Críticas de Claudio Sirkus
14 de abril de 2014
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo las críticas en diversos medios y me entra de nuevo complejo de Carlos Boyero de jardín.
Es cierto que las emociones entre Penélope Cruz y Fassbinder no se las cree nadie. Y es cierto que la historia está algo deshilachada y tiene ese toque algo snob de las nuevas películas sobre narcotraficantes
y criminales de los últimos quince años, donde se van sucediendo escenas impactantes y descontextualizadas
en las que no se entiende muy bien quién es quién, donde van, por qué, cómo y qué. Flota un cierto sabor a "oh,
si no sabes bien por qué este tipo está aquí hablándole a tal otro, bah, déjalo, el tema es algo serio y dirigido a un público inteligente y serio, sabes? ".
Y a pesar de ello, o quizá entre otras cosas, precisamente por ello, la película me parece muy muy buena.
El caos informativo y de personajes de la primera hora de película, está justificado: precisamente los detalles de la trama
sobre personajes concretos son lo de menos, porque no son necesarios para llegar al fondo psicológico y moral de lo que pasa en la vida del "Consejero". De lo que se trata es de pintar una atmósfera, escenario: un abogado metido hasta las trancas en el mundo del hampa a través de sus encargos profesionales, que se siente por encima del bien y del mal porque, oye tú, yo soy un chico estudiado, que se ducha y lleva trajes valencianos, soy de buena familia y no voy haciendo cosas raras ni drogándome: yo sólo soy abogado y tengo clientes estrafalarios y divertidos.
Y lo fundamental del mensaje queda dicho ya en los primeros minutos de la película: quien decide formar parte de lo oscuro, termina tomando parte en todo lo que ello representa. No se puede hacer negocios con narcotraficantes y pensar que tu vida va a tener los mismos dilemas morales que la de un funcionario de correos. No se puede ir a una guerra y pensar que es un trabajo como cualquier otro. Que vas a volver a casa como si hubieses estado vendiendo aspiradoras en Cuenca.
La película va desarrollando esa idea de manera subliminal hasta que van llegando las consecuencias, y la ingenuidad y prepotencia moral del personaje principal se van topando con la realidad.
Quizá es que al final, Ridley Scott sencillamente me ha conquistado con su referencia a la poesía de Machado. Pero creo que la película es una discreta, minimalista pequeña obra de arte.
Y a los más recalcitrantes críticos de la película les diría: aunque sólo fuera por ver el peinado demencial de Javier Bardem, el ticket del cine o el alquiler de la película en el videoclub habrán merecido la pena.
Es cierto que las emociones entre Penélope Cruz y Fassbinder no se las cree nadie. Y es cierto que la historia está algo deshilachada y tiene ese toque algo snob de las nuevas películas sobre narcotraficantes
y criminales de los últimos quince años, donde se van sucediendo escenas impactantes y descontextualizadas
en las que no se entiende muy bien quién es quién, donde van, por qué, cómo y qué. Flota un cierto sabor a "oh,
si no sabes bien por qué este tipo está aquí hablándole a tal otro, bah, déjalo, el tema es algo serio y dirigido a un público inteligente y serio, sabes? ".
Y a pesar de ello, o quizá entre otras cosas, precisamente por ello, la película me parece muy muy buena.
El caos informativo y de personajes de la primera hora de película, está justificado: precisamente los detalles de la trama
sobre personajes concretos son lo de menos, porque no son necesarios para llegar al fondo psicológico y moral de lo que pasa en la vida del "Consejero". De lo que se trata es de pintar una atmósfera, escenario: un abogado metido hasta las trancas en el mundo del hampa a través de sus encargos profesionales, que se siente por encima del bien y del mal porque, oye tú, yo soy un chico estudiado, que se ducha y lleva trajes valencianos, soy de buena familia y no voy haciendo cosas raras ni drogándome: yo sólo soy abogado y tengo clientes estrafalarios y divertidos.
Y lo fundamental del mensaje queda dicho ya en los primeros minutos de la película: quien decide formar parte de lo oscuro, termina tomando parte en todo lo que ello representa. No se puede hacer negocios con narcotraficantes y pensar que tu vida va a tener los mismos dilemas morales que la de un funcionario de correos. No se puede ir a una guerra y pensar que es un trabajo como cualquier otro. Que vas a volver a casa como si hubieses estado vendiendo aspiradoras en Cuenca.
La película va desarrollando esa idea de manera subliminal hasta que van llegando las consecuencias, y la ingenuidad y prepotencia moral del personaje principal se van topando con la realidad.
Quizá es que al final, Ridley Scott sencillamente me ha conquistado con su referencia a la poesía de Machado. Pero creo que la película es una discreta, minimalista pequeña obra de arte.
Y a los más recalcitrantes críticos de la película les diría: aunque sólo fuera por ver el peinado demencial de Javier Bardem, el ticket del cine o el alquiler de la película en el videoclub habrán merecido la pena.
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