No fui con las expectativas por los cielos, pero tampoco cerrado de mente, simplemente quería dejarme llevar por la película. Pero algo falló. Con todas las películas Marvel me he emocionado, todas las películas Marvel me han conseguido poner la piel de gallina en algún momento, incluso me ha saltado alguna lagrima viendo a los vengadores, unidos, luchando. Pero aquí no ha ocurrido nada de esto, no han conseguido que entre en la pantalla, no me he emocionado, o mejor dicho, no han conseguido que me emocionara. Porque todo lo que ocurre en la película es digno de lagrimita, de piel de gallina y de emociones a flor de piel, pero no han logrado transmitirlo. No os se decir exactamente que es lo que falla, pero a lo mejor es el cambio de director, de Joss Whedon (director en Los Vengadores 1 y 2) a Anthony Russo y Joe Russo (aunque hicieron un gran trabajo con Capitán América: Civil War). No puedo decir nada más sin soltar algún spoiler sin querer, así que sigo más abajo.

Pocas veces me ha ocurrido el hecho de estar mirando una película en mi habitación y que al acabar, involuntariamente me ponga a aplaudirle a la pantalla del ordenador, pero con Lock and Stock me ocurrió esto. La película me cautivó de tal manera que su final me obligó a aplaudir como un niño pequeño, inocente y feliz.

Se podría decir que es mágico ver como las diferentes historias van interfiriendo entre ellas poco a poco, tropezando las unas con las otras. El humor, siempre presente pero nunca excesivo, hace que se haga mucho más amena y que las actuaciones de Jason Flemyng y Jason Statham no puedan estar más bordadas.

Guy Ritchie, que un par de años más tarde nos volvería a deslumbrar con Snatch, se ríe en la cara de todos los espectadores, llevándonos por su mundo y ofreciéndonos unas buenas dosis de entretenimiento, culto cinematográfico y adrenalina. Y nosotros, a cambio, solo tenemos que disfrutar de los diálogos fantásticos y sarcásticos, de las actuaciones, de la trama, y sobretodo no olvidarnos de aplaudir al final.

Prepárate para ser abducido por la pantalla de la tele, del ordenador o del cine (si tienes la suerte de encontrar uno que aun proyecte esta obra maestra), porque Gus Van Sant en este film nos monta en una montaña rusa que no hace más que subir. Ya desde el principio te atrapa y no te suelta, y cuando crees que la película no te puede gustar más, te batea hasta fuera del estadio con un "home run" que te deja sin respiración.
Una lección de vida, un manual de amor y un muro contra la dura realidad, esto es lo que el Guión de Matt Damon y Ben Affleck ha conseguido. Y si además hablamos de la increíble interpretación de Robbin Williams, ganadora de un merecidísimo Oscar, solo nos queda mirar esta obra una y otra vez, intentado averiguar, en cada "replay", todo lo que esconde la película, todo lo que intenta transmitir.