Me dormí en mitad de la película, y con eso lo he dicho todo. Tras un inicio prometedor el relato emprende de pronto una alocada huida hacia delante entre lo absurdo, lo estúpido y lo delirante y a un ritmo aceleradísimo (una especie de política del calamar), todo para distraer y ocultar un clamoroso vacío de guion, donde los gags, intentando ser graciosos, resultan penosos hasta el hastío. Típica película de culto para friquis, aunque no la entiendan; yo tampoco la entiendo, pero como no soy friqui detesto haber gastado dos horas largas de mi vida presenciando este bodrio presuntuoso. Y sobre todo, por haberme dormido (que si no, me hubiera ido y aún aguanté optimista), producto del aburrimiento, que es lo más imperdonable que le puede pasar a una película y a quienes, como ésta, la perpetraron.

Nota: el humor absurdo es tal vez el tipo más difícil de humor y requiere de un talento especial que los realizadores de este engendro están muy lejos de tener. (¡Hermanos Marx, echadles un cable!)

Cuando doy cabezadas en mitad de una peli y no estoy cansado es porque la peli me desconecta. Esto me ha pasado con esta apuesta mezcla de aventuras, algo de fantasía y thriller (hasta ahí todo correcto), pero en el que unas reincidentes dosis de humor barato, a base sobre todo de diálogos sin gracia y papeles fuera de tono como el de Da'Vine Joy Randolph (la manager de la novelista), me acaban sacando de una historia tan trillada, además (el final es casi un calco de la actual "Uncharted"). Ni la siempre sobria y convincente Sandra Bullock consigue salvar esta matraca, en la que no pintaba nada.

Una fotografía espectacular del genial Storaro, una interpretación magnífica de Kate Winslet y un guión irregular de Woody Allen, con su típico gran pulso narrativo, sí (y cierto aroma teatral de Tennessee Williams), pero nuevamente inconcluso y huérfano de evolución y remate. Lo he dicho otras veces de Allen: prefiero que haga una película cada 3 o 4 años a que todos los años nos saque una historia a la que, presumiblemente por prisas, le falta un hervor o dos para redondearla. Tiene, de nuevo, todos los ingredientes para ser una gran obra, pero de nuevo se queda corta, acaso porque está pensando en la peli del año que viene. A diferencia de recientes obras maestras suyas como "Match point" o "Midnight in Paris" (por no hablar de sus clásicos de los '70 como "Manhattan" o "Annie Hall"...)

Una vuelta de tuerca más en el cine de violencia de Calparsoro en clave de thriller. La historia es simple pero muy efectiva; muy bien rodada, con la tensión bien dosificada para mantener la atención y, como siempre, la espléndida interpretación protagonista de Luis Tosar (también la de Fernando Cayo como secundario). Sería casi redonda de no ser por varios puntos adversos: un metraje algo corto que pedía algún giro más de guión, cierta incongruencia narrativa en algún momento de la trama, y errores de casting: Lucas Nabor apenas aporta nada a su personaje, y sobre todo, la fallida elección de Inma Cuesta, una actriz de muy pobres registros actorales (en mi opinión), más aún para su papel protagonista aquí como jefa de policía, lo que le resta no poca fuerza al relato.