Sorprendentemente floja. Después de varios títulos inolvidables, Kill Bill sorprende por no sorprender en absoluto.
Llena de personajes vacíos, inertes. Solo las caras pausadas de odio intentan sin éxito ofrecer algün sentimiento al espectador.
Siendo Tarantino omitimos el exceso de violencia, pero además aquí hasta molesta.

El mundo creado por Avatar es profundamente bello y espiritual. Es una lucha entre la consciencia y la inconsciencia, que dominan de forma cíclica a cada uno de nosotros.
Cuando nos domina la inconsciencia somos esos seres del cielo, los humanos. Seres dominados por el ego, el deseo, por el poder, el dinero, la eternindad física.
Cuando la consciencia brota en nosotros nos conectamos con el todo, con el mundo infinitamente bello que nos rodea.
Y esto a la vez, al mismo tiempo. Algo representado igualmente en los humanos y los avatares pero con dominancia de uno sobre el otro.
Una persona me decía hoy que la primera de Avatar le creó mal rollo al ver a los humanos tan oscuros y malvados. Nos resuena lo que identificamos en nosotros y este juego de Cameron es una oportunidad de mirada interna.
Algo tan sencillo y tan profundo es lo que tenemos ante nosotros en la pantalla. La vida. La oscuridad. La luz.
Bellísima película.