Es curioso el cambio de enfoque que ofrece "12 monos" de verla con nueve años a hacerlo con veinticuatro. En su tiempo, me pareció, de alguna forma, aterradora; hoy día, en cambio, me supone una curiosa comedia de tintes kafkianos y distópicos, heredera inevitable de otra comedia-kafkiana (ya se que el término chirría por lo inverosímil) como es "Brazil".

"12 monos" es un thriller intenso, que atrapa y permanece en el recuerdo no por que sea una cinta redonda, si no por que es original; con eso ya tiene mucho ganado.

De alguna forma, recomendable.

El protagonista de esta cinta no deja de ser otro pequeño Rimbaud que acaba por tropezarse con una grave espiral. Es interesante ver como el pequeño pasa de ser un gamberrillo, que nada tiene de extraordinario, a casi todo un "delincuente", y como la "autoridad" paterna, educativa o judicial, alertados, no aportan más que soluciones confusas o temporales a un problema del que ellos son los principales culpables. Con la educación en el punto de mira, "Los 400..." no deja de ser una cinta protesta que estoy seguro, siempre estará de actualidad.
Todo esto se desarrolla por medio de un montaje intenso, cargado de interesantes movimientos de cámara y un joven protagonista que como actor resulta fresco y resuelto, pese al espantoso doblaje, y en general, sonido.
En su contra anotar algunos desvaríos de la propia trama. El chico comienza gustando de la poesía, trata de escribir, pero en cuestión de unos veinte minutos todas estas intenciones desaparecen. A mi entender todo ello es un tanto incomprensible. De todas formas, se trata de un mal menor y tiendo a achacarlo a la volubilidad de la edad.

"Fishing with John" fue una auténtica criatura híbrida entre el reality, el falso documental, la comedia y el programa de pesca.

Básicamente se trata de John Lurie, casi hombre orquesta, un tipo realmente cool del NY de los 80, "persona que debes conocer", inseparable del primer Jarmusch y líder de The Lounge Lizards, pescando con algunos amigos alrededor del mundo. Hablan de cosas intrascendentes, de la pesca, bromean mucho y, generalmente, se desarrolla una pequeña subtrama de carácter esotérico o épico.

Una profunda voz en off, que es algo así como el tercer protagonista, invisible y omnipotente, nos guía con enorme solemnidad; aportando comentarios innecesariamente trascendentales seguidos de otros absurdamente irreverentes y que le dan eco al humor de cara de póquer de la serie. Todo se envuelve en un genial OST del propio John Lurie, de tintes misteriosos y dodecafónicos.

El show comienza con un incómodo momento en un coche en NY. John saca a Jarmusch a pescar nada menos que un tiburón azul. El director no parece muy cómodo y decide dejarse llevar para que la jornada termine lo antes posible.

Los episodios de Tom Waits y Willem Dafoe son divertidísimos. El primero es una suerte de vacileo continuo en Jamaica, el otro una enternecedora lucha por la supervivencia a 0º.

El día de pesca con Matt Dillon fue, según dijo Lurie, un compromiso contractual con la productora. Los dos pescadores solo se habían tratado superficialmente en un par de ocasiones; la falta de química es evidente, pero una divertida subtrama de tintes chamánicos parece salir al rescate del capítulo.

Todo termina con una aventura junto a Dennis Hopper a la caza de un esquivo calamar gigante en el atardecer de Bangkok, rodeados de templos costeros y bajo la amenaza de los piratas.

Puro amor.

Traducción de la obra literaria, no es la percepción kafkiana muy dada a salirse del libro para ser plasmada en otro medio, pues parte su magia radica en el denso proceso narrativo, entre lo retórico y lo burocrático, que va asentando el recorrido laberíntico de sus escenarios y personajes.

"El Castillo" es una metáfora del poder. Este se impone, pero no físicamente, si no de una forma tácita, muy convincente. El Castillo reclama atención, alerta constante, sus mecanismos para dominar al individuo no se nutren tanto de amenazas como por medio de un constante ir venir; reclama atención al tiempo que ignora. Cada habitante del pueblo es reflejo de este poder, de forma que parecen haberse quedado como congelados en un no lugar, en un sueño febril; fruto de ello resultan alocados, a veces graciosos, muchas otras veces crueles, y como es sello de la obra de Kafka, en especial las mujeres parecen tomar las riendas de la historia por medio de un extravagante erotismo.

Para transmitir todo esto, Haneke recurre a una grabación fría, de planos secos y distantes, de prolongados espacios en negro, que aposenta la narración. A igual manera que en el libro, tenemos una relación difusa con el protagonista, somos testigos distantes de sus idas y venidas, pero hay una gran vacío entre él y nosotros; parece que todo sucediera en otra dimensión. Mientras, K recorre las nieves en largos trávelings que evocan la búsqueda de lo imposible: Avanza pero nunca llega.

En forma es una buena adaptación, muy libresca y, por tanto, no excelente película. Haneke aquí extralimita el cine, lo fuerza, lo estira y este comienza a romperse lo que convierte a este Castillo, fundamentalmente, en una "curiosité".

Parte esencial del expresionismo alemán, tan alimentado por los humos de la guerra y los terrores del hombre de comienzos del XX, "E G D D C" resulta obra esperpéntica, desbordada, terríblemente subjetiva y fresca, muy fresca.

La obra es una crítica a la jerarquía política (el Doctor) que conduce al inconsciente pueblo (el sonámbulo) a cometer trágicos crímenes; es un grito de denuncia, fruto de unos jóvenes artistas, hacia la Europa de la Primera Guerra Mundial, con sus estúpidas alianzas y sus matanzas ordenadas desde hermosos despachos. También hay espacio para una crítica de mayor corte social, en el que los funcionarios son seres entronados en enormes pero inestable sillas; tiene una conexión ciertamente kafkiana.

Los decorados no son tanto de corte cubista, como algunos han dicho, si no expresionista. Poseen conexión con los paisajes de Kirckner y Soutine; el hombre se ve rodeado de terrores evocados en esas formas flamígeras, extraídas del mundo real visto subjetívamente como una fábrica de miserias. El espacio se acota, y los personajes parecen desfilar por laberintos que se suceden cícícamente. En algunos de estos decorados se incluyen números y garabatos, aparentemente escritos al azar y que evocan el automatismo psíquico surrealista, que nos invita adentrarnos en un mundo de terrores irracionales y puros, tal y como se encuentra en lo más profundo de la mente humana.