Paraos un instante (si ya sé que es pedir mucho dado el actual ritmo de vida) y observar vuestro alrededor. Vivís completamente aislados, pese a estar rodeados de gente. Da igual donde vayáis, las personas han pasado de hablar de entre ellas para hacerlo a través de un móvil, y cuando no existe nadie a quién llamar, se colocan los auriculares para no tener que realizar el esfuerzo de sonreír o mostrar simpatía con la persona que se encuentra sentado a su lado. La tecnología, supuestamente creada para mejorar nuestra vida y unirnos a quiénes se encuentran a gran distancia de nosotros, nos ha convertido en seres dependientes, incapaces de sobrevivir sin ella e incomunicándonos de todo cuantos nos rodean. Pese a ser conscientes de estas circunstancias, no hacemos nada por evitarlo y es normalmente el cine el encargado de hacernos reflexionar (consiguiendo, todo sea dicho, una buena recaudación en taquilla).

La última oferta nos llega de la mano de Steven Spielberg (como productor, una faceta que en los últimos tiempos le ha repercutido mejores beneficios que como director), del director J. Caruso y protagonizada por el chico del momento, Shia LaBeouf.
Emulando al gran Hitchcok o Pollack, la película consigue crear una atmósfera misteriosa e inquietante que se mantiene desde su inicio hasta su final, sin decaer en ningún momento (una verdadera hazaña visto al actual paronama cinematográfico, en el que los espectadores parecen estar haciendo zapping entre un debate político y un desfile de ropa interior). Es decir, buen ritmo narrativo salpicado por secuencias de acción estratégicamente colocadas.

Puede que muchos acusen de esta película de incoherencia, cuando en realidad, la verosimilitud es precisamente la clave seguida por D. J. Caruso para poner en pantalla esta pesadilla con su punto de paranoia sobre la sociedad moderna y la pérdida de la intimidad a manos de la alta tecnología que usamos constantemente.

Y mientras el guión, la dirección y la producción realizan correctamente su trabajo, cumpliendo con las expectativas requeridas, no podemos decir lo mismos del reparto, especialmente de la pareja protagonista. Su relación es menos creíble que las que aparecen los viernes y sábados noches en algunos programas del corazón. Y, teniendo en cuenta que ellos tienen nos sueldos muy superiores, podrían haber realizado el esfuerzo de interpretar y hacer cómo si se creyesen las historias que les habían asignado.
En esta ocasión, ni siquiera los secundarios consiguen salvar lo que, desde un principio, ya estaba más perdido que la virginidad de Brithney Spears a los quince años.

(la critica continúa en el spoiler por falta de espacio)

Ante el estreno de la versión cinematográfica del best-seller “Crepúsculo”, los vampiros han vuelto a convertirse en tema de moda. Y, como es obvio, surgen imitadores que intentan coger trozo de esta suculenta tarta. El problema es que todavía está caliente, y te puedes quemar. Lo que le ha pasado en esta película.

¿Cómo hablar de este largometraje sin acabar empleando un lenguaje tan vulgar como el empleado durante toda la cinta y quedar bien? Complicado, pero prometo intentarlo.
La historia es errática y no parece ir a ninguna parte, además, resulta reiterativa en varias ocasiones. Para rellenar hueco, los guionistas han decidido emplear el tema de las películas snuff como aderezo, es decir, violaciones que terminan en torturas y asesinatos, sin escatimar en planos y, sobre todo, en sangre (¿qué es una película de vampiros sin derramar unos cientos de litros de sangre falsa hasta hacer creer al espectador que es daltónico?).

Elementos que podrían haber salvado a este producto del desastre como Michael Chiklis es desaprovechado y convertido en un personaje episódico que entre en la historia activamente demasiado tarde.

En resumen: cine con vampiros para incondicionales del tema, sin muchas ganas de exigir novedades o sorpresas.

Parecía imposible, pero lo han hecho. Los directores y guionistas (?) Jason Friedberg y Aaron Seltzer han hecho una película mucho más horrible que sus dos predecesoras (Date Movie y Epic Movie). Desde los primeros segundos, ya nos dan una idea de lo que vamos a ver y por lo que hemos pagado más de cinco euros (un robo visto el producto): un plagio barato de 300 cuyo único objetivo es conseguir dinero (algo que ha conseguido, ya que ha sido número 1 en su primera semana en cartelera y con más de cuatro millones de euros).
La película se sostiene a base de dos o tres chistes que consiguen arrancarte una sonrisa incluso más tímida que la de la Mona Lisa, para pasarte el resto de los 69 minutos que dura (una eternidad para mi, que a los diez minutos ya rezaba para que la escena que estaba viendo fuera la última) contando las baldosas de cine en un intento desesperado para que el tiempo pase más deprisa.
En mi opinión, los actores que han participado en esta película (si se le puede llamar como tal) no deben apreciar mucho su carrera si deciden humillarse de esta manera.
Quizás el único elemento positivo sea Carmen Electra (solo para los heterosexuales y las lesbianas), que demuestra una vez más su formula del éxito: cuerpo de infarto, ningún cerebro y cero talento.
Esta película nos demuestra que la telebasura no se reduce solo al salón de casa, sino que ha extendido su dominio hasta las salas de cine.

Pasada su edad de oro, el género de artes marciales se encuentra en decadencia fuera de sus fronteras. Quizás por ello esta película no representa más que un intento desesperado por rescatarlo y atraer a quiénes ahora encuentran la acción necesaria dentro de los videojuegos, sin gastarse una entrada para el cine, o reafirmar a quiénes una vez soñaron con emular a Bruce Lee en “Operación dragón” o fantaseaban con ser el próxima pequeño saltamontes. ¿Lo consiguen? Es obvio que no.
Cumpliendo con los tópicos propios del cine de Hollywood (guión insulso, interpretaciones forzadas, dirección penosa, etc.), la estética del cine oriental queda completamente deslucida y desfigurada bajo las pretensiones comerciales de este proyecto. Por supuesto, no podía hacer esta crítica sin hacer referencia a una de las anécdotas más comentadas durante su promoción. Pensaba que después de “No es país para viejos” no volvería a ver mayor insulto a la peluquería que el realizado por los hermanos Coen a Javier Bardem, una vez (¿cuántas van?) me equivocaba. Supongo que Jackie Chan exigiría este pequeño detalle para refirmarse oficialmente como payaso internacional de las artes marciales. También merece ser destacado el uso descarado de cables y efectos visuales cortesía de Jet Li y su incomprensible estilo marcial (Si alguien lo entiende, que haga el favor de enviarme un mensaje para que yo también pueda hacerlo).

En conclusión: Matrimonio de conveniencia entre los dos grandes astros de este género cinematográfico que no termina de congeniar por la ausencia de química básica y humor forzado hasta el histrionismo. Afortunadamente, existe la ley del divorcio express.

Con una estética similar de anarquía, post-apocalipsis, y caracterizada por el pesimismo de sus habitantes (muy sobre explotada, hay que señalar, en este tipo de películas), los más amantes del género de la ciencia ficción no podrán evitar acordarse de “Hijos de los hombres” a los pocos minutos de comenzar este largometraje. No voy a negar que las similitudes son evidentes, pero no podemos decir lo mismo si tenemos que hablar de la calidad entre ambas.

Sin duda alguna, “Babylon” no cumple las expectativas de aquellos que han pagado una entrada de cine para ver una buena película, es más, no llega si quiera a considerarse una alternativa entretenida. Los continuos giros del guión (especialmente durante los últimos veinte minutos del largometraje) que provocan al espectador de haberse montado en una montaña rusa de cuestionable seguridad, el poco aprovechamiento de un guión al que se le podría haber extraído más jugo, la incomprensible actuación de Vin Diesel, así como el resto de sus compañeros de interpretación, especialmente el de la protagonista femenina cuyo rostro inalterable daban la sensación de que le habían puesto una máscara que en ningún momento de la película se quitaba… Entre otros muchos factores que no citaré pues sería repetirme, hacen de esta película un experimento que, aunque interesante, acaba explotándole en pleno rostro a su director que tendrá que trabajar seriamente si quiere recuperar el prestigio perdido con ella (el mismo consejo para ti Vin, me has decepcionado profundamente).

En conclusión: Una vez que llegan los títulos de crédito, no se sabe quien ha realizado un esfuerzo mayor, si Vin Diesel rescatando a la chica que juega a ser la virgen María, o el espectador por ir a verla y aguantar hasta el último segundo con los ojos abiertos.