Fue el periodo del terror que senadores gays como McCarthy o Cohn instauraron contra otros gays. En líneas generales el movimiento se llamó "mccarthysmo" y arruinó las carreras de muchas personas dedicadas a la política, al espectáculo, al arte, a la cultura y al ejército que tuviesen (o no) filias izquierdistas, en ese momento únicamente vinculadas a un comunismo que se vendía como la hidra de siete cabezas. Una época para olvidar y de la que Estados Unidos todavía no se avergüenza lo suficiente.

La supervivencia de la comunidad LGTB durante ese hipócrita y nefasto periodo para la misma, donde una simple mirada podía arruinarte la existencia, está muy bien tratada en esta miniserie, con la que Matt Bomer y Jonathan Bailey realizan además sus mejores interpretaciones hasta la fecha, demostrando que son mucho más que dos joyas de la naturaleza humana y tienen mucho que decir a nivel actoral; siendo en este plano muy diferentes, y no me refiero solo a sus papeles. Se nota muy especialmente el compromiso de Bomer, que también produce la función y que es muy de agradecer.

A mitad de su desarrollo, más o menos, la serie se sumerge en otro periodo igual de nefasto y más focalizado si cabe en la comunidad LGTB: la condena y la estigmatización que sufrió durante la época de eclosión del virus del sida. Aquí se echa también mano del flashback en numerosas ocasiones, y en algunos momentos recuerda mucho a "The Normal Heart", protagonizada hace casi 10 años por el propio Bomer, aunque cambiando ahora los roles. Este fragmento de la serie tiene escenas brillantes pero no logra la ejemplar solidez, casi sin fisuras, de la primera mitad. Se podría decir que va de más a menos, si bien nunca pierde el pulso, ni el interes ni, sobre todo, la verdad de la mirada con la que cuenta décadas de amor, pasión, dolor, sufrimiento y mucha, mucha intolerancia que aún no ha sido superada.

Y sí, se agradece que la mayoría del cast sea integrante de la comunidad, protagonistas a la cabeza, pues si bien soy de la opinión que cualquiera puede (y debe) interpretar a cualquiera, en producciones como esta debe concurrir un compromiso fuerte, una entrega muy plena y, sobre todo una conciencia basada en lo personal que hace que se ponga toda la carne en el asador, de forma que, si no hubiera sido de ese modo, el resultado hubiera podido ser brillante solo desde el punto de vista cinematográfico, y no desde el punto de vista cinematográfico y de retrato social involucrado, valiente y honesto, como ha sido el caso de "Fellow Travelers". Y eso no se llama ser sectario, se llama contar las cosas en primera persona, para bien y, lamentablemente, para mal.

Recuerda mucho por momentos a "Man in an orange shirt" pero se queda a años luz de esta excelente miniserie protagonizada por Vanessa Redgrave, Oliver Jackson Cohen y Julian Sands, entre otros.

Más bien es como un calco deslucido de la anterior, con unos personajes que no acaban de transmitir, un guion que no acaba de cuajar y una dirección que ni innova ni arriesga. Tiene momentos emotivos y esta rodada con gran elegancia pero casi hasta ahí se reduce lo positivo.

Tampoco sirve de retrato de la sociedad británica de 1957-1958, tan conservadora como contradictoria, pues tres años después se rodó "Víctima" con Dirk Bogarde, una de las primeras cintas abiertamente homosexuales, una obra valiente, inteligente y sensible, de cuyo espíritu este producto de Amazon podría haber bebido un poco.

Harry Styles es un icono de masas contemporáneo. Y ahí se queda. A nivel interpretativo deja bastante que desear. Es solo un gancho comercial, muchos otros actores le hubieran sacado más jugo a un papel no brillante pero sí lucido.

David Dawson y las dos actrices están mucho mejor (lástima que a la compañera de trabajo no se le dé más cancha). Y el problema de Rupert Everett (un mito gay de verdad) y Linus Roache (prota de "Sacerdote", esta sí que es un hit del cine gay) es que su presencia es muy efímera y sabe a (muy) poco.

Tras la muy incomprendida "Drácula" con Claes Bang regresa el binomio Steven Moffat/Dolly Wells para ofrecernos, por parte de él, otro arriesgado producto televisivo que destila una negrísima autoparodia muy británica, y por parte de ella un bombón de personaje que nuevamente engaña a primera vista, ya que lo que al principio podía parecer una intelectual frágil y anodina se convierte de nuevo en una maquiavélica heroina más lista que el hambre que no duda en manipular sibilinamente a cada verdugo para salir del paso.

La trama se retuerce una y otra vez para no perder un ápice de su intriga, siendo lo mejor el no tomarse nunca en serio a sí misma. En esto adopta también, no sé si intencionadamente o no, un punto de vista similar al de Buñuel en obras como "Ensayo de un crimen", tan cínica como fascinante.

En este caso la robaplanos Wells se mide con uno de su altura: el siempre magnífico Stanley Tucci, que aquí es como un Hannibal Lecter con el mordaz glamour de su personaje en "El diablo viste de Prada", ahora con estilismo spring/summer de las marcas "Cadena Perpetua" o "La milla verde" puesto al día.

Más que "Desde dentro", una miniserie (o eso parece, ver spoiler) desde las entrañas. O cómo poner la carne en el asador, o mejor en la caldera averiada, para mostrar que todo ángel es terrible, y más si es un pastor bastante gafe obsesionado con ganarse unas alas que le quedan grandes.

No casa que el personaje que aparece en la otra película sea el que enlaza con esta, por mucho lapso temporal que haya y lo que pueda haber vivido (o no vivido). En "Verónica" todo era más áspero que el salfumán (y mucho más bueno) y en esta la protagonista es poco menos que una Heidi con hábito. Por cierto, lo de que un acento andaluz tan marcado desaparezca con la edad sí que es un fenómeno sobrenatural.

La obra de Paco Plaza me interesa mucho en general, pero aquí precisamente no ha estado muy fino. Más bien es de lo peor que he visto suyo, sobre todo porque es un terror que no asusta, previsible, trillado y hasta con un toque de culebrón, que es quizás lo peor de la función monjil. A veces parece estar uno viendo "La monja" con fragmentos de "El secreto de Puente Viejo" pero sin la gran María Bouzas y su Joan Collins versión cantábrica.

El único punto positivo en su totalidad que veo es el buen hacer de las actrices; sobre todo las niñas, Luisa Merelas y la infravalorada Chelo Vivares, que ni aquí puede dejar de lado su enorme vis cómica. Vaya un aplauso muy especial para Maru Valdivielso, a la que he visto muchas veces en cine y teatro, y aunque esto último se le da mucho mejor, siempre en la gran pantalla cumple (y con creces) con sus papeles.

Y no es porque sea mala ni mucho menos, sino porque lo que podía haber sido una magnífica película se ha quedado en una película correcta que podría haber dado mucho más juego, nunca mejor dicho. El error de bulto ha estado sobre todo en el planteamiento del desenlace, pero no ha sido el único. Una lástima porque lo bueno es muy bueno, pero se ve tan empañado en su tramo final que hace que nos olvidemos, y hasta nos indignemos, de lo visto anteriormente. El resultado es una especie de "Weekend" marital, descafeinado y meapoquito.

Puntos a favor del partido:

Visualmente muy destacable.

Romance potente.

Sensibilidad en la mayoría de su puesta en escena.

Guion solvente en sus dos primeros tramos.

Algunos esforzados actores, en especial Lincoln y varios de sus compañeros de equipo.

Trama adictiva, los 134 minutos se hacen cortos.

Gran canto de amor al rugby, un deporte con más alma y nobleza de lo que muchos creen.

Admirable la naturalidad con la que la homosexualidad se refleja en un mundo tan hipócrita y reprimido sobre el tema como el deportivo. Y no me vale lo de "claro, es un equipo LGTB" ya que podrían haber caído en clichés y tópicos que han evitado con destacado acierto.


Y ahora en la zona spoiler los puntos en contra que a veces la dejan cerca del k.o. más contundente: