Simón no sermonea, pero tiene un punto de vista muy claro sobre la situación de la "pagesia" y de un mundo agónico que corre el riesgo de desaparecer. La caída del precio de la fruta está conduciendo a muchos agricultores a malvender sus tierras o a sustituir sus cultivos por placas solares. Y de cómo esas presiones del capitalismo y del libre mercado más feroz afectan al tejido más íntimo de las familias, de cómo las conduce a enfrentamientos fratricidas o a caer directamente en la frustración más absoluta. Esa habilidad de no sermonear se traduce también en el trabajo tras las cámaras, con un uso muy habilidoso del fuera de campo, por el mostrar sin enseñar. Simón y Vilaró capturan algunos momentos cruciales en la vida de esta familia, pero se deja otros, que solo podemos intuir. Porque también es un gran relato coral donde todos los miembros de la familia tienen su espacio, desde el más pequeño hasta el más mayor. Y es emotiva sin recurrir a recursos facilones, dejando respirar a sus personajes. Visca el cinema català!

La cuestión es esta: en un mundo neoliberal como el que empieza a consolidarse en Armaggedon Time y en el que estamos plenamente inmersos a día de hoy, si uno quiere “cosas” i prosperar no puede ser íntegro. Por eso Gray pone el foco en una familia de clase trabajadora que está por encima de la clase más baja (que simboliza el chico negro) y que, con mucho esfuerzo, tiene la opción de acceder al mundo de la élite (la escuela privada). Es una familia que debe escoger entre una cosa o la otra, entre ser íntegros y volver a la precariedad más absoluta, o intentar pertenecer a esa élite que se lucra explotando y destruyendo a los más desfavorecidos y así dejar atrás la precariedad. Es una lucha, consciente o inconsciente, en la que nos encontramos todos los que no estamos en el escalafón más bajo ni formamos parte de la élite, aunque queramos negarlo o mirar para otro lado (aunque, como bien le señala el abuelo, es muy posible que llegue un momento en su vida que vuelva a la casilla de salida y sufra lo que está sufriendo el negro). La solución del abuelo es la de luchar desde dentro: entrar en ese mundo de élite, pero sin olvidar en ningún momento de donde se viene ni perder la integridad por el camino. Y ahí tenemos colocado a nuestro protagonista, que sufre en sus propias carnes ese dilema.

Y Gray lo hace con una maestría tras las cámaras que ya les gustaría a muchos otros directores “sociales”. Además, ninguna escena es gratuita. Si tengo que elegir, me quedo con esas escenas en la escuela (como laboratorio de la vida real) que luego encuentran su réplica en el mundo real más adelante. Sigo en spoiler.

Chicos, por cinco minutos la habéis jodido...pero nos haremos ricos!

1. Si exceptuamos los últimos minutos, estamos ante una serie cocinada a fuego lento, que minuto tras minuto retrata el tormento de la pérdida de un ser querido, el lento proceso que supone una investigación policial (aunque se resuelva en 13 días, pero almenos no lo hace en una mañana como en CSI) y la imperfección de los protagonistas. Sin embargo, también estamos delante de un producto que en algunos momentos resulta tedioso (sobretodo en la trama familiar y política) y con giros argumentales cogidos por los pelos. Un balance que puede hacer que muchos caigan por el camino alegando que la trama no avanza...y los entenderé, pero también recalcar que mejora en su recta final.

2. Pero si añadimos en la crítica esos dichosos minutos finales...todo cambia. Todo lo construido anteriormente carece de sentido entonces (totalmente de acuerdo con la crítica escrita por maxbutch). Si la serie con anterioridad gritaba "No soy un producto policíaco manido", ahora aulla un "¿qué te pensabas? no vas a ver un nuevo producto". Sigo en spoilers con este tema.

Se nota que tras este estupendo final hay la cadena Fox, habilidosa en el arte de estirar el chicle hasta dejar el producto inservible (y si no vean el caso de Lost, que cada dia que pasa me planteo si rebajar la nota aún más).

Si eres de los que cuando le dicen que los dos reinos más –teóricamente– poderosos del mundo se van a enfrentar y resulta que, como mucho, movilizan a un centenar de soldados cada bando –siendo generoso– y cuando luchan, solo destrozan un par de calles y cuatro naves, y con eso te quedas satisfecho, esta es tu película. Con esto resumo un poco lo que significa la experiencia de ver Black Panther. Wakanda Forever: la de estar viendo algo que ni de lejos es lo monumental que debería ser. Pese a que se han dejado 250 millones (sin contar la promoción), no los ves por ninguna parte. Los enfrentamientos son escasos y, teniendo en cuenta que la película dura 2h 45’, son absurdamente breves. Y, encima, no pueden estar peor rodados, con tantos cortes de plano impidiendo ver la acción.

Todo se va en el “desarrollo” de unos personajes que, lamento decirlo, solo funcionaban como meros secundarios o extras y que el papel protagonista les queda algo grande, pese a que las actuaciones de Basset, N’yongo o Wright sean buenas. Y digo “desarrollo” porque realmente no lo hay: son clichés con patas. Al menos, Spiderman o Dr. Strange tienen su encanto, se comen la pantalla con su sola presencia. Aquí, no.

No me voy a extender mucho más. La apruebo porque, pese a todo, me ha entretenido lo suficiente como para no bostezar o poner los ojos en blanco –como sí me pasó con la primera–. No tiene tantos agujeros de guion como “Black Adam”, por poner un ejemplo reciente, aunque si uno rasca lo suficiente, los encontrará fácilmente (ver zona spoiler). La apruebo porque me he emocionado un poco con todas las referencias a T’Challa –y eso es algo que no me pasa muy a menudo con Marvel–. Y la apruebo, sobretodo, por esa magnífica BSO que se marca Ludwig Göransson. El tema de Black Panther es superlativo. De los mejores temas de todo Marvel. Y la canción de Rihanna está chula.

Comedia de acción algo tarantiniana a la que le falta la calidad, la maestría y la “seriedad cómica” de Tarantino. Es entretenida en términos generales: divierte la mayoría del tiempo (sobre todo en su segunda mitad), pero cansa en algunos casos. Quizás porque es un pelín larga y estira como un chicle ciertas situaciones. También es rocambolesca hasta el paroxismo. Hay diálogos inspirados y los hay de forzados que parecen diseñados expresamente para sacarnos unas risas a punta de pistola. Las escenas de acción ya no son como las de John Wick o Deadpool 2; están menos elaboradas y las hay en menor cantidad. Sin embargo, toda la película es una divertida reflexión sobre el destino, la buena o mala suerte y sobre por qué nos pasa lo que nos pasa. Ah sí: Brad Pitt y el resto del elenco cumplen muy bien, especialmente la dupla Bryan Tyree Henry y Aaron Taylor-Johnson. Y los cameos están también muy bien gestionados.

La opción ideal para pasar un muy buen rato en el cine.