Tarantino, el genialísimo director que es dios (y a él nos debemos en cuerpo y alma, amén), y que será recordado en los anales de la historia del cine por sus aportaciones tan personales como el plagio descarado (él lo llama homenaje) de cineastas de spaghetti westerns como Brian de Palma o Sergio Leone, o por su contribución al gore de serie B, nos trae su última "genial" sandez.

La película podía haberse llamado "Matando nazis", porque es un título que no ya resume, sino que expresa en sí mismo el único argumento y contenido de la película.
No hace falta ni verla, a no ser que disfrutes con la violencia y escenas sangrientas de todo a un euro, y para ello te tragues un pestiño soporífero de cerca de 3 horas con diversos personajes insulsos que no paran de hablar. Más claro, agua. En ese caso es muy posible que aguantes hasta el final.
Si, por el contrario, lo que quieres es que la película te cuente una historia o tenga un mínimo argumento, te aburrirás mucho mucho.

Por esta simpleza como el mecanismo de un botijo que es "Malditos Bastardos" están corriendo ríos de tinta que quieren ver homenajes al cine por doquier y genialidades varias.

Su enfoque de la segunda guerra mundial es tan original como el de los videojuegos Call of Duty o como el de "hay que matar a los nazis que son muy malos", solo que con actores famosillos, del que sólo cabe mencionar al que encarna al nazi Hans Landa que por lo menos está digno en su papel. Brad Pitt, menudo desperdicio, tanto de papel, como de actuación.

Tarantino ha demostrado que sabe hacer películas, que sabe imitar y copiar escenas de grandes cineastas del pasado, pero para estar en el pedestal de director de culto en el que está desde Pulp Fiction, creo que se le debería pedir como mínimo un poco de originalidad, y sobre todo, algo de contenido que haga a sus memeces un poco más amenas.

La película es impresionante, como lo es el argumento, bastante original en cuanto a temática en una película histórica, y esa poco publicitada Hipatia, tan bien interpretada por la guapísima Rachel. Una Hipatia apasionada que transmite esa EMOCION por la sabiduría y la ciencia, que, por lo que se ve, críticos incluídos, no muchos han percibido.

Si por algo se caracteriza Amenábar es por la precisión. Así como en otras películas Amenábar había hecho un trabajo de guión impresionante, en Ágora se adivina un enorme esfuerzo de realización, de documentación y ambientación. La recreación histórica que consigue es tan perfecta que es difícilmente superable. Que tal vez pretende contar muchas cosas en poco tiempo, no lo niego, pero lo resuelve con maestría y calidad, dejando un film redondo, interesante y bellísimo.

La fotografía y el tratamiento de la luz son hipnóticas, hechizantes, envolviendo las imágenes y los planos en una atmósfera de evocación e incluso de nostalgia por el fin del Mundo Antiguo y el paganismo, jugando con ella para producir emociones en el espectador. Si alguna vez me he imaginado Alejandría, me la he imaginado exactamente así. Memorias del inconsciente colectivo. Especialmente impactantes para mí fueron los planos más sombríos que simbolizan el inicio de la oscura Edad Media, donde a manos del oscurantismo y la intolerancia se destruyó gran parte del legado científico de la Antiguedad.

Altamente recomendable para todos, sobre todo para amantes de la historia y gente capaz de captar su enorme sensibilidad.
Amenábar nos demuestra que es un cineasta con todas las letras, versátil y adaptable a cada género, dejándonos siempre algo bueno, de mayor o menor interés según los gustos, pero siempre un producto de calidad.

He tardado en ver esta película y sinceramente, aunque es entretenida, original en su planteamiento inicial, muy alejado de la típica película hollywoodiense, no he podido menos que decepcionarme. Las expectativas que crea tanto premio y tan buenas críticas son tan altas que cuando por fín la ves, te deja frío. Suele ocurrir.

La primera parte, la que contiene la historia de los niños, de un realismo rompedor, no se puede negar que es impactante, a pesar del mareo que produce con tanto corte en las escenas y el montaje un tanto irregular. No obstante, te sumerge de lleno en los suburbios tercermundistas y crees estar viendo una buena película que te atrapa irremisiblemente con el corazón encogido.
Pero para mí todo se viene abajo en la segunda parte, mucho más convencional, fácil, almibarada y previsible, donde todas las impresiones que se han recogido en la primera parte se diluyen en una especie de "bluff". Una historia con un realismo aplastante que termina como un cuento de hadas al más puro estilo del sueño americano hollywoodiense/bollywoodiense, con millones de por medio. Bueno.

La sensación es agridulce, y más si tenemos en cuenta que la miseria continúa indefectiblemente en las calles de Bombay, y que los productores han usado literalmente niños de la calle para lucrarse.