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Críticas de Juan Clemente
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
4
5 de marzo de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De muchos musicales clásicos se solía decir que su argumento estaba cogido con alfileres y que era una mera excusa para el despliegue de espectaculares números musicales, con las estrellas cantando y bailando. Exactamente lo mismo se puede decir en nuestros días de buena parte de las películas de grandes efectos visuales y de alto presupuesto en general, y de la que nos ocupa en particular. Esta revisitación del personaje de Mel Gibson, formidablemente rodada, impecablemente plasmada en pantalla, se queda en simples fuegos de artificio, que se apagan con rapidez en el cielo de los efectos, con el agravante de la poca originalidad, pues esta estética tan visual ya la habíamos visto bastante antes, tanto como unos treinta años atrás.

Así pues, cabe preguntarse cómo es que semejante historia haya sido capaz de colarse entre las finalistas al Oscar a mejor película del año. O muy mal está el nivel general, o se ha querido premiar el derroche de medios, es decir, económicos, del que al fin y al cabo vive la industria, o que la Warner sigue teniendo mucho peso a la hora de llevarse académicos al imaginario huero de las votaciones.

En fin, no todo es malo en esta película. Si antes utilizaba el ejemplo del musical hollywoodiense ¿cómo negar el atractivo de muchos de ellos?¿Quién se acuerda que los argumentos de las pelis de Fred Astaire y Ginger Rogers eran prácticamente iguales? Nos acordamos de aquellos gloriosos números musicales igual que aquí nos acordaremos de esas espectaculares persecuciones en el desierto, de los combates sobre ruedas, tiros explosiones, efectos sonoros... y nos olvidaremos que el argumento cabe en una página.
Juan Clemente
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5
15 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un adjetivo que define a esta película, ese sería "exagerado", pues en ella es todo tan excesivo, tan demasiado, que se sobrepasa, no haciéndole ningún bien al conjunto, al resultado final. Viéndola se me vino a la mente en multitud de ocasiones "La pasión de Cristo" de Mel Gibson, comparando a Cavizel con Di Caprio. Incluso las escenas oníricas son puntos en común. A aquella película se la definió como gore; ¿cómo definir a ésta? Pero también me recordó a películas significativamente superiores, como "Río de sangre" de Howard Hawks o "Más allá del Missouri" de William A. Wellmann, de infinita belleza y de temática similar.

Iñárritu parece haberle dado rienda suelta a toda la brutalidad que fue capaz de imaginar, amparado por los adelantos técnicos que se lo permiten; sin embargo, lo que más se hace cuesta arriba de la película es su larga duración. Demasiado arroz para tan poco pollo, pues a nada que hubiera habido capacidad de síntesis, la trama estaba para emplear una hora y media y gracias, ganando así en ritmo y en intensidad.

Los hay que vemos el cine de forma global, y me explico: cuando la película es un ladrillo, ¿para qué estar diciendo que la fotografía es buenísima, o la música o alguna interpretación? Todos esos aspectos suman al resultado final que, hipotéticamente, se va a la papelera en su conjunto cuando nos aburrimos a base de bien. Y digo hipotéticamente pues considero que la película en cuestión no está del todo mal. La historia es atractiva, desde los pioneros aventureros en busca de pieles, hasta los encuentros con los indios, pasando por la lucha por sobrevivir y, cómo no, la venganza sobre la que gira toda la película.

Éste cine hiperrealista corre el peligro del exceso. Todos los aspectos, analizados uno a uno, están llamados a acentuar la crudeza: las interpretaciones están sobreactuadas, la música es estridente, la fotografía lúgubre, el vestuario mísero... teniendo como norte el presentarnos unos parajes de una hostilidad suprema. En fin... intento fallido y oportunidad perdida que, no obstante, huele de lejos a cosecha de premios.
Juan Clemente
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9
25 de enero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por más que hayamos visto en multitud de ocasiones películas sobre el mundo de la droga, más en concreto sobre el tejemaneje a ambos lados de la frontera mejicano-estadounidense, por más que existan ciertas similitudes con el Taffic de Soderberg, la estética y forma de narrar de Villeneuve (habrá que seguirle su carrera más de cerca, pues Prisioneros tampoco le quedó nada mal) nos envuelve desde la brutal primera escena, hasta el final. El suspense, el susto, descubrir nuevos riesgos y peligros a través de los novatos ojos de la protagonista son parte de los muchos atractivos de esta magnífica película. Pero no los únicos.

No hablaré de su fotografía o sus efectos sonoros pues, a pesar de ser muy buenos, los detalles técnicos ya se les presuponen en los tiempos que corren. Sin embargo hay un par de aciertos en los que me gustaría incidir. El primero de ellos es la ambigüedad de sus protagonistas masculinos, especialmente Del Toro, del que intuimos cosas pero del que no sabemos nada a ciencia cierta. A lo largo del film nos preguntamos cual es su papel real, si en un lado de la ley, si en el otro, si entre medio, si en ninguno... si ahora está situado en un lado de la ley pero más tarde estará en el otro. Dejarlo al albedrío del espectador me parece un punto a su favor, amén de una cosa no tan fácil de lograr. El segundo de ellos es esa continua lucha interna que tiene Blunt al respecto de la guerra sucia contra la droga, qué es lo que se puede hacer, qué es lo que se debe, cuáles son los límites que pone la ley, si hay que sobrepasarlos o no, ese debate entre lo moral y lo legal que tan hábilmente se nos muestra en la comparativa de escenas de acción y escenas de despacho, de tiros por un lado y de lenguaje jurídico por otro, de armas y de corbatas. Esa lucha interna que aparece a nada que raspemos en la superficie brutal de la acción es lo que verdaderamente convierte a lo que, en principio, podría ser una película más sobre el mundo de las drogas, en un manjar para paladares exquisitos.
Juan Clemente
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8
15 de marzo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se suele decir que lo importante en una película, así como en cualquier relato, cuento, historia, etc. es el qué te cuentan, estando el cómo supeditado al qué. Partiendo del hecho que, quien más quien menos, cuenta con cierta cultura cinematográfica, las películas de James Bond parten con la desventaja de que ya sabemos de antemano de qué manera acaban. Ello les obliga a atraer al espectador con otro tipo de recursos y es aquí donde entra en juego el cómo te cuentan la historia y precisamente donde radica el atractivo de la enésima aparición en la gran pantalla del personaje creado por Ian Fleming. Y a fe mía que no es un trabajo fácil, cómo lograr que cada entrega supere a la anterior..

Empecemos por decir que la aportación de Daniel Craig supone un toque de realidad a un personaje al que ha dotado de profesionalidad, frialdad, brutalidad y preparación física, a diferencia de lo que anteriormente tuvimos la oportunidad de ver en otros actores, cada uno con sus características más o menos positivas. Algo parecido se puede decir de Sam Mendes; su segunda aportación a la saga es vertiginosa, va al grano, no aburre y parece haberle cogido el truquillo al personaje. Además, es muy loable el intento que, entrega tras entrega, hace el argumento para estar al día en lo que a circunstancias internacionales se refiere, ya sea la guerra fría, la carrera espacial, tensiones en Oriente Medio, posesión de materias primas estratégicas, la globalización y un largo etcétera, siempre tocando temas de actualidad. El alegato contra el terrorismo organizado desde las altas esferas de los países más poderosos del mundo y su manera velada de manejar los hilos de todo cuanto ocurre, en función de oscuros intereses, y sus similitudes y alusiones al subyugante universo creado por Orwell en su novela 1984 están presentes en la trama y es ahí donde Bond juega su papel.

Cómo no mencionar el casting: al ya citado Craig hay que añadir aciertos como el de M, Q y los habitualmente remarcables chica y villano, especialmente éste último. Las escenas de acción son intensas, la tensión crece por momentos a medida que transcurre la película, nos entretiene, no se nos hace larga... en fin, objetivo logrado con creces e, incluso diría, nos hace esperar la siempre prometida siguiente película con ilusión.
Juan Clemente
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6
10 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Boston, años '70. Una comisaría de policía, un sacerdote y unos niños. Sin más preámbulos, ya desde los primeros planos de la película se nos introduce en la trama, tema arriesgado enfocado desde un punto de vista valiente, cual es el asunto de los abusos sexuales a niños por parte de miembros del clero, algo por otra parte de actualidad, no sólo en estos nuestros europeos entornos sino, parece ser, también allende los mares.

Poco a poco se empieza a tejer una tela de araña desde un periódico local, que empieza a investigar al respecto, alrededor de las contadas cosas a las que se pueden acoger en un entorno hostil y muy poderoso, como es la iglesia católica bostoniana, aunque en el debe de la película hay que subrayar eso de "poco a poco", pues opino que el film, precisamente cuando debe avanzar, se estanca, siendo su desarrollo excesivamente lento y cansino. Desde el momento que se nos plantean las premisas que van a definir la película y hasta poco del final, el transcurrir es demasiado lento, insistiendo una y otra vez en cosas ya anteriormente vistas.

Por otro lado, en su haber hay que destacar el reparto, un "tour de force" interpretativo en el que destacan casi todos. Otro tanto a su favor creo que es el punto de vista sobrio, es decir, no tocar un tema tan escabroso de manera amarillista, buscando el lagrimón, sino hacerlo de la forma más elegante posible en este tipo de casos.

Por otra parte, la loa que aquí se hace del periodismo de investigación, este "Watergate" eclesiástico lo vemos a día de hoy, en un país como el nuestro y con un periodismo como el que aquí últimamente se hace, a años luz. Nuestros medios de comunicación basados en el rumor y no en el rigor, nuestra prensa sensacionalista inspirada en el tabloide británico convierte a esta película, a este lado del Atlántico, en una suerte de género de ciencia ficción, difícil de asimilar para aquellos que sólo han conocido esta chabacana forma de actuar de nuestros medios patrios.
Juan Clemente
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