"Terrifier 2" ha sido, para sorpresa mía, una decepción enorme. Antes de verla un buen amigo me comentó que era malísima, sin embargo quise comprobar aquello por mis propios ojos.

La película del 2016 me había gustado pues significó un aire fresco entre tantas propuestas de terror que, queriendo contar una historia espeluznante, se enrevesan en dramones poco o nada interesantes.

"Terrifier" del 2016 no contaba con ese problema, lo suyo iba directo al grano. La película era bastante simple, el espectador seguía las fechorías de Art, un payaso ruin y despiadado. La trama ofrecía gore y sangre a raudales, exactamente por lo que uno se sienta a ver esta película.

En "Terrifier 2" han revestido esta idea simple del payaso-asesino con una serie de personajes insulsos que, lejos de generar empatía con el espectador, lo que hacen es colmar la paciencia de quien ve esta película. En ese sentido, tanto los diálogos como las decisiones de los personajes constantemente bordean el ridículo.

Art, por quien seguramente nos hemos animado a ver esta secuela, ha sido relegado a un segundo plano por varios pasajes del film, siendo esto un craso error, pues "Terrifier" gana cada vez que Art está en encuadre.

No hay otra forma de decirlo: simplemente no nos importa lo que pase con esta familia que nos presentan, en lo más mínimo. ¿Cuántas escenas de la jodida madre regañando con odio a sus hijos nos harán ver?

Y por eso el título de mi crítica. Lamentablemente, "Terrifier 2" me llevó a ese lugar. Ese terrorífico lugar lleno de convencionalismos y potenciales asesinos icónicos perdidos en una trama con dramas burdos para "empatizar".

Intenté contar las ocasiones en las que se utilizó el zoom en esta película y fue imposible. Dale, una vez te la paso, pero hiciste un festival de eso y encima no funciona. Supongo que lo que buscaba Roberts era generar tensión, pero termina generando risas.

Si es por rescatar algo, me quedo con el buen soundtrack y la escena de la piscina. El resto ni hablar, prescindible totalmente.

Enésima versión de el muñeco diabólico que en esta ocasión ofrece nuevas explicaciones sobre su origen, con un Chucky armado con la última tecnología. La trama nos recuerda al cortometraje BlinkyTM (Ruairi Robinson, 2011). Cuesta pensar en algún elemento particularmente destacable de la película, pero su visionado queda justificado por el cambio de aires que propone. Tiene mucho por mejorar, pero sigue siendo mejor que las últimas anteriores. Con gusto observaría una secuela.

"A mi me preguntaron de chico ¿qué vas a ser cuando seas grande? los chicos dicen yo bombero, yo médico, yo carnicero, otro quiere ser no sé, cartero, yo decía que iba a ser artista de cine en colores". Esta frase suelta con total naturalidad Sandro a "Palito" Ortega en una conversación que recoge "Domingos de cine" en 1991 (el fragmento está en Youtube). Me parece pertinente citar estas palabras porque revelan un aspecto muy íntimo de la personalidad de Sandro, sus sueños de niñez, los que afronta con la firme confianza en sí mismo. Cito esta frase porque "Gitano" es una película impregnada de ese espíritu, donde vemos a un Sandro a la altura de las circunstancias, haciendo gala de todo su carisma en pantalla.

Debo confesar que es la primera película que veo donde actúa Sandro. Pero la vi en una ocasión especial. Una función enfocada a la tercera edad organizada por el municipio de mi ciudad un viernes a las 12 del día. Vi el afiche del evento e invité a mi abuela de 76 años. Ella sufre de artrosis y ya casi no sale de casa, cuando lo hace es para ir al medico. Medio en broma medio en serio, la invité, con la ilusión de ver "Gitano" con ella. Pero no era por la película, era por ella. Por mi. Por estar en el cine juntos.

Fuimos. Para sorpresa mía cuando llegamos había no menos de 30 personas, todos de la tercera edad. Logré conseguir un asiento en primera fila para ella, yo y mi hermano nos sentamos más atrás. Y bueno, vimos "Gitano". No esperaba nada y, qué les puedo decir, estuvo genial.

Cosas a destacar:
- La actuación de Sandro como galán.
- Las secuencias musicales (en especial la dedicada a la canción "La vida sigue igual").
- La fotografía de Oscar Melli.
- La temática (lo que significaba ser gitano en Argentina, así como la relación de la trama con la frase que antes cité de Sandro).

Nada más que decir gente, es un 10.