Cuando Alejandro G. Iñárritu recogía su tercer Oscar en la 87ª edición de los Premios de la Academia, la industria de Hollywood transformaba la meca del cine norteamericano en territorio mexicano con ese triunfo. El director de "Birdman" aprovechaba su último discurso de la noche para reivindicar a su nación y a sus compatriotas dentro y fuera de las fronteras de su país. El éxito de Iñárritu se sumó así al conseguido hace un año por Alfonso Cuarón, que recogió el Oscar a la Mejor Dirección por la apabullante "Gravity". Ambos hechos demuestran el excelente estado de forma del cine mexicano, que pareció despertar al nuevo siglo bajo la figura del genial Guillermo del Toro como estandarte de esta nueva hornada de realizadores, y que no para de presentar al mundo nuevos realizadores con las pilas cargadas de talento.

El último en asaltar nuestras pantallas es Jorge R. Gutiérrez, que con el aval del ya citado Guillermo del Toro, nos demuestra con "El libro de la vida" que la industria cinematográfica mexicana va a por todas. Y lo hace en esta ocasión con una cinta de animación que bucea en las raíces de la cultura popular de su nación en busca del potencial que se esconde en sus leyendas, para traernos una película que sorprende por su frescura e imaginería visual.

Gutiérrez excava en las raíces nudosas del pasado cultural de México, extrayendo el alma de su obra directamente del mismo lugar del que surge la identidas de su pueblo, consiguiendo dar a ese elemento nostálgico la energía necesaria para que una historia sencilla, consiga conectar con el espectador a través de los elementos comundes de la narración (es decir, de su desarrollo y de sus personajes), al tiempo que consigue identificarnos con la magia legendaria de una cultura que, lejos de resultarnos ajena, nos introduce de lleno en su idiosincracia gracias al cariño y al respeto puestos en la obra.

Todo ese esfuerzo esta presente en un título en el que la pasión se hace notar en el mismo momento en el que disfrutamos de una animación dónde el colorido desplegado consigue dotar de personalidad visual a una cinta que, en lo argumental, se acerca a sentimientos más complejos de lo que suele ser común en este tipo de obras, de carácter infantil. La concepción de la vida y la muerte que se propone, que evoca directamente a lo mostrado en "La novia cadaver", parece estar más allá de la comprensión de los más pequeños, buscando satisfacer así al público más adulto. Por tanto, para equilibrar la balanza, y captar la atención del público infantil, se apuesta por incluir en la narración elementos que terminan lastrando a la cinta, como algunas escenas de acción innecesarias y, sobre todo, más de un pasaje musical que languidece frente al despliegue visual del resto del relato, frenando el avance de una narración queparecía destinada a afincarse en el corazón y la memoria colectiva.

Es esa incapacidad por determinar el tono final de la narración lo que rebaja las notables vibraciones transmitidas por una película que si bien no es perfecta, sí posee el encanto suficiente para sumergirnos en ella y transportarnos a una cultura hermanada con la nuestra y, a su vez, bien diferente.

Curioso el presente curso cinematográfico. Algo parece pulular por las conciencias de los guionistas en Hollywood. Un pesar que les ha forzado este año a realizar películas de trasfondo oscuro donde, de manera directa o indirecta, se hace referencia a las crisis de personalidad generadas por el daño psicológico que el ego puede provocar en el individuo. "Birdman", "Whiplash", "Nightcrawler" o esta "Foxcatcher", son películas que atacan directamente a un sistema de valores preestablecido en la nación estadounidense. Unos principios éticos y morales construidos en torno al falso ideal del éxito a cualquier precio. El reconocimiento y la palmadita en la espalda como manera de alimentar las virtudes propias, obviando en el camino los sentimientos ajenos, y los terrores más personales.

Bennett Miller, vuelve sus pasos una vez más sobre una historia real que le sirve como espejo sobre el que mirar el ombligo de todo un país (o incluso, un planeta), cimentado sobre unos principios erróneo que atacan directamente a la espina dornal de nuestra cordura. Auténtico maestro en el desarrollo psicológico de sus personajes, Miller nos coge de la mano para sumergirnos de lleno en uno de los más oscuros viajes a la psique humana de este año. Su obra, puede presumir de contener uno de los mayores laberintos emocionales de la cartelera actual. El desarrollo psicológico que realiza a través de un excelente trabajo de cámara que juega de manera prodigiosa con los primeros planos, y el soberbio arco dramático sobre el que se presentan sus personajes, son obra de un realizador dotado para el cine más intimista, pese a que en su acabado visual busque muchas veces la perfección formal (algo que a veces, por desgracia, choca con el ritmo del relato). Es ese trabajo de aercamiento al pozo de sus protagonistas el que consigue de su película el complicado logro de obtener múltiples lecturas del perfil de sus antihéroes.

Un trabajo que no resultaría tan asombroso de no ser por un trío protagonista al que sólo se puede catalogar como excelso. Steve Carell, tras su máscara de maquillaje, abandona su vis cómica y nos somete a un cruel ejercicio de tortura a través de un personaje que sabe jugar a la perfección con la espada de doble filo sobre la que camina constantemente. Esa que le lleva a engrandecer a su país a toda costa, y a defender los valores instaurados en su nación, a la vez que es incapaz de verse a sí mismo como la sombra proyectada por los demás. Channing Tatum sorprende a muchos (yo ya me lo olía en este actor), con un trabajo soberbio de interiorización de un personaje cuyo perfil es, sin duda, el más complejo y, perdón por la expresión, jodido, de toda la película. Su presencia física impone, pero su dimensión emocional sobrecoge con algunos momentos de auténtico genio de la interpretación. Aunque para genios, el tercero en discordia, un Mark Ruffalo que película a película, agota los apelativos. Baste con decir que es sin duda, junto con otros dos nombres más, el mejor actor de su generación. Un Mark Ruffalo nacido por y para sus personajes, capaz de generar emociones con solo torcer la mirada. Tener en pantalla a estas tres bestias dejándose la piel, es algo maravilloso y que encima, se engrandece por momentos con la presencia de la colosal Vanessa Redgrave.

El cocktail de emociones con el juega Miller y su reparto, baja por la garganta raspando nuestros sentimientos, se instala en el estómago con la amargura de la derrota de nuestro sistema de valores y termina por digerirse de mala manera con el paso del tiempo. Estamos ante un título que deja posos en la conciencia y en la subconsciencia. Una cinta cuyo único lastre, es la citada búsqueda de la perfección formal que hace que a Miller, se le pierda el ritmo de la historia en uno de los momentos clave de la misma: en el planteamiento. Perder el interés del espectador en ese punto de la narración, puede dañar el resultado de la obra de manera irremisible. Sin embargo, es el talento del director para diseccionar traumas, y la magia del reparto para materializarlos en la pantalla lo que hace de "Foxcatcher" un oscuro y notable drama no apto para todo tipo de paladares.

Absurda. Excesiva. Incoherente. Burda. Ostentosa. Artificial. Innecesaria. Repetitiva. Carente de originalidad. Ruidosa. Farragosa. Barroca. Simple. Desapasionada. Estruendosa. Estúpida. Sin gracia. Sin duda, cualquiera de estos calificativos, sirven para definir "Jupiter Ascending", lo último de los Hermanos Wachowski. Sin embargo, no se puede evitar un cierto aire hipnótico tras el visionado de la película que nos lleva a reconocerle un adjetivo más: divertida.

Andy y Lana, vuelven a la ciencia ficción tras "El atlas de las nubes", una película en la que coqueteaban con multitud de géneros, y todos dispares entre ellos, en un título que no me cansaré de reivindicar como gran película de culto que fue capaz de embaucarme con su poderío narrativo. Pero ahora, se centran en el género que les dio el reconocimiento mundial gracias a su exitosa y, en muchos aspectos, revolucionaria saga "Matrix". Ese hecho, ha generado un revuelo excesivo alrededor de esta película, en la que muchos tenían depositada la esperanza de asistir a un novedoso ejercicio de estilo en el que los directores volvieran a romper los esquemas del género ofreciendo un espectáculo capaz de renovar la manera de entender este tipo de cine. Nada más lejos de la realidad. Los Wachowski se han olvidado de cualquier intención de sorprender, y han parido una película cuyo único objetivo es la diversión y el espectáculo sin pretensiones.

"Jupiter Ascending" es una película sin horizontes. Un cóctel de referencias que coge elementos de cualquier título del género sin compasión alguna y sin mesura. De ese modo, nos encontramos con una space ópera que tiene puntos en común con sagas galácticas como "Star Wars" y "Star Trek", o con "Warhammer 40k", e incluso con la propia saga de "Matrix" en el diseño de algunos de los elementos. Añadan a ello un argumento simple en su concepción, pero al que los hermanos intentan dar una épica inexistente alargando el quid de la cuestión hasta casi romper el hilo de la paciencia. Y sin embargo, la película entretiene. Puede que ahí radique la grandeza de estos realizadores, en su capacidad para echar por tierra cualquier atisbo de buen cine, y aún así, conseguir mantenernos en nuestras butacas atentos a todo lo que sus cámaras nos muestran. Ni siquiera las interpretaciones de un elenco plagado de nombres conocidos para el gran público consiguen elevar el resultado objetivo de la cinta... una cinta que aún así, entretiene.

Y entretiene porque, pese a los delirios de grandeza de los Wachowski, nace sin complejos. No tiene límite a la hora de echar por tierra la verosimilitud o la coherencia del relato, y lo sabe... y lo mejor para la película, lo explota. La acción se desborda, y demuestra el terreno en el que los directores mejor se mueven, con algunas persecuciones rodadas con un pulso y una técnica impresionantes, y el drama que se desarrolla se deja llevar por el impacto visual del diseño de producción, sin buscar en ningún momento trascender la pantalla. Andy y Larry pretenden crear un universo propio que bebe de tantas fuentes que resulta impersonal, y aún así, y entre tanta inmundicia cinéfila, consiguen transmitir la sensación de que el tiempo no se ha perdido, sino que se ha aprovechado en divertirse.

La banda sonora de Michael Giaccino es lo único sobresaliente en una película en la que su partitura, está a años luz de la calidad del resto de elementos. Y aunque haya tan poco bueno que decir de "Jupiter Ascending", y por contra, tanto malo que reseñar de la misma, no olviden una cosa importante... a pesar de todo, esta película, entretiene. Y al final, esa es una de las características que más se esperan de una cinta...así que algo bueno tendrá.

No llego a desentrañar el secreto que se esconde tras nuestra manera de mirar el mundo. Cómo de repente, de la noche a la mañana, perdemos esa pátina de irrealidad que durante nuestra infancia nos acompaña, y nos convertimos en meros espectadores de la vida, ajenos a la belleza que se despliega ante nosotros, más preocupados por mantener la rutina aberrante que nos consume, que por conseguir desenmascarar la magia de lo cotidiano. Pasamos de soñar y transportarnos por el universo con el potente vehículo de la imaginación a anclarnos en una existencia carente de espíritu donde parece latir una necesidad extenuante de recibir toda la crueldad que la realidad nos pueda proporcionar. Olvidamos lo que era ser niños, y deseamos ser mayores antes de tiempo.

Existen casos aislados, de adultos que afortunadamente aún no han perdido esa inocente cualidad de contemplar la existencia con el caleidoscópico prisma de la imaginación. Amigos del subconsciente, capaces de extraer la esencia onírica al día a día. Y a veces, alguno de esos extraños casos, decide dedicar su potencial a recordarnos que una vez fuimos niños manifestando su visión de las cosas a través de su arte. Jean-Pierre Jeunet, es uno de esos exploradores de lo irreal, capaz de deslumbrar con sus historias cargadas de imaginería visual y corazón.

En "El extraordinario viaje de T.S. Spivet", Jeunet vuelve a recurrir a su particular estilo narrativo para narrar sobre la pantalla la historia de un chico criado entre dos maneras de ver el mundo: una empírica y racional que nos obliga a comprender cada uno de los mecanismos de la naturaleza; y otra centrada en los impulsos más primarios, esos que nos acercan tanto al reino animal del que descendemos. Como un naúfrago a la deriva entre ambos mundos, T.S. nos enseña como el ser humano, es capaz de engañarse a sí mismo creando visiones parciales de la realidad, cuando la única verdad que existe es que el mundo que se abre ante nosotros, sólo de puede disfrutar si nos olvidamos de los prejuicios del presente, de las esperanzas de futuro y de los errores del pasado. Todo ello, contado de manera mágica con la capacidad soñadora de un niño, y las técnicas de un experto en exprimir las posibilidades a un arte que muchas veces se acerca más al ilusionismo que a la crónica real.

Jeunet no sorprende, pues ya nos ha habituado en anteriores cintas de su filmografía a su particular estilo; e incluso peca de condescencia con su propio relato, dejando que la ternura y la emoción se conviertan en pequeñas herramientas maniqueistas que persiguen la lágrima fácil. Sin embargo, ese pequeño lastre no empaña una cinta que aún así, encierra un alma de verdad durante gran parte de su metraje. Un viaje donde las sorpresas las elegimos nosotros, acompañando a un personaje que desde su imagen a su manera de entender las cosas, destila ternura. Una epopeya hecha con el corazón. Un corazón que late en cada episodio de una historia épica por su magia. Una película que nos invita a soñar e imaginar; nos llama a ver el mundo con los ojos perdidos de la infancia; y nos recuerda que amar la vida no es un pecado, sino un regalo que podemos desempaquetar de nuevo cada día.

Mientras siguen buscando un producto original que les devuelva a esa élite del cine global que tocaron y mantuvieron en su poder con títulos como "Wall-E", "Up" o "Toy Story 3", Pixar sigue manteniendo su hegemonía artística en el cine de animación explotando sus propias franquicias. Y aunque los largos que han producido en los últimos años siguen manteniendo unas cotas técnicas inigualables por sus competidores, no se puede negar que su repercusión en la taquilla, se está viendo mermada en su batalla contra otros estudios que les están ganando la partida en la competencia económica.

Así que, para aliviar la espera de aquellos que queremos verles otra vez en la élite del cine de animación a todos los niveles, Pixar, deja caer con cuentagotas algunos cortos como este que nos ocupa. Una pieza ligera y divertida, que sirve como vehículo para dar mayor publicidad a los personajes protagonistas de la saga monstruosa comandada por Sully y Mike. Un ejercicio divertido que entretendrá a los más pequeños, en el que una vez más hacen gala de su perfección en los acabados, y al que le falta ese punto de corazón tan importante en los cortos y largos de la compañia del flexo.

Espero con ansias su resurgir de las cenizas mientras disfruto livianamente de estos pequeños bocaditos que regalan de vez en cuando.