Una película de Tom Hanks y pasa directamente al streaming: realmente el mundo está cambiando.

La película tiene abundantes medios y el producto tiene glamour y está bien acabado. Tom Hanks interpreta al esforzado capitán del destructor clase Fletcher llamado Greyhound (el barco, no el capitán) que se enfrenta a esas hordas del mal tan socorridas que son los nazis que igual sirven para un roto que para un descosido cuando se trata de dar miedito.

La historia, la trama, es un surtido de tópicos mil veces vistos. El guión falla en intentar construir unos personajes atractivos con los que podamos identificarnos. No hay, literalmente, tiempo ya que todo el metraje lo ocupa el combate contra el enemigo submarino. Hubiera sido necesario un guionista talentoso que fuera capaz de contar la historia mientras nos muestra el alma de los personajes sin que baje el ritmo endemoniado del combate. Pero parece que cada vez se concede menos importancia al guión en el cine moderno. Hay algún intento fallido por parte de Hanks (que es el guionista) de dotar a su personaje de algún matiz pero a base de lugares comunes que han causado a este opinador cierta frustración. En la parte de su interpretación, me ha parecido Salvar al soldado Ryan marítimo.

El principal mérito de la película son las secuencias de combate que están bien hechas y tienen cierta emoción y que están, en apariencia, bien documentadas aunque con ciertas concesiones al espectáculo hollywoodense.

Pasas un buen rato, sin más. Ni menos.

Una serie alocada, bronca, de mal gusto, irregular, gags desternillantes, personajes paródicos, personajes bien resueltos (Recio el mayorista, Amador el vividor "soñador"), insatisfactorios (Doña Fina), tosca, aún de peor mal gusto, de episodios demasiado largos, de arcos narrativos delirantes, con un humor negro negrísimo, de actores infantiles que tendrán traumas de mayores (pienso siempre en "ojos de pollo" posteriormente conocido como "pollete"), grosera, con grandes actores, que repite tramas, irritante, relajante, hilarante, con motes muy bien hallados ("tanqueta"), aún más grosera, que te puede alegrar el día, que un día es más cutre que Torrente y al otro parece Arsénico por compasión. Sin transición. En la misma temporada.

En fin, una serie divertida que, en su undécima temporada, ya da signos de cansancio pero que es mi debilidad inconfesable que ahora confieso.

Lo que digo en el título: un telefilme con presupuesto alto. Paul Giamatti está estupendo en su interpretación. Es un productor judío descarado que se enamora perdidamente de una mujer el día de su boda. De él no de ella. A pesar de los grandes actores que reúne la cinta, no dejan de ser emociones de sábado por la tarde compensadas por una cierta autoironía despiadada que la salva de la quema.

Hay algunos momentos de humor y una tragedia final bestial que te encogerá el corazón.

Si quieres que sea sábado por la tarde todos los días, ésta es tu película.

De la Iglesia nos entrega una serie de lujosa producción. Se nota su mano hábil en el ritmo loco que imprime a la historia.

Los títulos de crédito de la serie son espectaculares.

El género es el pastiche ya que mezcla varios géneros que le son habituales al cineasta: terror, fantasía. Se pueden rastrear elementos de películas incorporados por el guión sin rubor ni elaboración: El pueblo de los Malditos, La niebla, La Cosa, El Código Da Vinci, Cementerio de Animales. Y esta tosquedad es quizás un punto débil en la serie.

La serie empieza potente, con unos primeros capítulos que plantean misterios interesantes, que te hacen desear capítulos posteriores. La desaparición del marido de la protagonista, un nacimiento contra natura, asesinatos sin sentido. Acabo de ver el séptimo capítulo y la serie se desinfla. Los protagonistas dan vueltas sobre sí mismos, no saben muy bien qué hacer. Entran como en bucle. Quizás a esta serie le sobraría un capítulo.

La serie bascula entre la creación de situaciones emocionantes, que te desencadenan torrentes de adrenalina y el toque de comedia paródica que parece ser la tónica en el cinema patrio en general y de de la Iglesia en particular. Este no saber cuál es su objetivo me ha desconcertado aunque por lo leído en redes sociales parece que gusta esta zona borrosa. Porque, por ejemplo, lo de Miguel Ángel Silvestre es confuso: ¿su personaje es así de idiota o es que su interpretación no da más de sí? Si es lo primero, nos encontramos ante un actor sutil, lleno de matices. Si es lo segundo,...

Estoy ambivalente con la serie. En conjunto, me gusta pero la han estirado como un chicle para ajustarse a estándares de producción actuales. Es mi hipótesis.

Me quedo con el personaje interpretado por Javier Bódalo como agorero anunciador del apocalipsis.

Había visto la primera temporada VOTA JUAN de la cual esta serie es la continuación. En la primera, el político Juan Carrasco es un ministro de agricultura más cerca de Míster Bean que de El ala Oeste que aspira a la presidencia del gobierno de un país imaginario llamado España. No estaba mal pero creo que, este caso, segundas partes fueron buenas.

El asunto comienza con una elipsis en la que Juan ha sido apeado de la política y enseña (mal) biología en un instituto de Logroño. Le han acusado de corrupción y su situación en Logroño es difícil Y entonces se le ocurre volver a la política con un partido nuevo. Esta temporada es la historia de ese sueño.

La serie tiene grandes gags en las que este opinador se ha reído a carcajadas con una sensación de extrañeza mientras lo hacía. El opinador se decía: "Por el amor de dios, si es una serie española. Si no me hacía gracia ni 7 vidas"

Pero el guión está bien trabajado y las situaciones medidas. Todos los personajes secundarios aportan su granito de arena al circo en vez de ser mero atrezzo para lucimiento del protagonista. Destaco a la hija interpretada por Esty Quesada, que es la voz del sentido común, y a la jefa de gabinete Macarena interpretada por María Pujalte, que es el payaso Augusto del Clown que Javier Cámara pone en pie brillantemente.

Y no nos engañemos: Javier Cámara está exagerado, lleno de tics, evolucionando por toda la serie como un tonto a las tres, pero solo en apariencia, porque detrás se adivina al ser que ama la política por encima de todas las cosas; que es bastante necio excepto en lo tocante a la política; que lo sacrifica todo, familia, amistades; que engaña y promete lo que haya que prometer con la esperanza de tocar el poder otra vez. Todo este artefacto narrativo requiere un guión sutil y bien desarrollado y un gran actor. Y, por supuesto, algo de suerte.

A fe mía que lo han conseguido.

Recomendada sin reservas.