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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.209
Críticas ordenadas por utilidad
9
31 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La chica, moribunda, camina por los raíles, con las ropas destrozadas y ensangrentadas. Se oyen gritos, disparos y explosiones por todas partes.
Pero ella sigue caminando, quizá intentando huir de ese infierno, quizá intentado morir de una vez...

No sé si otros también coincidirán, pero yo la considero una de las secuencias más desoladoras que se hayan presenciado en el cine; cuando las balas alcanzan finalmente a la pobre muchacha, violada, maltratada, enferma y a punto de morir, parece que también nos alcanzasen a nosotros. También es, ciertamente, una de las mejores escenas que Brian DePalma ha filmado, y que se encontraría en una de sus mejores películas, "Corazones de Hierro", proyecto de largo aliento en el que se embarcó tras el enorme éxito cosechado con "Los Intocables".
Dicho proyecto sería comentado al director por David Rabe, guionista de la también ambientada en Vietnam "Desechos", a finales de los '70, aunque no se llevó a cabo por falta de presupuesto. La historia de Rabe se basaba en un triste y escandaloso hecho real conocido como el "Incidente de la Colina 192", sucedido el 19 de Noviembre de 1.966, cuando un grupo de jóvenes soldados secuestraron y violaron brutalmente a una joven vietnamita llamada Phan Thi Mao, para luego asesinarla en pleno combate. Sólo uno del grupo la defendió e hizo lo posible para que sus compañeros fueran condenados: Robert Storeby. Estos sucesos fueron recogidos y publicados por Daniel Lang en el New Yorker tres años más tarde.

Después se intentaron adaptar en multitud de ocasiones sin resultado alguno, conseguido al final por Michael Verhoeven en 1.970 con "O.K.". Y es que, en aquella década, la industria del cine daba la espalda a la Guerra de Vietnam, casi sin excepción, por considerarse un tema impopular y dudosamente rentable, todo lo contrario de lo que ocurriría en los '80, que a raíz de clásicos pioneros como "Apocalypse Now!", "Los Chicos de la Compañía "C" ", "La Patrulla" o "El Cazador", las pantallas se llenaban de películas bélicas con el conflicto américo-vietnamita de tema central, y más aún tras el estreno de "Platoon". En el guión de Rabe, Phan Thi Mao pasa a ser Than Thi Oanh, y Robert Storeby es Max Eriksson.
Éste, como muchos otros jóvenes, es enviado por su propio Gobierno a matar y ver morir a sus compatriotas y amigos en una guerra absurda de principio a fin, que habría de convertirse en el fenómeno sociológico más importante y doloroso de cuantos amargaban la vida de la sociedad americana. Una de las mayores virtudes de DePalma es su habilidad para mostrar a Max indefenso y hacer que nos sintamos identificados con él, acorralado por los vietcongs o por los desalmados de sus compañeros, que, con el odio hacia los lugareños vietnamitas impreso en sus degeneradas almas, no tienen reparos en raptar a una chica y violarla sin compasión (escena que es el revés de pesadilla de aquella de "La Chaqueta Metálica" en donde una joven prostituta negociaba con los soldados).

La historia se nos presenta a modo de "flashback" empezando en un autobús cuando Max se sumerge en la pesadilla de los sucesos pasados al ver a una mujer que, a todas luces, parece la reencarnación de la pobre Than Thi Oanh, ya muerta (ejercicio que remite a "Fascinación" y que más adelante servirá para confundir al espectador y con el que DePalma nunca olvidará las influencias de su mentor Hitchcock en lo respecto a las figuras femeninas dobles y las cortinas de humo argumentales). Entonces entramos con Max en esa espesa jungla en donde la atmósfera es realmente desasosegante; el director nos mete con inusitada crudeza en el corazón de la violencia y el horror.
Un horror que se expresará a través del desprecio de los soldados hacia los vietnamitas y la muerte de Brown (en una guerra mueren los de un bando y los de otro) hasta llegar al secuestro de Than en el pueblo; Max se pretende duro pero no está hecho para ese infierno, y, como él, no somos capaces de soportar las torturas y vejaciones sufridas por la chica, cuyo amoratado rostro es la encarnación misma del sufrimiento. De este modo, el director deja los convencionalismos del género bélico en el que está enmarcado el film para profundizar en un descorazonador drama y más tarde en el suspense y la intriga, que predominarán en toda la media hora final.

Será cuando Max decida denunciar a sus compañeros y buscar algo de comprensión y justicia por la memoria de la joven que en vano intentó proteger, lo que de cara a sus corruptos superiores será tratado como un "inevitable asunto de guerra". En este tramo DePalma regresa con sus marcas de la casa heredadas de Hitchcock (el plano subjetivo de un anónimo asesino acechando a Max) y desembocando en un juicio que remite directamente al de "Rasho-mon", dejando a nuestra propia opinión la condena que han de recibir los soldados.
Un espléndido Michael J. Fox y un Sean Penn del todo odioso se enfrentan en un intenso duelo interpretativo, bien acompañados de los entonces debutantes John C. Reilly y John Leguizamo, el también detestable Don P. Harvey y un joven Ving Rhames, aunque los aplausos se los acaba llevando Thuy Thu Le, que brinda una magistral actuación metiéndose en la piel de Than (y que también encarnará a la estudiante del autobús). Igualmente brillantes resultan la banda sonora de Ennio Morricone, la fotografía de Stephen Burum y la arrolladora puesta en escena de un Brian DePalma en plenas facultades.

"Corazones de Hierro" sería duramente criticada por los veteranos de Vietnam (cómo no) y su resultado en taquilla distó mucho de ser lucrativo.
Hoy en día, sin embargo, es un auténtico clásico del género y, sobre todo, de esa serie de obras que trataron muy bien aquella espantosa guerra de cerca.
Chris Jiménez
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6
31 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Sabéis lo que más odio de las películas de acción? Que pasados los diez minutos ya sepas todo lo que va a ocurrir, que haya diálogos ridículos que se las dan de guays, que el villano se ande con frases inteligentes aunque sea de lo más patético, que el héroe se intente ganar el favor del público con un carisma nulo, y sobre todo que contando con argumentos la mar de estúpidos se tomen demasiado en serio.

Pero gracias a Dios todas esas cosas no ocurren en la película que nos ocupa, "Shoot'em Up", cuyo nombre procede, y no precisamente por casualidad, de aquellos clásicos videojuegos, también llamados STG, donde el objetivo consistía en llevar una nave, que se movía automáticamente, y disparar a cuantos enemigos se pusieran por delante esquivando mientras tanto un puñado de obstáculos cuyo objetivo era sólo el de molestar. Qué recuerdos para los que aún tuvimos la suerte de pillar esos juegos en los recreativos.
Pero volviendo al film, su artífice Michael Davis, quien participó como guionista en "Double Dragon", horrible adaptación del videojuego de Konami de mismo nombre (ya apuntaba maneras el individuo), y realizó títulos tan olvidables como "100 Chicas" y "Monster Man", lo concibió y desarrolló, seguramente devanándose los sesos, tras haber visto la mítica "Hard Boiled" de John Woo (más concretamente aquella increíble secuencia en la que Chow Yun-Fat salvaba a los bebes en el hospital). Para Davis, "Shoot'em Up" era como una versión de la película alemana "¡Corre, Lola! ¡Corre!" pero repleta de armas.

El productor Don Murphy le respaldaría económicamente afirmando que el guión hacía burla de tres de las más grandes obsesiones de los norteamericanos: las armas, la violencia y los pechos. Burla es, de hecho, la palabra que mejor ejemplifica lo que es esta película, desde el mismísimo principio, en el que vemos a un vagabundo con cara de mala leche esperando en un banco comiéndose una zanahoria cuando de repente ve a un chiflado que sale de su coche a trompicones persiguiendo entre insultos y berridos a una pobre chica embarazada.
A partir de ahí y hasta el final, ese hombre anónimo al que todos llaman Smith y que se lanza a salvar a la joven sin pensarlo dos veces no tendrá un momento de respiro y, al igual que él, nosotros tampoco, pues la calma en "Shoot'em Up" sólo dura los primeros 45 segundos. Ella muere pero dará a luz al bebé, del que se tendrá que ocupar nuestro héroe con ayuda de Donna, una peculiar prostituta con un corazón de oro, evitando constantemente que un puñado de tiparracos armados dirigidos por el sádico y detestable Hertz lo acribillen por razones desconocidas. La caza ha empezado y el espectáculo está servido.

Y en el sentido más literal. Davis despliega una frenética sucesión de escenas de pura acción filmadas con una cámara mareante, que harán las delicias de los fans de John Woo, en las que se acumula un disparate tras otro y cada uno más grande e incomprensible que el anterior (alcanzado su cénit en la secuencia de la matanza en el aire), muy del gusto de Robert Rodríguez o Edgar Wright, redondeando para la ocasión unos descacharrantes diálogos teñidos de un humor negro negrísimo que no se creen ni los mismos actores, una punzante crítica social y una trama que avanza todo el rato de la mano de la incoherencia. Estamos ante un cómic con esencia de "western" urbano sucio y violento que ha cobrado vida.
La intensa persecución, casi como las que tenían Bugs Bunny y Elmer Fudd (solo que dentro de un mundo corrupto y brutal plagado de crimen, inseguridad y vicio al que poco separa de la Sin City imaginada por Frank Miller), se da entre un antihéroe de turbio pasado que come zanahorias sin parar y que odia absolutamente todo lo que le rodea y un malo muy malo que se cree muy inteligente pero cuyos esfuerzos son inútiles. Puede que la historia carezca de sentido (que no lo tiene) y que antes de terminar podamos predecir el final, pero aparte de no tomarse para nada en serio, lo importante de "Shoot'em Up" no es qué va a pasar, sino cómo coño nos lo va a contar el director, y en ese sentido el film es más imprevisible de lo que parece.

Clive Owen sale convertido en toda una estrella de la acción moviendo todos los músculos del cuerpo salvo los de la cara, repitiendo de algún modo su papel de Dwight en "Sin City" y en parte parodiando a su protagonista de "Hijos de los Hombres", cuya capacidad para deshacerse de los malos y resistir todos los golpes lo transforman en una implacable máquina de matar que hace parecer unos blandos a todos los demás héroes del género (a todos, ¿eh?); contra él, un Paul Giamatti que sabe reírse de sí mismo metiéndose en la piel del retorcido Hertz, que queda como uno de los más repulsivos villanos del cine, y para rematar, la preciosa Monica Bellucci (a la que tengo en muy baja estima por más que todos se pongan a sus pies) cuyo tierno y sensual personaje le viene como anillo al dedo, y con el que sus fans quedarán catatónicos.
Este divertido y muy políticamente incorrecto espectáculo, adornado con un montaje de ritmo taquicárdico, unos logrados efectos especiales y una brutal banda sonora de "heavy metal", dejará al espectador sin respiración e indefenso ante la avalancha de balas y sangre, estrambóticas ocurrencias, piruetas imposibles y paridas que van más allá de lo ridículo.

Lo mejor es dejarse llevar por el frenesí y la violencia, y con todo el buen humor que uno tenga.
Chris Jiménez
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7
20 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¡Pueden sentir nuestras vibraciones, pero no pueden encontrarnos!". Sí, eso es lo que decía Rhonda pero...¡¿cómo que no?!
Esos malditos gusanoides (¿o "chupoides"?) recién salidos del Infierno pueden encontrar y hacer pedazos lo que sea. Lo mejor es no hacer ningún ruido y esperar con artillería pesada a que el suelo tiemble.

Películas como "Temblores", descubiertas en la infancia o preadolescencia y vistas tras mucho tiempo, te devuelven una sensación de nostalgia que no puede describirse; aunque sean cutres o tengan diálogos y ocurrencias absurdos, el caso es que gustan, porque cada vez que tienes la oportunidad de verlas lo haces y te quedas hasta el final. Recuerdo cuando, a los siete u ocho años, descubrí el VHS en la estantería de mi primo y me quedé alucinado con la carátula (una boca gigante con afilados dientes que iba a salir de la tierra y comerse al trío protagonista)...pero aún más alucinado quedé cuando la puse en el vídeo y la vi.
Sorprendente, cuanto menos, es el debut de Ronald Underwood, quien, después de ganarse su prestigio trabajando en televisión y ejercer de asistente y ayudante para otros cineastas durante años, decidió dar el salto definitivo a la dirección respaldado por sus amigos S.S. Wilson y Brent Maddock, que hicieron las veces de productores y guionistas. De este modo, "Temblores" cabalgaría salvaje entre dos décadas esenciales para el cine, pues empezaría a rodarse a finales de los '80 y se estrenaría a comienzos de los '90.

La década de la magia, fantasía, ciencia-ficción y aventuras por excelencia que iba a dar paso a otra donde los códigos cinematográficos se renovarían, el estilo y las estéticas se endurecerían y se empezarían a tomar algunos temas más en serio...pero eso no significaba que los '80 acabaran en 1.990, ni mucho menos (ni cinematográfica ni musicalmente, gracias a Dios). Volviendo a la película de Underwood, nos encontramos en pleno desierto de Nevada, siguiendo a los "manitas" Earl y Valentine, un soez y desaliñado dúo cómico que tiene que trabajar en lo que salga para poder comer.
Pero sus esperanzas de cambiar de vida van a verse interrumpidas por una serie de sucesos extraños que han ocurrido en la zona a raíz de unos temblores que la joven sismóloga Rhonda ha registrado. Los tres llegarán al pequeño pueblo de Perfection y, junto a los lugareños, deberán enfrentarse con todo lo que tengan a una amenaza sin precedentes: unos gusanos gigantes más fieros que los de "Dune" y salidos de no se sabe dónde que reaccionan a las vibraciones. ¡La batalla por la supervivencia ha comenzado!

Empieza como la típica comedia de los '80 aunque sabemos que algo malo va a pasar; de todas formas, el tono humorístico nunca se perderá, lo que creo es un acierto, pues, ¿qué mejor que homenajear al cine de monstruos de serie "B" de antaño a través del humor? Monstruos, efectivamente. Unos diabólicos y enormes bichos (se recurre al tema más viejo del género: la mutación...quizá por las guerras o la contaminación) que, en mi opinión, son mostrados demasiado pronto en el film, aunque Underwood se las apaña para construir el clima de suspense y desasosiego apropiado con tanta vibración, seísmo y extraña anomalía de por medio, hasta que una cámara subjetiva que se acerca a Rhonda ya nos avisa del peligro real.
A partir de ahí, "Temblores" se convertirá en una especie de bizarro "western" de ciencia-ficción, zafio humor negro, mucha violencia, palabrotas, acción, una pizca de romance y unos imaginativos y geniales efectos especiales, teniendo en cuenta el poco presupuesto con el que contaba el director (efectos auténticos, caseros, de los buenos; si se hiciese hoy día, la película estaría plagada de repugnante CGI...), donde unos lugareños, como fuertes americanos que son, se defenderán del enemigo invasor aun estando acorralados, que remite directamente al cine de Corman, Carpenter y Dante, aunque la mezcla de terror y comedia no está muy lejos de Sam Raimi o Tim Burton, otros que también rendían tributo a la serie "B" clásica.

Esto permite a Underwood mantener eficazmente la tensión (como ejemplo esa escena en la que Val debe quedarse quieto mientras el gusano está justo delante de él), aunque es bien sabido, como en todos estos films, que los personajes dispondrán de elementos y armas suficientes para defenderse de los gusanoides (¿o "tragoides"?). La estrella de "Footloose" y el gamberro Fred Ward encabezan un excéntrico grupo de personajes, donde encontramos a los también simpáticos Michael Gross, Bobby Jacoby, Victor Wong (que me parece injusto que muera el primero), la guapa Finn Carter y la que fuera novia del Henry de "Cabeza Borradora" y madre del Bobby de "Twin Peaks", Charlotte Stewart.
No es una obra maestra, pero demonios, entretenida hasta el final. No es necesario mucho dinero para hacer una buena película, sólo talento, y Underwood lo tenía. Por desgracia su carrera iría cuesta abajo en los años siguientes retornando al cómodo mundo de la televisión, del que ya no ha salido. "Temblores" se convirtió, gracias a los videoclubs, en un clásico del salón de casa; poco después surgirían numerosas secuelas, algunas dirigidas por los guionistas/productores de la que nos ocupa, pero jamás estarán a la altura, obviamente.

¿Sabéis? Yo me inclino por "tragoides".
Chris Jiménez
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4
20 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y Don Siegel parecía realmente estarlo en su última etapa como director, si no explíquenme esas rachas de mala suerte que el pobre tenía y que no veía ocasión de quitárselas de encima.
Como él, los protagonistas de esta película, un jugador empedernido, una cantante de vida desgraciada y un joven crupier con una carrera profesional arruinada. Todos tienen algo en común: ¡el estar gafados!

Es un hecho demostrado que la década de los '80 resultó beneficiosa para muchos pero desastrosa para otros, en todos los ámbitos (que sirvan de ejemplo aquellos grupos de "rock" de los '70 considerados enormes en su momento y que se vieron sepultados bajo modas y tendencias en la década posterior, desapareciendo para dejar sitio a competidores más jóvenes). En el mundo del cine ocurría lo mismo: veteranos que habían librado innumerables batallas en los estudios con tal de hacerse un hueco en la industria y cuya carrera se veía condenada al ostracismo al llegar la nueva década.
Sidney Lumet lo vivió (aunque se sostuvo con fuerza gracias a algunos títulos) y John Frankenheimer, y el pobre Sam Peckinpah, que acabó sus días sufriendo en la producción de "Clave: Omega". Y como ellos, Don Siegel, un hombre cuya pericia y oficio tras la cámara y cuyo instinto para rodar lo que quería a la primera le sirvió para inscribirse entre los más hábiles realizadores de su generación, quedando demostrado en maravillas como "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos", "Contrabando", "Fuga de Alcatraz" o "Harry, "el Sucio" ". Su talento le permitía hacer mucho con poco dinero y en el tiempo justo, un don que no muchos poseían.

Después de un fatídico rodaje cargado de problemas en el que sería su penúltimo trabajo, "Golpe Audaz", un extraño "thriller" donde se mezclaban comedia, romance y las películas de ladrones de joyas de toda la vida, Siegel, que contaba 69 años en aquel momento, fue contratado para llevar a la gran pantalla la adaptación de la novela "The Edge", del escritor y director Frank D. Gilroy (responsable de títulos como "Personajes Desesperados" o "Sucedió entre las 12 y las 3"); los productores quisieron de protagonista a la exitosa cantante Bette Midler y el guión se retocó tanto que Gilroy apareció acreditado como Bert Blessing.
En él, a un violento y borracho jugador llamado Harold, le entra la manía de seguir, casino por casino, al crupier Willie, al que despluma sin piedad provocando la desconfianza de sus jefes y llevándole a un continuo despido; por si fuera poco, a Harold le acompaña Bonita, una chica maltratada y frustrada que sólo desea ser cantante y alejarse de los problemas. Willie, en un arrebato vengativo, seduce a Bonita, pero este romance clandestino dará paso a un retorcido plan al que ella le viene dando vueltas desde hace tiempo: matar a Harold y cobrar el seguro; un plan perfecto si les abandona el signo del gafe bajo el que están todo el rato...

Hecho cuanto menos curioso: Midler sugiere que Siegel dirija el film, pero entre ellos no hay otra cosa salvo hostilidad en un rodaje que cuesta un ataque cardíaco al último; entre tanto, un Peckinpah desesperado por trabajar encuentra el apoyo de Don, quien le ofrece ocupar el puesto de director de la segunda unidad. A un fan de la etapa clásica de Siegel, de sus "thrillers" de acción y "westerns", le resultará muy difícil encontrar algún rastro de su sello en "Jinxed!", donde el suspense y el humor negro se citan en una película irregular, mal desarrollada, mal escrita.
Durante la primera y lenta media hora todo es confuso: violencia, drama y comedia a la vez, aunque se aboga más por lo último; a partir de que Bonita diga a Will "ayúdame a matar a Harold" la historia pega un vuelco y cobra interés, sale el cinismo y la mala leche de Siegel, los personajes se hacen suyos, asistimos a una retorcida farsa, muy prometedora...pero que va perdiendo fuerza en su último tramo, 25 minutos en los que Midler toma las riendas, yendo de aquí para allá, sucumbiendo la trama a un disparate tras otro, cada uno mayor y más absurdo que el anterior.

Una escena significativa: Bonita se detiene en un pueblo abandonado y entra en una mina donde la esperaba un cruel bandido. Pareciera que Siegel desea retornar a su lugar de origen, a sus poblados del Oeste, al polvo del desierto, a sus hombres despiadados; una parada momentánea donde se recuerdan tiempos pasados, olvidados por unos, ridiculizados por otros (resulta patético cómo Bonita consigue huir de allí).
Este momento, junto al personaje interpretado por el genial Rip Torn, es lo único que goza en el film de llevar la inconfundible huella de Don Siegel. Midler (de la que sólo se salvan su voz y su delantera) y Ken Wahl, que se llevaban como el perro y el gato en el set de rodaje, dan vida a una improbable y poco creíble pareja. Siegel, por su parte, aparece como el dueño de la tienda de vídeos para adultos, espetando amargas palabras a su rebelde actriz; la última vez que le veríamos ante la cámara. Nueve años después, Don Siegel fallece a causa de un cáncer. Se va uno de los grandes.

"Jinxed!" es al fin y al cabo una película entretenida, mejor de lo que uno espera, mejor que "Golpe Audaz", pero un punto bajo para el director. Y encima un fracaso de taquilla...
¿Descansaría en paz sabiendo que había acabado su carrera con un film tan mediocre? El caso es que para una filmografía llena de títulos emblemáticos, un bache como este no significaba mucho, por no decir nada.
Chris Jiménez
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7
20 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pasó con Eddie Felson? Buena pregunta. Aquel joven que quería ser el mejor a cualquier precio y al que la mujer que amaba se le fue por culpa de su ambición.
Destrozado, habiendo aprendido lo que significa perder en la vida, tras confesarse a Bert y éste decirle "No vuelvas a entrar en una sala de billar". ¿Qué fue de aquel buscavidas?

Ganadora de dos Oscar, impulsora definitiva de la carrera de Paul Newman, "El Buscavidas" fue y será la obra maestra de Robert Rossen y para muchos una de las más grandes películas que ha dado el Séptimo Arte, ni más ni menos. Una película basada en la novela homónima de 1.959 de un Walter Tevis que se preguntaba cómo había cambiado la vida para su protagonista "Fast" Eddie 25 años más tarde, y ello fue la causa de una continuación titulada "The Color of Money", cuyo guión acabó en las manos de Martin Scorsese, que vivía una segunda juventud.
25 años han pasado. Largo tiempo, y no en balde. Ahora, ese joven impetuoso, arrogante y cuya vida estaba en el taco de billar y en la mesa al que apodaban "El Rápido" se ha serenado, ha cambiado de aires y el peligro es algo que no le interesa; comercia con alcohol, se ha retirado del juego, ejerce de mentor para otros jóvenes que sólo piensan en el éxito mientras mantiene una relación con Janelle, la dueña del bar que frecuenta. En su vida ya no hay chispa, ha sido reemplazada por comodidad y se puede decir que el paso del tiempo y el peso del mundo han sido los causantes.

Lo que Eddie no ha perdido es su buena vista y su capacidad para aprovechar las oportunidades, y la ha visto en Vincent, un joven que se presenta como su vivo reflejo de hace años, un chico tan impulsivo y habilidoso jugando al billar como él, que le gusta alardear y caer bien...un ingenuo del que se puede aprovechar. Con ayuda de Carmen, la novia de aquél, que también lo explota a su manera, Eddie le enseñará a jugar y perder como un campeón, a vencer al contrincante perfecto para luego encontrar a uno mejor y, sobre todo, a ganar dinero.
A finales de los '70 y comienzos de los '80 no hacía sino encontrarse una decepción tras otra; resultará extraño ahora, pero "New York, New York", "Toro Salvaje" y "El Rey de la Comedia" fueron sonoros fracasos de crítica y público. El guión que le ofreció Griffin Dunne, "After Hours", pequeña película que demostró que podía llevar a cabo un proyecto sin caer en la desmesura, apoyándose en su talento y no en los medios, fue lo que insufló vida a su carrera; tras eso, muchos guiones se le propusieron al cineasta, aceptando finalmente la adaptación del libro de Tevis. Pero la historia le gustó tan poco que pidió al escritor Richard Price que interviniera para cambiarla totalmente.

Ahí está "Fast" Eddie, envejecido aunque encandilando con mucha tranquilidad a la chica de la barra. Ese es el chaval que años antes sucumbía a los placeres del billar y el dinero, los mismos que le destrozaron la vida; de repente, el fuerte golpe de un saque en una partida parece transportarle a los viejos tiempos, y atónito queda con la destreza y el desparpajo del joven que la inicia. Un comienzo difícil de digerir, y es que seguramente nadie quería ver envejecer a Felson. "El Color del Dinero" prosigue en ese mundo sucio poblado de manipuladores y perdedores de "El Buscavidas", aunque algo esencial ha cambiado: el aspecto filosófico y el tono oscuro y sórdido que albergaba la de Rossen.
La profundidad moral y la sensación de malestar y dolor de aquella deja sitio al triunfo material, aun estando presentes reflexiones como la capacidad de vencer el orgullo, la importancia de la astucia por encima de la bondad y el conflicto entre la frialdad del mundo moderno y ese romanticismo perteneciente a una época lejana; los temas de Scorsese, la corrupción y la traición, están distanciados por un melodrama y una intriga demasiado bien conducidos: el viejo que desea explotar la habilidad del joven; todo resulta más artificial y malicioso, además de poco original. Por suerte, una irrupción fascinante da vida a la trama a eso de la hora y cuarto, iniciándose con una significativa frase ("¿Eres jugador, Amos?").

De algún modo volvemos a los tiempos de "El Buscavidas". El timador es engañado, su tiempo ha pasado, su chispa se ha extinguido; no así, ese suceso le da fuerzas para sacudirse el polvo, volver a la realidad y hacer lo posible para ganar, no por dinero, sino por orgullo propio, para demostrar su valía como jugador. Entre tanto, Scorsese hace alarde de su virtuosismo sumergiendo al espectador en el juego, en la propia mesa de billar (la cámara sigue el movimiento de las bolas siendo golpeadas por el taco en perfecta sincronía con el ritmo de la música, creando una experiencia visual única...es casi erótico, demonios). Esta vibrante puesta en escena se refuerza por el gran trabajo de Thelma Schoonmaker al montaje y de Michael Ballhaus a la fotografía.
Por otra parte, Paul Newman deslumbra, como de costumbre, porque muchos sabemos que no hay otro buscavidas igual que él (sólo por verle manejar los tacos de nuevo ya merece la pena acercarse al film), aunque aquí su registro cambia radicalmente en comparación con el mostrado 25 años atrás; no puede decirse lo mismo de una Mary Elizabeth Mastrantonio tan guapa como enervante formando pareja con ese sobreactuado y chulo a más no poder Tom Cruise que está muy lejos de caer bien, y cuyo cambio de personalidad hacia el final resulta tan poco creíble que llega a ser mediocre.

De secundarios, unos buenos John Turturro y Helen Shaver. Y ojo, que aparece Iggy Pop en un cameo. Con todo, la gente acudió en tropel a las salas y "El Color del Dinero" fue todo un éxito, inaugurando una etapa más provechosa para su director, quien por fin pudo respirar tranquilo.
Es decir, una película bien dirigida, con un imponente protagonista y un final abierto genial, pero a años luz de su predecesora, y cuyo propósito comercial se nota a la legua.
Chris Jiménez
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