nos ofrece una brillante interpretación que conseguirá removernos fibras muy recónditas. A su lado, Tom Cruise –quien también hace las veces de coproductor del filme- será un héroe admirable por su arrojo y su indeclinable persistencia a riesgo de su propia vida. Sus personajes, Katsumoto y Nathan, respectivamente, sí que tienen bien claro en que consiste la Lealtad. Junto a ellos, la bella actriz Koyuki (como Taka), será la mujer que pondrá calor en el alma de quien, paradójicamente, eliminara a su marido. El resto del reparto, ¡impecable!

Podemos terminar diciendo que, la impecable batalla final estuvo basada en la Rebelión de Satsuma en Shiroyama, acaecida el 24 de septiembre de 1877… y de alguna manera, esta batalla se asemeja a la de Little Big Horn (1876), en la que, a manos de las fuerzas unidas de los cheyennes, los lakota y los arapajó, perdieran la vida Custer y 268 soldados del 7° Regimiento de Caballería… solo que, esta vez, los rifles modernos los tenían éstos.

Es bien probable que, algo de la historia de ésta suerte de jidaigeki, haya sido considerado al momento de realizar, “Avatar” (James Cameron, 2009)… pero, ¡bienvenidas siempre las historias de lealtad bien entendida!
Luis Guillermo Cardona
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