Era una de estas veces que uno iba al cine pensando que, como el título de la película indicaba, nos invitaban a presenciar y compartir unos hechos de los que todos, de alguna manera, éramos y somos también protagonistas por muchas razones.

Sobre todo porque, entre otras muchas, igual que los amigos gastronómicos del Profesor Legazpi (José Coronado), miramos hacia otro lado mientras a nosotros no nos toquen, pero también porque en cualquier momento, cualquiera de nosotros puede verse amenazado de igual forma.

Sin entrar a valorar o discutir la cuestión política, cuestión a tratar en otros feudos más apropiados, lo siento, pero yo no me considero invitado.

A pesar de que está más que demostrado que lo que nos cuentan no es mentira y que sucede realmente, no me creo la película que me están contando. Quizás porque hay personajes que no me transmiten ese desasosiego, ese miedo, esa angustia que, seguro, se siente cuando uno es amenazado de muerte.

Y no por culpa de los actores y actrices, que en algún caso también, sino por algunos diálogos y puestas en escena que resultan muy simples y previsibles.

Cuando vayáis a ver esta película haceros a la idea que estáis en el salón de vuestra casa viendo cualquier serie de producción española. (os recomiendo Cuestión de Sexo, los miércoles en la cuatro; es, sin duda, la mejor).

Y digo esto porque esta película no deja de ser eso: una comedia televisiva enlatada en 92 minutos y a pantalla grande…………..pero nada más.

Hay que reconocer que, en algunas escenas, despierta sonoras carcajadas entre el público pero, como digo, eso también ocurre en la caja tonta con las series (y además, gratis).

Puestos a desmenuzar la película, de las 8 citas, sólo me quedaría con 3 de ellas: la segunda, la quinta y la sexta. No sólo por lo que nos cuentan sino por las buenas interpretaciones por parte de gente como Cecilia Freire, Miguel Ángel Solá, Adriana Ozores y Arturo Valls. (Qué pena que José Luis García Pérez, unos de los mejores actores en la actualidad, aquí se pase de rosca).

Lo que si he de reconocer es que todos nos reconocemos en la mayoría de las distintas situaciones que se nos presentan: ¿Quién no se ha creído enamorar cuando despierta en la cama después de una noche loca con una persona desconocida o, por el contrario, ha deseado salir corriendo? ¿Qué chico no se ha vuelto loco pensando en cómo declararse a su chica? ¿Quién no ha hecho el ridículo en casa de los suegros el día de la presentación? ¿Quién no ha tenido celos cuando conoce al ex de su pareja? …………………….y para los que ya peinamos algo de canas, ¿Quién no se ha hecho la pregunta sobre qué hubiera pasado si………… cuando el destino te vuelve a colocar delante de las narices a tu primera pareja, 20 años después ?

Cuando era más jóven de lo que ahora soy, elegí de manera natural a unos ídolos cinemátográficos que en mi caso resultaba ser gente como Steve McQueen, Clint Eastwood, Cary Grant o Burt Lancaster. De repente, uno se hace un poquito mayor y decide renovar esa lista de memorables intérpretes a los que adorará toda la vida.
Pero comprueba que resulta bastante complicado cuando se pone a compararlos con los Brad Pitt, Hugh Grant o Tom Cruise de ahora.
Sin embargo, hay un tipo por ahí ( John Cusack ) que tiene, a mi entender, "algo especial" que le otorga esa posibilidad de entrar en mi paraíso mitómano.
Y lo sigo con atención, llegando incluso a venerarle por papeles como el que realizó en "Alta Fidelidad" o "Medianoche en el Jardin del bien y el mal".
Pero, mira por dónde, cuando creo haber conseguido rejuvenecer 20 años y seguir con interés una filmografía y crearme un "nuevo pequeño ídolo", se decepciona al comprobar que se preste a participar en semejante bodrio titulado "The Contract".
¡ Qué horror !
No, John, no sigas por ahí, por favor. Ni siquiera te excusa decir, como he leído en alguna revista, que querías trabajar con Morgan Freeman. Estoy seguro que debe haber multitud de guiones y argumentos infinitamente mejores. Hablad, los dos, con vuestro amigo y admirado Clint y seguro que os busca algo decente.
Volveré a darte otra oportunidad. No le fastidies este nuevo sueño a un cuarentón que busca desesperadamente nuevos Lancaster, McQueen, Grant, Redford, Newman, etc.

En realidad, y a pesar que el núcleo argumental de la película se apoya en los últimos días de un anciano padre con demencia al que sus dos hijos tienen que cuidar, paralelamente y aprovechando este hecho, nos refleja lo que una situación como ésta despierta y provoca en esos hijos.

Además, nos lo ofrece con la originalidad, no cayendo en el tópico, de unos hijos que no se han llevado nunca especialmente bien con su padre. De unos hijos que, en su actual mediana edad, están pagando precisamente las consecuencias de una infancia infeliz y deambulan por la vida un tanto perdidos sin apenas contacto entre ellos.

Los que, por desgracia, tenemos a los padres en una situación parecida, sabemos las cuestiones contradictorias que esto provoca en nosotros. Precisamente y a pesar de que cada uno de los hermanos parece afrontar el problema de distinta manera, en algún momento nos sentimos identificados con ambos.

Identificados, por ejemplo, con Wendy (Laura Linney) cuando no acepta ingresarle en un asilo o residencia (diferencia, por cierto, que aquí en España no existe) o identificados con Jon (Philip Seymour Hoffman) cuando tiene muy claro que es la mejor solución.

Esta película nos cuenta la típica historia con psicópata de turno que se escapa de la cárcel para saldar cuentas con la persona que le envió a ella pero, para disimularlo, nos introducen paralelamente una historia de un gigantesco meteorito que se va a estrellar contra la Tierra en el plazo de tres días, sin esperanza alguna de supervivencia.

¡Qué original!……………. y ………… ¡Qué coñazo!

Ante tal original propuesta, los primeros veinte minutos consiguen mantenerme atento a la pantalla esperando que, además, me justifiquen los halagos que la película había recibido.
Sin embargo, ésta va decayendo alarmantemente a la misma velocidad con la que cae el supuesto meteorito sobre la Tierra.
Llega un momento en que me parece estar viendo “El cabo del miedo”. La pelea entre Ale (Victor Clavijo) y Lucio (Eduard Fernández) en la fábrica de cemento logra sonrojarme.

Eso si, la peli me ha servido para confirmar, una vez más, mi desconfianza absoluta en los festivales de cine, llámense Oscars, Goyas o demás eventos de la geografía cinematográfica mundial. Aunque parezca increíble consiguió la Biznaga de oro a la mejor película en el reciente Festival de Cine Español de Málaga.

Al final va a resultar que el único festival con dignidad es el de Eurovisión, y sólo este año, gracias al “Chiki, Chiki”. Al menos, nos avisan de antemano lo patético que va a resultar.