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España España · Ciutadella de Menorca
Críticas de Joan
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
9
24 de agosto de 2008
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Onírico y circense retrato del seductor veneciano, no exento de desencanto y tristeza. Un hombre decadente que se pasea por decadentes sociedades europeas, haciendo de su vida un teatro mediante el simular ser explorador, matemático, etc. Un paseo vital por competiciones de fornicación, por mil y una amantes de toda condición social y existencial (véase la hilarante y enfermiza escena de la amante autómata), por carnavalescos festejos venecianos de idólatras de la luna cual si diosa fuera. Inclusive, un paseo por amores de verdad y no correspondidos de los que incluso el gran libertino no se libra. Amores que mancillarán su, en el fondo, blando corazón necesitado de cariño verdadero, además del ocasional y carnal del que hace tanta e incansable gala.

Toda una vida de seducciones, amoríos y -por ende- desengaños que se verá "coronada" por una vejez solitaria aun más decadente que la vida llevada en su juventud, indisoluble de su vigor sicalíptico. Una tercera edad de solitud, atormentada por el escarnio de quienes le reconocen como lo que fue y ya no es. Lastimero resto de lo que fue una vida disoluta y de éxtasis, un crepúsculo de deshonra y burla al que sólamente le quedan los desamores, los sueños de sus amatorias hazañas de épocas mozas.

Una gran interpretación de Donald Sutherland, en una tan divertida como visualmente espectacular película con alta graduación de amargura, en la que se nos enseña que nada es para siempre.
Joan
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10
31 de marzo de 2008
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguimiento de la felicidad a través del tiempo de un director homenajeado en una retrospectiva de su filmografía. En el pasado, a través de sus recuerdos, hallándola en un inocuo y doméstico instante, inestimablemente apoyado por el jazz de Louis Armstrong. El jazz, todo ese jazz, como baluarte y como toma de consciencia de un fugaz agarre del grial de la felicidad sin estrías. En el presente y en el futuro, quizá en una nueva relación de pareja. Empero sin detrimento del conocimiento de lo efímero, absurdo y triste que este mundo es.

Desapercibido, cuasi ignoto, es este largometraje en blanco y negro de nuestro filósofo cinematográfico favorito (ésto último, para los que sus fans somos). Película brillante, ácida, atípica, surrealista, hipnótica. Una autorreflexión capaz de hacer germinar frutos de belleza y filosofía del vasto árbol de la melancolía, definible además como retrato de la simbiótica paradoja de la comicidad nacida de la tristeza oculta, del miedo a la muerte, de la ciega e incoherente condición del amor, del caos sentimental: "Ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà!" (¡Ríe, Payaso, y todos aplaudirán!) como dice la letra de la aria "VESTI LA GIUBBA" de la ópera "I PAGLIACCI". Un baño de multitudes compuesto de admiradores, inflexión vital, existencialismo pesimista e interno repaso autobiográfico.

Cuenta el film con un hermoso y original cartel (no el que sale en esta web, sino uno constituído por dos figuras abrazadas besándose, cuyos contornos sobre fondo negro se componen de puntitos o, más bien, estrellas. No en vano, su título original es "STARDUST MEMORIES").

Y también tiene en su haber un fascinante plano final. (SI LES PLACE, PASEN A SPOILER).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan
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10
7 de mayo de 2007
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Legendarias canciones, legendarios bailes, legendarios intérpretes. ¿Es entonces menester calificar de legendaria esta película? Como una conveniente conclusión, afirmar que el déficit de justicia causado por las palabras es patente: Es una maravilla que debe verse. Sentirla y disfrutarla son elementos implícitos de su visionado, que pueden no darse en caso de que el espectador no disponga de un mínimo de sensibilidad que haga posible el éxtasis cinéfilo.

Un altamente recomendado viaje a un artificial paraíso de hedonista placebo, una bella evocación de una dimensión alternativa, cuna de una imposible y lujosísima Venecia. Un claro contrapunto a la triste y meláncolica decadencia preñada de belleza de esta misma ciudad que nos brinda la perturbadora MUERTE EN VENECIA. La travesía de llegada a este fantasioso, efímero y soñado paraíso tiene como guías y celestiales émulos de Caronte a los maravillosos Fred Astaire y Ginger Rogers, en un contexto de siempre glorioso blanco y negro.

Excelente comedia musical. Cine de evasión de gran pureza. Pregúntenle al personaje de Mia Farrow en LA ROSA PÚRPURA DEL CAIRO o al gigantesco y milagroso presidiario John Coffey de la hermosa LA MILLA VERDE.
Joan
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10
30 de diciembre de 2007
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que no tienen nada que ver la gran obra maestra de Berlanga con el inmortal film de Bogart, pero se trata de nuestra GRAN película patria.

Un fresco sobre un pueblecito cualquiera, rural, con su alcalde, su noble, su pregonero, su maestra, su cura, etc. Un gran retrato coral de ácidos ingredientes y mirada, en torno a las ilusiones y al revuelo -canción de bienvenida incluída- que se provoca en un tranquilo paraje campestre ante la inminente llegada de unos ultramares trasuntos de los Reyes Magos a una España de posguerra en la que su gente se las apañaba como buenamente podía. Una gente de un pueblecito, Villar Del Río, devenida de repente en una "compañía teatral" en representación de un folklore admirado por exótico allende los mares. Inolvidables personajes, principalmente ese alcalde sordo inmortalizado por el magnífico Pepe Isbert, a la cabeza tanto del pueblo como de la película en sí misma. La parte de los sueños de los habitantes del pueblo, de lo más hilarante (ver SPOILER).

Apuntar que se rodó en la localización real de Guadalix de la Sierra, localidad famosa hoy en día por el dudoso honor de ser escenario de esa maniquea y nauseabunda reunión televisada de vagos, cumbre de la podredumbre televisiva, con irrisorias, patéticas y pretenciosas ínfulas científicas -pues es calificado de "experimento sociológico"- con una presentadora a la altura de sus bajísimas circunstancias. Penoso, realmente penoso y vomitivo que la audiencia apoye a fusilables espacios como éste.

Permítanme ponerme utópico: ¡Hagamos frente a esta pestilente programación, apagando la tele, poniendo DVDs o poniendo espacios de calidad! Ojalá que la audiencia les bajara tanto que tuvieran que quitarlos sin remedio de la enfermiza programación.

Como diría, a buen seguro, Leónidas sobre el tema: ¡¡¡ESPARTANOS!!! ¡Que nuestros mandos a distancia sirvan no de báculo de apoyo a la basura, sino de lanza para atravesarla!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan
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8
1 de octubre de 2009
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mujer y el hombre (latinos e italianos, en este caso) observados bajo la mirada de tres distintos prismas, que producen variaciones en la personalidad de ella y -más bien pocas- en la de él. De cómo diferentes mujeres llevan a su terreno al macho o lo sacan de él cuando les place. El sexo como pilar central del imperio de la dominación, de la domesticación del ser masculino por parte de la fémina. Sexo encarnado, nunca mejor dicho, por el bello, generoso y exuberante chasis de la Loren; un cuerpo invitador e incitador al disfrute, a la inmersión incondicional en el goce corporal, al intercambio de favores cárnicos.

Como he apuntado al principio, parece como si importara menos la condición personal del hombre en las tres historias, pues el personaje tiene en ellas el nexo común de querer lograr la fogosa fusión de su cuerpo con el de la Venus de turno. En cambio, dicha Venus posee como medio poderoso la debilidad, el apetito del macho, por el manjar sicalíptico. En divertida forma se nos ilustra con: Una mujer que hace de embarazos continuos e ininterrumpidos su inmunidad frente a la cárcel; otra de vida insatisfecha y ávida de aventura; por último (en la más lograda historia), vemos como una hetaira autónoma con piso, con la pura y simple abstinencia sexual mediante, puede hacer que un mozuelo vecino y seminarista recapacite sobre sus intenciones de dejar todo, y que un ardiente cliente se quede, el pobre, compuesto y sin cana al aire.

En conclusión, los hombres tenemos el sexo como un fin. Ergo: Las mujeres lo tienen como un medio: Nuestro fin es su medio. Por lo demás, bienvenidos al mundo de Sophia Loren, esta "mamma italiana" capaz de encender pasiones en el espectador. Esto último, empíricamente comprobado con un servidor como cobaya.

P.D.: Impagables los aullidos que pega Marcello Mastroianni durante el célebre y celebrado striptease de ella.
Joan
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