'Todos tenemos un plan' es un thriller pausado, contemplativo sobre dos hermanos gemelos, Agustín y Pedro, que se criaron juntos, pero que emprendieron caminos distintos y que la vida, muchos años después, vuelve a juntar. Mientras Agustín es un pediatra que ejerce su profesión en Buenos Aires, Pedro es un delicuente de medio pelo que vive desde siempre en Tigre. Su 'encuentro' traerá consecuencias a la vida de ambos.

Vaya por delante que las películas en las que aparecen dos hermanos gemelos, para más señas interpretados por el mismo actor, me generan cierta desconfianza y, aunque siempre hay honrosas excepciones (como el 'Inseparables' de Cronenberg), el cine me ha demostrado muchas veces que no hay película de gemelos que no se estampe contra la pared.

En este caso, teniendo en cuenta que se trata del debut de su directora Ana Piterbarg, se le achaca que uno de los dos hermanos, Agustín, no esté muy bien dibujado a nivel de guión. Tener un actor de la categoria de Viggo Mortensen te salva el 60-70% de la película. Sin embargo, el espectador no puede entender porqué anda tan desangelado el personaje, qué le mueve o qué le motiva... algo que, por ejemplo, no ocurre con Pedro que sí está más trabajado y con el que Mortensen parece sentirse más a gusto.

La película cuenta con ingredientes clásicos de 'thriller', alguna que otra escena espeluznante, escenarios desangelados que casi son un personaje más, una historia mínima, unos buenos actores que muchas veces tienen que mostrar más de lo que el guión da de sí. Soledad Villamil tiene un personaje prácticamente anecdótico, afectado en ciertos momentos, desprovechando el enorme talento de la actriz. No es así el caso de la joven Sofía Gala Castiglione que, con un poco más de cancha, transmite emociones y emociona.

El resultado es un 'thriller' hosco y duro, pausado y con su propio tempo, no apto para todos los públicos, que entronca con películas como 'El aura' o 'Winter's bone'. No es una película brillante, sin embargo, será por la ambientación tan desangelada, su halo de tristeza, su mística (a lo Caín y Abel), los personajes al fin y al cabo perdedores, la historia que acaba por atrapar, lo que le imprime el interés necesario en no abandonar la trama hasta ver su conclusión.

Lo mejor: Pone los pelos de punta la escena de la bañera.
Lo peor: algunos personajes no están lo bien dibujados que debieran.

'La mujer de negro' es otra vuelta de tuerca más al cine de misterio con fantasmas de fondo. A decir verdad, la película no se caracteriza precisamente por ser muy original, sino por tener un argumento visto en más de una ocasión en infinidad de cintas de terror.

No obstante, 'La mujer de negro' sí tiene algunos puntos favorables, que van desde la logradísima ambientación, así cómo los terroríficos efectos de sonido e imágenes, que logran inquietar en ciertos momentos, dotándola de la tensión necesaria para atrapar.

Daniel Radcliffe, el otrora Harry Potter, escapa de la estela del niño mago con una historia, curiosamente, de fantasmas y, como si estuviera huyendo y buscando (ambas cosas son posibles) al terrible Lord Voldemort, interpreta al joven abogado Arthur Kipps, que, a cambio de poder mantener su puesto de trabajo en un bufete de Londres, viaja a una remota región para vender una casa que parece sacada de una pesadilla. Una vieja historia en la que inexplicablemente vive inmerso el pueblo, alentada por creencias y supersticiones, acabará de complicarle la existencia al joven abogado, viudo y padre de un niño de 4 años.

Lo menos original es la historia que se va desentrañando, emparentada con cintas de terror como 'En la oscuridad', 'La guarida' o, incluso, 'The Ring', es decir, los lugares comunes a los que inevitablemente parece que hay que dirigirse para crear una obra de terror, además en una casa encantada.

Genial recreación de la época. Buenísima ambientación. Logrados decorados y vestuario. Interpretaciones solventes. Sustos garantizados. Cierta melancolía. Un aire de tristeza. Son los elementos que mejor baraja la cinta.

Esta revisión de "La cuadrilla de los once", esa película que el clan Sinatra -léase, Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr, etc. etc.- rodó, dicen, como excusa para pasar unas semanitas entre copas y partidas de Blackjack en Las Vegas, deslumbra por ser tan 'cool'.

Para empezar está George Clooney, actor 'cool' por excelencia, para mi gusto un pelín sobrevalorado en los últimos tiempos, que interpreta a Danny Ocean, el cabecilla de un grupo de ladrones muy bien organizado, que tiene como propósito robar a Terry Benedict, un magnate de Las Vegas, dueño de tres hoteles de lujo (bastante horteras), que por más señas le ha levantado a su ex-mujer, una Julia Roberts que, siendo la única chica entre tanto macho, aparece tan inexplicamente poco agraciada que en ocasiones me recordó a Sid, el perezoso de "Ice Age" (con todo mi cariño para el simpático animalito) -veáse, esa escena en que la chica aparece andando por el casino casi al final de la peli-. Después está Brad Pitt, pre-Angelina Jolie, al que hay que reconocer que aun enfundado en trajes horteras está cañón. Él es Rusty, la mano derecha de Ocean, que le ayuda a montar el tinglado, y mientras tanto se pasa tres cuartas partes de la peli comiendo. Y luego está Matt Damon, un actor que sin ser excelente, ha sabido tirar para delante su carrera con inteligencia y gracias a su intervención en la soberbia saga Bourne; el actor asume el papel de Linus Caldwell, carterista al que, por tener apariencia de tiernecito, le toca aguantar las bromitas idiotas del personal. Y también Andy García, el magnate del que hablaba al principio, un tipo peligroso, con mucha mala leche y más feo que picio, que encarna al indeseable de la peli, felizmente recuperado tras varios años en la deriva cinematográfica. Vaya, que no se entiende como una chica tan inteligente y tan sensible como Tess, personaje de Julia Roberts, haya acabado emparejada con un tipo como ése.

Y qué importa si el robo parece del todo inverosímil e irrealizable, si la peli no terminas de creértela, si Clooney y Sodenberg, muy listos ellos, se involucraron en ella para sacar unas 'perras' y poder dedicarse luego a proyectos más personales e interesantes cinematográficamente hablando... Casi casi lo único que importa es ver a este elenco en pantalla, ver cómo se mueven, como visten, como conspiran, como dicen sus diálogos, como reconquistan a la chica, un poquitín florero, como se rien incluso de sí mismos...

Mención aparte merece un estupendo Carl Reiner, en sus brillantes y divertidas intervenciones. O un Elliott Gould pasado de rosca. O los gemelos (!) a los que dan vida Casey Affleck y Scott Caan, que con sus hilarantes bromas lo llevan todo al absurdo.

Para pasar una tarde de sábado.