El problema de esta peli es que los diálogos podrían haber sido ingeniosos si el guionista hubiera querido o podido sacarle partido al material, pero solo querían hacer una fábula tonta con un mensaje demasiado obvio como para rellenar el metraje.Frank Langella hace lo que puede con un personaje tontorrón y patoso y el robot no consigue despertar odio ni simpatía. Solo ese descubrimiento al final de la cinta le da cierto sentido. Solo un poquito. Menos mal que las entradas eran regaladas porque estoy harto de dar cabezadas en el cine.

Una de las más pretenciosas basuras que ha dado el cine español en lo que llevamos de década. Los efectos especiales y la música sobredimensionada en los momentos en que se desea hacernos llorar no lograron disipar durante todo el metraje un sopor de película de sobremesa. Nunca un niño me revolvió el estómago como el protagonista, empeñado el director en hacernos ver que todo lo que pensaba y sentía era muy intenso. Los momentos de comunión de almas son espantosos. Eso sí, el ratito que dura el tsunami da fe de que Bayona puede ser un buen director de video juegos.

Oigan, si, como me ocurre a mí últimamente, se les va la cabeza en muchas ocasiones a la posibilidad de una muerte prematura (con o sin fundamento) o sienten (con o sin fundamento) que anda enseñando la guadaña la señora de la guadaña, no les recomiendo que vayan a ver esa peli tan cacareada porque son dos horas de vida tiradas a la basura y la señora de la guadaña se descojona de la risa con la cara que se os queda al finalizar la tortura.
El otro día cené medio kilo de carne sangrante con patatas fritas a la 1 de la madrugada, tuve una digestión pesada y soñé cosas raras que perfectamente podrían ser una peli como esta si no fuera porque la gente normalmente se aburre cuando alguien les cuenta sus pesadillas. La pretenciosidad y el absurdo campan a sus anchas y sí, está bien rodada pero con tal falta de criba y autocrítica que aunque esas dos horas perdidas me hubieran llevado a algún sitio no hubiera podido olvidar los diálogos anquilosados y estupidez de la propuesta.

O cómo joder una película con buen fondo, buena música y buenos intérpretes hiperbolizando hasta la náusea el egocentrismo del protagonista, un personaje que se hace desagradable desde el primer momento quizás porque el gran músico lo era. Supongo que con el material que tenía Taylor no pudo hacer nada mejor y, de hecho, tiene momentos brillantes, pero probablemente el biopic sea siempre una trampa para cualquier director, que no puede evitar dejarse llevar por la idolatría, como le ocurrió a Clint Eastwood en Jersey Boys. Probablemente estos films que intentan explicar al personaje harían bien en ceñirse a una parte concreta de la vida del mito y no intentar magnificarlo con una historia soporífera en flash backs que recorren toda su vida. Eso sí, imprescindible para fans de Brown y de la buena música en general. Es un caso más en el que me sorprenden las buenas críticas, aunque supongo que se deben a que consigue sobresalir en el terreno espinoso de las pelis de este (en mi opinión) subgénero.

Paul Thomas Anderson sabe que es grande, el problema es que lo sabe demasiado. Le cuesta hacer la criba de sus ideas geniales. Sus ideas son todas innovadoras y originales y no es capaz de prescindir de ninguna consiguiendo así que la línea argumental se vea esclavizada por el virtuosismo estético, el ritmo (casi coreografía) y el impacto visual. Los actores se ven esclavizados también por ese torrente de creatividad y rozan el exceso con frecuencia. Todos sabemos que un papel de tarado casi siempre es un Oscar. Joaquin Phoenix sorprende al principio con su intensa interpretación pero poco a poco uno siente unas inmensas ganas de que no adopte más esa pose ridícula de brazos en jarra que dentro de unos años alguien parodiará. Phillip Seymour hace también creíble el absurdo de su personaje. Puede que el premio a la contención se lo debiera llevar Amy Adams. En fin, el elogio de la locura es algo que a mí, personalmente, me agota y me da risa. No pude evitar al verla pensar qué hará en su momento Ben Stiller, al que le daba risa el monólogo de Brando en Apocalipsis now, si se decide a parodiarla. Espero ansioso a que Thomas Anderson se guste un poco menos y le gustemos nosotros un poco más. Solo un poco.