Pertenezco a ese sector tardío en lo cinéfilo que ha descubierto esta película a raíz de haber inspirado la serie homónima, y, para mi humilde gusto, las comparaciones son odiosas. Puedo comprender que en una serie el argumento fluya de manera lenta, que avance con calma y profundice en la psicología de los personajes. Esta película cumple lo primero y lo segundo, pero lo tercero no, dado que no he encontrado psicología alguna en la que profundizar, salvo quizá la de un gran Peter Stormare, y la del histriónico Steve Buscemi. Para mí ellos dos son la única chicha que tiene la película, y los que para mí la salvan del suspenso. El Oscar que se llevó McDormand no me lo explico, sinceramente. Por no hablar por el personaje principal, Lundegaard. Pocos recuerdo tan pusilánimes. Mis queridos Lorne Malvo y Lester Nygaard, con Fargo, han dejado a Fargo a la altura de una zapatilla.

Los motivos de McCandless son cuestionables. Su actitud o su personalidad también. Pero estoy seguro de que cualquiera que alguna vez haya sentido la necesidad o el deseo de escapar de todo, aunque fuera sólo por un tiempo, y desconectar del mundo en el que vivimos para conectar en el que estaba aquí mucho antes de que llegáramos nosotros, cogerá al menos un poquito de cariño a este personaje. Quizá sea una peli para verla en un momento en el que sientes esa necesidad, pues si no empatizas con el personaje puede llegar a resultar cargante.