Críticas de Hakkinen
1 de julio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se centra en los traumas históricos de España tal como pudo hacer Lars von Trier en su trilogía sobre Europa, pero con un tono jocoso, mordaz. Deberíamos revaluar un guion tan magistral e inclasificable que, pese a la voluntad de su director, escapa al gran público -e incluso a muchos críticos-, según he leído.
En escena, un diminuto "hombre bala", de ínfula desmedida se equivoca, atestigua un muro de piedra; y nosotros, pueblo español entusiasta, aspiramos a ideales deleznables, además de inalcanzables -interpreto yo-. Divertida, sí, aunque durante la película respiraremos miasma macerada, insoportable, nihilista; a propósito de, entre otros elementos, el humor negro y la grisácea fotografía.
Este posible <<Día de la bestia>> madurado describe las neurosis sociales, la dicotomía de un país y la tirantez entre sus partes, la inconfundible idiosincrasia española en cocción, la doblez de unos personajes histriónicos que marcan la línea entre la lucidez y la locura. Todo grotescamente aderezado hasta culminar en un inefable final en el cual un payaso, que encarna dos roles opuestos, rompe en llanto ante la esterilidad de sus sueños.
Aun presentándose como una gran broma de circo, el film encierra una tragedia psicosocial que se deja mostrar, de soslayo, en una última escena "tiránicamente" inmejorable.
En escena, un diminuto "hombre bala", de ínfula desmedida se equivoca, atestigua un muro de piedra; y nosotros, pueblo español entusiasta, aspiramos a ideales deleznables, además de inalcanzables -interpreto yo-. Divertida, sí, aunque durante la película respiraremos miasma macerada, insoportable, nihilista; a propósito de, entre otros elementos, el humor negro y la grisácea fotografía.
Este posible <<Día de la bestia>> madurado describe las neurosis sociales, la dicotomía de un país y la tirantez entre sus partes, la inconfundible idiosincrasia española en cocción, la doblez de unos personajes histriónicos que marcan la línea entre la lucidez y la locura. Todo grotescamente aderezado hasta culminar en un inefable final en el cual un payaso, que encarna dos roles opuestos, rompe en llanto ante la esterilidad de sus sueños.
Aun presentándose como una gran broma de circo, el film encierra una tragedia psicosocial que se deja mostrar, de soslayo, en una última escena "tiránicamente" inmejorable.
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