¿Has visto "50 sombras de Grey"? Pues quítale la poquita carne que se veía, el cuarto rojo y añádele el mayor pagafantas que puedas imaginar y ya tienes una imagen muy aproximada de esta película.

(Continuo la crítica en la parte de "destripes")

Se trata de una más de las comedias para consumo interno del mercado nacional italiano, plagada de referencias políticas, culturales y sociales que sólo entenderán los italianos o aquellos que conozcan muy bien el país transalpino. La actualidad política italiana da forma a los personajes, estereotipados y planos, que pueblan el film. Sin conocer las referencias (a veces veladas, a veces excesivamente explicitas) la comedia decae hasta convertirse es una parodia de película de enredos que parece guinizada por un fan obseso de José Luis Moreno. Y es que cuando el chiste no es sobre tal o cual político, será porque recurre a topicazos machistas.

De la película sólo se salvan dos cosas. La primera, la actuación de Ricky Memphis ("Walter Bianchini"), que muestra durante todo el metraje un estupor fruto del desconcierto y el hastío. La identificación con el personaje por parte del espectador es inmediata. Si "Bianchini" parece estar preguntándose continuamente que diantres hace ahí, nosotros también. Lo segundo son las postales que nos ofrece de Budapest. El porqué de la elección de la ciudad, sus productores lo sabrán (aunque abaratar costes puede que haya sido la clave), pero por lo menos se deleitan en hacernos un paseo turístico por alguno de los rincones más característicos de esta capital del Danubio.

Esta película pasará al olvido rapidamente. No se trata, desde luego, de una pieza que se vaya a ser recuperada en el futuro. De hecho, es probable que en un año haya quedado totalmente desfasada, habida cuenta de la velocidad a la que muta el panorama político en el país de Leonardo da Vinci.

Cada vez son más las adaptaciones cinematográficas o teleseriales de calidad, que no desmerecen a los libros en los que se basan. "Juego de Tronos", "Highlander" y otras aún en emisión son sólo un par de ejemplos. "The Last Kingdom" es otra.

Los mundos que recrea Cromwell en sus libros son oscuros, sucios, mundanos y tremendamente realistas. Lo mismo que la serie. Sin llegar a caer en el feismo ni en los giros shakesperianos de otras series, "The Last Kingdom" nos presenta personajes creíbles, con límites que podemos reconocer, con sus filias y sus fobias, con sus deseos y temores. No esperen que un personaje "bueno" dé un giro y de la noche a la mañana se convierta en un nuevo archienemigo; cada cual juega con las cartas en la mesa, pero eso no lo hace menos atractivo, al contrario, pues para el espectador son evidentes los conflictos por llegar, más aún que para los personajes.

Pero si en algo destaca la serie es en la ambientación. Nada de batallas multitudinarias con miles de soldaditos generados por ordenador, un par de miles por bando y punto, al fin y al cabo estamos en el siglo IX Se trata de batallas realistas, con hombres aterrados tras un muro de escudos, con táctica y estrategia, con problemas de suministro, con debilidades, con victorias pírricas y derrotas disfrazadas de éxito. Tampoco nada de palacios rutilantes y nobles emperifollados, aquí hasta la condesa de turno tiene que arremangarse y ayudar a aventar el grano, y cuando toca dormir, a la sala común, sobre un colchón de paja. Y ahí es donde sobresale Cromwell, que además coescribe los guiones, lo suyo es de un realismo apabuyante.

Los actores, hasta el momento, cumplidores y atentos a sus personajes. Lo único reseñable es la belleza casi femenina de Dreymon, que no pega ni llega, que no se nos hace propia de un tipo que vive de su espada. Sin embargo lo suple con una actuación equilibrada, a lo cual ayuda un personaje que tiene las ideas bastante claras. El rey Alfred, interpertrado por un muy profesional David Dawson, me parece uno de los mejores aciertos. Taimado, sutil, inteligente... todo un acierto.

En cuanto a la parte femenina, si bien les corresponde un papel bastante secundario (con la excepción de Brida/Emily Cox en los primeros episodios), también han acertado en la selección de actrices, así como en el tratamiento de los personajes. Una vez el realismo es evidente, nada de belleza despampanantes embutidas de vestidos de ensueño, a lo sumo se trata de mujeres de una belleza muy de andar por casa, restringidas al papel que en ese periodo histórico le era conferido. Con la excepción de Brida, otra vez.

Aceptémoslo. Antes de ir a ver una película, hayamos leído o no críticas, nos la hayan recomendado o no, la llevamos juzgada de antemano. Y si no es un juicio (que creemos) más o menos fundamentado, la empujamos a alguna de las categorías que nos son tan útiles: "de vaqueros", "comedia romántica", "drama político", etc... Sí, todos lo hacemos. Nos hace la vida más fácil y nos ahorra ver películas de directores que no tragamos ("oh no, otra de Almodovar no").

Con "Begin Again" Carney rompe el esquema típico de la comedia romántica. Primero porque no busca la risa floja, sino la sonrisa cómplice, y segundo porque el romance es más como un aroma que flota dando una cierta atmósfera a la cinta, y no un elemento fundamental.

Tampoco es una película de músicos ("The Wonders", "Almost Famous", "Music and Lyrics", etc...). La música es importante, es vital para la película, pero también podría ser otra cosa. Como en las novelas de Nick Hornby, los personajes necesitann un tema de conversación, un elemento que ponga en marcha la trama, y aquí es la música.

Así que ni comedia, ni romance, ni música. Así que ¿qué nos ofrece Carney? Pues nos ofrece una revisión de una de sus primeras películas ("Once"), pero más al gusto de Holywood. Amable, simpática, con una ligera crítica al mundillo de las productoras musicales y un palo magistral a la estética del urbanita modernillo. Desde luego, es una sorpresa que se agradece.

En cuanto a los actores, Knigthley está muy bien en su papel de "vecina-que-todos-quisieramos-tener" y Ruffalo... buen, Ruffalo es Ruffalo, si te gusta bien, y si no, pues intentas no prestarle mucha atención.

Lo único lamentable es la subtrama en torno a la familia de Dan. No queda muy claro si van, vienen o se quedan en medio. Una pena, la verdad, sin ese "colgajo" la película podría ganar muchos enteros.

De las orillas de un lago helado de Suecia a la apacible calma de un pequeño pueblo de los Abruzzos. No podríamos esperar otra cosa que calma, y eso es lo que obtenemos. Si el espectador busca la versión Clooney de "Misión Imposible" va sentirse sumamente decepcionado.

Para tratarse de una película de espías, la historia que nos cuenta Corbijn es mínima, no hay grandes tramas internacionales, ni enemigos temibles, ni "gadgets" milagrosos. Todo sucede con una familiaridad pasmosa; casi te esperas que Clooney invite a su siguiente víctima a una café antes de descerrajarle dos tiros... ¿o puede que me esté yo liando y eso mismo pase en la película?

Toda esa calma, esa trama tan escasa y el trabajo de los actores, muy contenido, dan como resultado una película sin sobresaltos. La tensión ni se masca, ni se palpa: no hay tensión. Un par de escenas algo más aceleradas, pero poco más. Eso sí, la fotografía, que resalta los paisajes naturales y urbanos, atrapa la retina del espectador, y la selección del pueblecito, que con sus intricadas y laberínticas callejuelas acaba siendo un personaje más, son, junto a Clooney, los principales argumentos que nos pueden llevar a ver el film. Eso sí, durante una tarde perezosa de domingo, sentadito en el sofá y con el teléfono apagado: con calma, con muuucha calma.