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España España · Barcelona
Críticas de SergiTesoro
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de noviembre de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pensar en Italia implica, inevitablemente, pensar en toda una tradición artística y literaria dedicada a la búsqueda de la belleza, ya sea en un lienzo o en un verso. Y aunque con el tiempo el arte ha ido cambiando sus formas, el espíritu poético italiano se ha mantenido siempre tan sólido que sería difícil no detectar un cierto atisbo de su tradicional carácter pasional en un vehículo artístico como el cine.

Luchino Visconti, nos brindaba a principios de los años sesenta “Il gattopardo”, una de las grandes piezas del cine italiano que, gracias a la combinación de la perspectiva histórica y la reflexión filosófica con la presencia del más intenso romance, se ha convertido en un filme indispensable para todo amante de las grandes obras de la historia del cine.

Basada en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el filme, contextualizado en la conflictiva Sicilia del siglo XIX (Garibaldi y los camisas rojas), nos narra cómo el Príncipe Don Fabrizio Salina (Burt Lancaster) y su familia se ven obligados a abandonar su residencia para refugiarse en Donnafugata, un pequeño pueblo que vive aislado de la realidad común del país. Una vez allí, su sobrino Tancredi (Alain Delon), se enamorará de Angelica (Claudia Cardinale), la hija del alcalde, lo cual traerá consigo numerosos tratos y relaciones de poder entre éste último y el protagonista del filme, que poco a poco se dará cuenta de cómo el mundo que él conocía está cambiando.

“Il gatopardo” es un filme que no tiene prisa, se desarrolla paulatinamente sin la necesidad de un clímax demoledor que concluya definitivamente el argumento. Y ahí es donde recae el potencial fílmico: Visconti trata el filme con sutileza, llevando a cabo un montaje que guarda tras lo visible su auténtica esencia, razón por la cual exige al espectador una mirada atenta que no se conforme con resumir en la mente lo que ha visto, sino que, por el contrario, indague en la mente de Fabrizio Salina por tal de descubrir el mensaje que el filme pretende transmitir.

El largometraje toma un pedazo de la memoria de Italia para combinar el valor histórico con un relato ficcional que disecciona la vida del protagonista de forma minuciosa, teniendo como consecuencia la creación de un filme en el que se ponen en juego escenas de géneros diversos que van desde el cine bélico, hasta el drama y el romance, todos ellos tratados con belleza y elegancia. En definitiva, todo un conjunto de rasgos que tienen como resultado un filme cargado de reflexiones que nacen de la mente de un personaje influenciado, probablemente, por su creador.
SergiTesoro
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8
23 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todd Solondz, ese director maldito y generalmente conocido por una obscenidad que se ha convertido en su propia maldición, es casualmente uno de los autores que mejor sabe reflejar nuestra sociedad. Su obra es un enorme repertorio de documentales (artísticos) acerca de personas que no descubren el modo de encajar en un mundo en el que los valores más básicos se han perdido y en el que la hipocresía y la pura apariencia se han apoderado de una sociedad que esconde su perversión (tal y como vemos en Happiness (1998), donde un padre de familia ejemplar, que se muestra amable ante sus conocidos, resulta ser un completo pederasta). Welcome to the Dollhouse, sin propósito alguno de convertirse en una excepción, nos presenta la historia de Dawn Wiener, una adolescente que sufrirá las consecuencias de estudiar en un instituto en el que una reputación extremadamente superficial es la principal preocupación de los alumnos.

Dawn es una chica tímida, inocente y poco agraciada, lo que la convierte en una presa fácil entre los muros del instituto, aunque cuando llega a su casa la tortura todavía no ha terminado. La protagonista vive con sus padres, su hermano mayor Mark, que destaca por ser un chico inteligente y estar en una banda de rock, y su hermana pequeña Missy, considerada por su madre una gran bailarina. Ambos hermanos tienen ambiciones y cualidades que hacen felices a sus padres, pero Dawn, en cambio, no destaca por nada, no tiene ninguna afición, ni una gran inteligencia, de forma que se ha ganado el desprecio de sus propios padres. Ante tal situación, Dawn construye una cabaña en su jardín en la que se reúne con su vecino (más pequeño que ella y discriminado por su apariencia homosexual) para evadirse de su cruda vida y que recibe el nombre de “special people club”.

La vida de Dawn es un continuo tormento y poco a poco aprenderá que si quiere encontrar su lugar deberá actuar como los demás, desobedeciendo a sus padres, deshaciéndose de su único amigo para no rebajar su imagen e intentando encontrar el amor. En este último asunto, Dawn verá como el amor ideal (que siente por Steve, guitarrista del grupo de su hermano) es algo que no le corresponde por mucho que se esfuerce y se convierta en una muñeca hinchable al servicio de un joven fogoso, y tendrá que conformarse con las amenazas de violación que recibe de un rebelde de su instituto, descubriendo que no hay nada que pueda hacer para ser tratada como se merece. Agotada por tanta humillación, Dawn llevará a cabo su venganza personal contra su familia, aunque finalmente su carácter no le permitirá soportar sus remordimientos y volverá a su cruda realidad.

Son muchos los largometrajes que giran entorno a esta temática, dando un punto de vista dramático y muy emocional, con el propósito de conmover al espectador. Solondz, en ese sentido, ofrece una visión diferente, tratando el filme con toques sutiles de humor (muy crudo) que convierten el drama en un patetismo hilarante a partir de su capacidad de satirizar la sociedad a partir de elementos arquetípicos: el instituto de Dawn Wiener es un exponente increíble de la vida adolescente americana (insultos en las taquillas, fiestas a las que sólo asisten los más populares, madres que quieren que sus hijas sean bailarinas y destaquen entre las demás, etcétera). En definitiva, a pesar de que el filme nos muestra y critica un problema social, da un punto de vista que se basa en un humor satírico, que refleja la frialdad con la que tratamos problemas relevantes.

A lo largo del filme, Dawn intentará crear una imagen de sí misma basada en su insistencia por crecer antes de tiempo, intentando mostrarse ante el mundo como alguien que debe ser respetada por una madurez aparente. No obstante, la crueldad de la adolescencia la superará y le hará ver que todavía es una niña, mientras canta el himno del colegio junto a sus compañeros en un autobús de camino a Disney World.
SergiTesoro
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8
21 de noviembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando nos disponemos a ver un filme de ciencia ficción ambientado en el espacio, bien puede suceder que nos veamos inmersos en una experiencia plagada de acción que surge del viaje a galaxias lejanas en las que conviven seres de diversas procedencias y combaten por hacerse con el control del universo. Pero cuando un largometraje de dicho género está dirigido por un director como Christopher Nolan, sabemos que nos enfrentamos a un material en el que vamos a estar en constante tensión durante algunas horas, pues si por algo reconocemos a este director es, sobre todo, por jugar con nosotros los espectadores al ofrecernos una experiencia fílmica basada en dimensiones que nosotros, como seres humanos, todavía no hemos podido explorar.

En Interstellar, Nolan nos invita a seguir muy de cerca a Cooper (Matthew McConaughey), el encargado de salvar nuestro planeta cuando éste está a punto de expirar a causa de la falta de alimentos y la aparición de una sequía que causa graves problemas de salud en la población. Para ello, nuestro protagonista viajará al espacio (junto a una escasa pero entregada tripulación) por tal de encontrar nuevos sistemas habitables. Por desgracia, este destino les obligará a hacer frente a fenómenos espaciales prácticamente desconocidos para la ciencia, como por ejemplo los agujeros de gusano, dado que son el único modo de acceder a una posible solución para la humanidad.

Desde sus inicios, con largometrajes como Memento (2000), Nolan ha conseguido hacer de sí mismo un director con unas ideas muy concisas sobre cómo hacer cine y, como era de esperar, Interstellar no es una excepción: A lo largo del filme el espectador puede encontrar aquellos rasgos que caracterizan su filmografía. En primer lugar, cabe destacar el ya conocido juego que al cineasta inglés le gusta llevar a cabo mediante la introducción del espectador en dimensiones que enredan los sentidos y obstaculizan la razón en el camino mediante el cual una pregunta intenta obtener respuesta. En Origen (2010) esta dimensión fueron los sueños y todos los que la vimos podemos recordar aquella última escena en la que una peonza nos abría nuevas dudas. Ahora, Nolan nos sumerge en una realidad en la que el tiempo no corre de la forma a la que estamos acostumbrados y, ciertamente, este es uno de los rasgos más destacables del filme, creador de tensión mediante el uso de acciones que suceden de forma paralela (otro de los aspectos nolanianos) y de un desarrollo argumental muy interesante. Asimismo, tampoco faltará la clásica carga moral con la que Nolan hace de las acciones que los personajes llevan a cabo decisiones cruciales tanto para ellos mismos como para los demás, creando una cierta sensación de empatía que involucra (aún más) al público en el desarrollo de acontecimientos.

Pero a pesar de encontrarnos con los rasgos típicos del cine de Nolan, Interstellar también guarda un potencial enorme en su fotografía (un hecho que quizás no esperemos de un director que pone más énfasis en el montaje y el argumento). A muchos os parecerá obvio que uno de los puntos destacables de un filme de ciencia ficción recaiga en este campo debido al uso de efectos especiales y a la creación de paisajes espaciales, pero el caso es que la fotografía que encontramos en este filme no está destinada a mostrarnos bellos e increíbles escenarios (únicamente), sino que expone largos planos del espacio de una forma muy natural (silencioso, estático, solemne…), dejando tiempo al espectador para reflexionar sobre lo que está viendo de forma plácida a la vez que impactante. Puede que a muchos no os acabe de convencer esto último, pero tranquilos, porque si algo le gusta a Christopher Nolan es dejar que todo lo importante suceda en el último instante de una forma frenética.
SergiTesoro
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8
5 de febrero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera parte de la trilogía “Estados Unidos: tierra de oportunidades” del director Lars von Trier, que cuenta la historia de un pequeño pueblo alejado de la ciudad cuyos habitantes parecen haber construido una comunidad agradable. Nicole Kidman encarna a Grace, una joven de aspecto inocente y bondadoso que huye, atemorizada, de unos gánsteres y pide a los pueblerinos de Dogville que la ayuden a ocultarse de ellos durante un tiempo. Gracias a la ayuda de Tom Edison (Paul Bettany), un joven cuyo interés por la filosofía pretende hacer del pueblo y sus habitantes un lugar mejor, Grace conseguirá ser aceptada por la comunidad, aunque poco a poco el pueblo de Dogville mostrará su cara oculta y hará pagar a la protagonista un precio muy alto a cambio de ocultarla.

Von Trier expone al espectador un filme que rompe con la faceta visual convencional del cine, mediante el uso de técnicas propias del teatro como el uso de un decorado que sugiere la presencia de un espacio determinado, la organización del filme en capítulos y la presencia de un narrador que acerca al espectador a la psicología de los personajes. Este hecho, junto a un ritmo sosegado, contribuye a la construcción de un filme cuyo potencial recae en un guión cargado de fuerza emocional, que contribuirá a que el espectador sea partícipe de la historia de la protagonista, pues a lo largo del relato Grace se verá afectada por el abuso psicológico de los habitantes de Dogville (entendido como moneda de cambio por el favor que el pueblo le hace al acogerla). En ese sentido, von Trier construye un entramado de personajes con una profundidad psicológica absoluta, que poco a poco se desnudan mentalmente hacia el espectador, mostrando su auténtica personalidad.

Von Trier es especialista en colocar a sus personajes en situaciones límite (véase Rompiendo las olas), con el objetivo de proponer reflexiones morales ¬que serán decisivas para que sus personajes (protagonistas especialmente) puedan cerrar sus problemas de forma definitiva para acabar con el tormento que les producen. En Dogville, Grace deberá establecer diferencias entre el bien y el mal, para decidir qué futuro será adecuado para una sociedad que ha abusado de su bondad y la ha convertido en una persona fría.

Por último, no debemos pasar por alto que Dogville no es sólo un filme de reflexiones morales, pues se trata de un material que expone un punto de vista personal y crítico sobre la historia de los Estados Unidos junto a los otros dos filmes que forman la trilogía: Manderlay (2005), que llevará a Grace a una de las últimas plantaciones sureñas en las que la esclavitud sigue vigente, viéndose obligada a acabar con tal injusticia; y Washington, todavía pendiente de estreno.
SergiTesoro
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8
23 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Alexander Payne, Nebraska es, bajo mi punto de vista, uno de los mejores filmes que nos dejó el pasado 2013. A través de escenas en blanco y negro, un ritmo paulatino y una fotografía muy bien cuidada (y muy bien acompañada, por una banda sonora genial), el largometraje nos presenta una historia sobre la esperanza que perdura en una mente castigada que se enfrenta a sus últimos años sin nada que perder.

Woddy Grant, el protagonista del filme, es un anciano que entregó su vida a la bebida, olvidando por completo a su familia y convirtiéndose en alguien que se preocupa únicamente por sí mismo. Un día, Woody recibe una carta en la que se le notifica que es el ganador de un premio millonario, de veracidad dudosa para todo el mundo excepto él, que podrá recibir presentándose en las oficinas que la empresa tiene en Nebraska. Con un elemento motor basado en la posibilidad de cambiar su vida por completo, Woody decide emprender su viaje a pie (ya que no tiene permiso de conducir), dejando atrás una familia que le trata como a un loco.

Las primeras imágenes del filme, con un humor conseguido a través de la ridiculez de la situación, nos muestran a un iluso anciano que camina lentamente por una autopista y que es detenido, rápidamente, por la policía. Mediante este suceso, de la misma forma que el espectador, su hijo David conoce el propósito poco racional de su padre e insiste en que lo olvide. Pero la testarudez de Woody y la desesperación de David ante el asunto, harán que éste último acompañe a su padre en un viaje de varios días a través del país en el que crearán el vínculo padre-hijo que el egoísmo de Woody nunca permitió florecer.

Uno de los puntos fuertes de Nebraska es el carácter ambiguo de su género. Es lógico que la historia narrada a lo largo del metraje esté destinada al drama y, de hecho, así se presenta el filme ante el espectador. No obstante, a lo largo del filme son muchas las escenas que provocarán la hilaridad del espectador, a partir del comportamiento alocado de Woody y de diálogos con personajes peculiares que convivirán con nuestros protagonistas durante su estancia en el pueblo natal de Woody (Hawthorne), donde David conocerá a su verdadero padre a través de su pasado.

Mediante un largo viaje, el filme nos llevará por paisajes infinitos (que la fotografía no pasa por alto) hacia un destino desconocido que a pesar de su sombrío aspecto no evitará que David y el espectador deseen con todas sus fuerzas que el premio que Woody parece haber recibido sea auténtico.
SergiTesoro
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