Cuando la gala de los Óscar se aproxima, me dejo llevar por las películas nominadas y las veo con el pequeño prejuicio de que estarán ahí por algo.
Infiltrado en el KkK no era una de mis firmes candidatas antes de su visionado (tampoco lo es ahora), sin embargo, tengo que decir que prejuzgar a las películas antes de verlas puede tener dos desenlaces posibles: que sean mejor de lo que pensabas o, por el contrario, que reafirmes tu posición. En este caso, debo decir que ha triunfado la primera opción, sí, pero con matices.
Infiltrado en el KkK tiene una buena trama, de actualidad, grandes actores y un buen director. A priori cumple todos los requisitos para estar nominada y, para mí, eso es lo que la hace estar en la categoría de favoritas.
Son innumerables los films que han tratado este tema, y a mi juicio, éste no aporta nada original. Me sobra por completo el estereotipo de nazis idiotizados que encarnan los miembros del Ku klux klan, que choca bastante con el mensaje que al final se quiere transmitir insertando las terribles imágenes de los recientes acontecimientos en Charlottesville (debo decir que estos minutos fueron los que más me conmovieron y me hicieron empañar los ojos, si bien por la cercanía de los acontecimientos, sin duda por saber que el racismo está a la orden del día). Es por ello que no entiendo bien si Spike Lee ha querido hacerlo todo o no sabía por qué decantarse: si una película que ponga sobre la mesa un tema tan latente, mezclado todo con un humor que mucho se promete y poco aparece ,pero no llega a conmover. No es lacrimógena pero tampoco despierta demasiado en los que ya tenemos muy claro que da pavor el racismo que se gesta por momentos. Por lo tanto, es una película que, remover conciencias no va a conseguir
De forma positiva me gustaría destacar la actuación de Adam Driver que no deja de encandilar con su seriedad pero se deja ver más que bien en papeles más desenfadados y menos rígidos.
En definitiva, y es lo que venimos aquí a valorar, no cabe duda de que el cine como arma crítica no debe de acabar nunca, sin embargo y es lo que toca ahora, como cine me deja a medias. Creo que se podría haber sacado mucho más jugo a una historia que no deja de ser potente, pero decae por el conjunto de clichés que la hacen parecer por momentos una comedia de oficina, banalizando así un tema que pretende tratar para ser denunciado.