El problema con esta serie tan bien ambientada y tan bien interpretada resulta de su manera de tratar el tiempo y por ende la historia. Esta se desarrolla, temporada tras temporada, de manera circular. No hace otra cosa que repetirse. Se repiten incluso los tramposos "Deus ex Machina".
Pasan muchas cosas pero nada cambia. Los Shelby ansían poder y luchan por conseguirlo. Algún antagonista, utilizando los métodos más viles, trata de impedirlo. Muchas cosas suceden. Pero Thomas, más inteligente que todos y con la "gracia de Dios" de su parte consigue que nada cambie.
El problema con esta serie tan bien ambientada y tan bien interpretada resulta de su manera de tratar el tiempo y por ende la historia. Esta se desarrolla, temporada tras temporada, de manera circular. No hace otra cosa que repetirse. Incluso los tramposos Deus ex Machina se repiten.
Así, ver los Peaky Blinders no difiere en su manera de desarrollarse, pese a su obvio refinamiento, de las tele-series de policías/detectives en que cada capítulo es idéntico al anterior.

Marder me deja frío con su aproximación a la sordera. Es por la linealidad de la historia, y por la ausencia de personajes bien definidos más allá de un protagonista con el que no logro empatizar, y cuyos ataques de ira y tatuajes marrulleros me recuerdan a los del también "mardereninao" Ryan Gosling en "cruce de caminos".

Es por la extraña temporalidad, que la película parece no tener en cuenta, desarrollando su evolución estáticamente a través de unos corta y pega, un pelo teñido que no crece y algunos cigarrillos en el porche. Dos semanas, tres meses, un año... No importa.

Me deja frío porque el guion es tramposo, confuso, errante y lento o atropellado en los lugares equivocados.
Porque la película es fría y carece de todo sentimentalismo, detalle alabado por todos que me deja helado en la butaca.

Se ve, se oye y se olvida.

Más que ante una película nos encontramos ante los estertores de algo. La reiteración de lo mismo, un contenido tan manido y visitado con anterioridad que más que ante una película nos encontraríamos ante un cliché. Y lo escribo en condicional por haber dicho lo de "visitado con anterioridad" en sentido literal, ya que más que ante una película nos encontramos ante un plagio.

Estuve hace no mucho en mi viejo barrio y habían vallado los soportales. Por temor a los ladrones, dicen o para que no jueguen dentro de ellos los niños, creo. Es un barrio de ancianos. Pese a las vallas (las vallas y los muros, imagen de estos tiempos), y la vejez de los vecinos y la muerte de los que ya eran viejos, el barrio era el mismo.
"El dragón de los deseos" ha cambiado algunas cosas pero ni si quiera se ha molestado en cambiar las suficientes para no seguir siendo Aladdin.

El argumento gira en torno a Din, un humilde chico chino hijo de madre soltera que conoce a Lina, una chica de su edad con la que la vida se le hace más fácil, que de la noche a la mañana debe de abandonar el barrio para no regresar jamás. Años después Din sigue obsesionado con este revés, hasta el punto de la esquizofrenia (la escena del cartel publicitario, entre el terror y la risa) mientras Lina parece haber triunfado en la parte alta de la ciudad.
Fácilmente se pueden imaginar la historia a partir de aquí.

Es una historia machista en la que los personajes femeninos carecen de profundidad y sólo sirven para servir a sus correspondientes hombres: la madre de Din sirve a su hijo y Lina sirve a su padre. Padre e hijo no parecen sino dos etapas de un mismo hombre, incapaz en el fondo de vérselas con el mundo, inmaduros, soñadores y en el alma ambos todavía niños.

Es una historia tramposa acerca de las virtudes de la pobreza y la "frialdad de los palacios". Imita la trampa de Titanic: Kate Winslet visita a los pobres que cantan y bailan juntos bajo cubierta. Y se siente arropada lejos de los grandes salones dónde sólo hay cuchillos en la espalda y miradas de desprecio. Una escena similar acontece a Lina durante el metraje, tan ofensiva por la inhumanidad en el retrato de los favorecidos como por la absoluta simpleza de los no.

Es un película peligrosa en sus ideas y en sus moralejas, en el tipo de personalidad que trata de forjar. Ni siquiera es una película útil porque estos tiempos ya no son esos y, si bien no se coloca en el "lado equivocado de la historia" si lo hace en el lado antiguo, casposo.

Nunca debió ser hecha, nadie nunca debería haberla visto, ojalá yo no lo hubiese hecho. El arco dramático del dragón es tan estúpido que me entran ganas de llorar aquí mismo, recordándolo.
En definitiva es una película soez en su trato con el espectador, en su condescendencia y en la falta de escrúpulos con la que desvergonzadamente imita las más desvergonzadas cumbres del cine taquillero y pueril de los últimos años.

Es lo peor de nuestra sociedad, de nosotros mismos: de nuestros errores y explotaciones. De esta infelicidad social que hace proliferar cada vez más y más tipos de enfermedades psíquicas y de farmacología para paliarlas. De este individualismo cimentado en mentiras tales como el "autodescubrimiento" o el "hacerse a uno mismo".

Sencillamente, es lo peor de todo.