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Críticas de Gonzalo Vich
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
10
5 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una excelente metáfora existencial de la relación entre el sujeto y el mundo. Bergman sustrae esta relación y la encarna en un diálogo entre dos personajes. La imprime en las palabras y, mediante la película avanza y las vamos escuchando, podemos identificar quién es quién.

¿Cuál es la relación entre el sujeto y el mundo? No tengo que decirlo yo; la película, más bien, se adelanta a mi respuesta. Alma, una doctora, no para de hablarle a su paciente. La paciente no responde. Pese a que la doctora le sigue hablando (y sigue insistiendo en que la paciente podría responder algún día), esta, otra vez, queda muda.

Traduzcamos esto: el sujeto le habla al mundo y este no responde. El mundo no se moldea al sentido que está constantemente construyendo el sujeto. A través de sus constantes síntesis de significado, es como si el sujeto abrazara al mundo y este no se moviera, no le devolviera el abrazo. O podríamos decir que el mundo, pese a su no-respuesta, atenta contra el sentido del sujeto y lo disemina. Lo acuchilla sin cometer esta acción pues hemos visto que se queda callado. A pesar de todo, el sujeto no puede dejar de insistir, de construirle una forma.

Después de leer algunas críticas en esta página, me di cuenta que es necesario aclarar lo siguiente: entendamos a la relación sujeto-mundo no como una relación entre dos entes diferentes, sino que estos dos son, más bien, parte de lo mismo. No es una relación entre yo y alguien que no soy yo, sino una relación entre yo y yo mismo. Esto revela que hay una parte del sujeto que falla. Que no va con el orden establecido. Que no responde ante su lógica. Revela, también, que este está mal hecho.
Gonzalo Vich
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10
6 de agosto de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso que Godard es como Man Ray. En sus esculturas, (como por ejemplo en Gift [1921], Object to be destroyed [1923] o Painted bread [1958]), el fotógrafo experimenta con lo cotidiano, vale decir, con lo que conocemos y vivimos todos los días, para desde ahí producir un efecto sorpresivo que lo desnaturaliza. En esta película, Godard hace lo mismo.

El efecto sorpresivo es, sin embargo, particular. En Mulholland drive (2001), David Lynch produce este efecto sorpresivo (y desfamiliarización) de lo cotidiano a través de un hecho no cotidiano. En cambio, Godard lo produce a través de la cotidianidad misma –donde el amor, el arte y la literatura están insertos en ella–.

¿Pero en qué sentido Pierrot le fou sería una desfamiliarización de la realidad? Dejemos que Deleuze hable por nosotros: esta consiste en "[...] toda una ascensión de trastornos sensoriales y motores, indicados apenas de ser preciso, movimientos en falso, ligero torcimiento de las perspectivas, aminoración del tiempo, alteración de los gestos. La acción falsa pasa a ser signo de un nuevo realismo, por oposición a la verdadera del antiguo. Desmañados encuentros cuerpo a cuerpo, puñetazos y disparos desajustaos, todo un desfase de la acción y de la palabra sustituyen a los duelos demasiado perfectos del realismo americano" (La imagen movimiento 2018: 296-297)
Gonzalo Vich
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