Sí, señores, como oyen, la imaginación del maestro de maestros del anime japones sigue intacta. Quizá no se trate de una obra tan redonda como otras anteriores, pero lo cierto es que uno disfruta viendo la cascada de acontecimientos que se suceden en la pantalla, y acaba rejuveneciendo hasta su infancia más añorada.

Y es que esta es una de los obras más infantiles de Miyazaki, pero no por ellos pierde nada de interés para adultos, ni cae en ñoñerias.

Me resulta sorprendente la buena acogida de esta película en general, no solo ya en forma de premios o nominaciones, sino en lo que se refiere a la mayor parte del público. Digo esto pués la pelicula pretende ser un drama, y a estos al menos se les ha de requerir cierta veracidad. Pués bien, la película apoyada en un azucarado guión carece de toda ella y nos encontramos situaciones esperpenticas (ver spoiler) que nos hacen replantearnos toda ella en su conjunto.

Si al mediocre guión le añadimos una dirección bastante convencional, que se alarga durante más de 40 minutos, nos queda una película difícil de asimilar. No me extraña para nada que este Martin Brest haya acabado cayendo en saco roto...

La película hubiese acabado siendo carne de sobremesa de no ser por encontrarnos con unas interpretaciones bastante buenas y la BSO del siempre eficiente Thomas Newman.