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Vietnam Vietnam · Sigo estando en Saigon
Críticas de El dependiente
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
2
21 de diciembre de 2010
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desafortunadamente he de decir que ya había visto esta película, pero esperaba no tener que enfrentarme a la decisión de puntuarla. El caso es que el día ha llegado, y tiene que ser hoy. ¿Por qué? Porque hoy se lleva al congreso la ley de Economía Sostenible, conocida ya como "Ley Sinde".
Lejos de hacer de esta crítica una especie de panfleto anti-censura, paso simplemente a decir que esta ley propone el cierre de webs que ofrezcan la posibilidad de descargar o adquirir de alguna otra forma contenido protegido por los derechos de autor. Curiosamente, la guionista de esta película es la Ministra de Cultura, Ángeles Gonzalez-Sinde, miembro de un cargo público, así como supuesto miembro de la SGAE. Esta película, como todos sabemos, ha recibido una subvención que ha salido de las arcas públicas, o lo que es lo mismo, de nuestros bolsillos. Sin embargo, lo más enervante de todo esto es que una política, miembro además de una sociedad gestora de derechos de autor, elabora una ley que favorece a este tipo de sociedades, lo cual tiene, según el Código Penal, el nombre de prevaricación. Hay muchas cosas cuestionables en estos hechos, pero, como dije antes, no voy a hacer de esta crítica un panfleto, así que simplemente expongo los hechos y que cada uno juzgue como crea conveniente, y ahora, en el spoiler, la crítica a Mentiras y Gordas:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El dependiente
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7
19 de septiembre de 2011
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
- En 1960, cuando, en el panorama musical, el rock consistía en unos cuantos blancos tocando música negra capitaneados por un frontman con tupé y patillas, John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr (en sustitución de Pete Best) revolucionaron el concepto y cambiaron la forma de entender este estilo musical, y todo esto con unos peinados ridículos.

- Poco después, en plenos años 60, lo normal era que las estrellas de rock fuesen gente vital, pero Jim Morrison revolucionó el concepto metiéndose un montón de peyote (entre otras cosas). El carisma y el genio de Morrison hicieron el resto.

- Otra relacionada con drogas, pero más tirando para los 90. Cuando lo habitual era que los deportistas (salvo excepcionales casos de dopaje) fuesen considerados sanos ejemplos a seguir, Diego Armando Maradona, además de maravillar a todo el mundo con su fútbol, abandonó el Mundial de EE.UU. por haber dado positivo en un control antidopaje. Después del incidente, gran parte de su fortuna fue a parar a Colombia, tras una pequeña escala en la nariz del astro (dividida en billetes pequeños debidamente enrollados). A partir de ahí, Diego se convirtió en el héroe más humano del deporte.

- Entre todos estos incidentes, durante la época del ascenso al apogeo de las películas de artes marciales, lo normal era que estas fuesen un espectáculo fantasioso y alucinante del estilo "De profesión invencible", que apenas llegaba a asomarse a la cortina de tinieblas que nos separaba de oriente. Pero, entonces, llegó Bruce Lee y tendió un puente entre ambas culturas enseñando artes marciales a occidente. Vale, este puente ha acabado distrayéndonos de la situación nacional de China y convirtiendo algunos lugares de Asia en la cuna del consumismo y la fe en la tecnología para todo, pero, a cambio nos aportó la posibilidad de interactuar con una cultura tan desconocida para nosotros como la de la comida sana, la paz espiritual, los palillos chinos, el manga y el anime, los hoteles-ratonera y las descomunales peleas que se montan en sus cámaras de gobierno (algunas dignas de películas como esta).
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El dependiente
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7
6 de febrero de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Queridos usuarios, la historia del cine es un tapiz rico y variado, y cada hilo es un pilar maestro para que, a día de hoy, el ya desarrollado "homo cinefilus" se masturbe compulsivamente mientras dice en su blog que con Andréi Tarkovski el cine llegó a su cima, aunque luego se le haga la boca agua al ver el teaser de la nueva de Piratas del Caribe (secreto que se llevará a la tumba).

¿Qué quiero decir con esto? Dos cosas: la número "a", que los "alternativos" son superiores a mis fuerzas; la número "b", que esto no siempre ha sido así. Si comparamos la historia del cine con la de la humanidad, el momento en el que el famoso montaje fotográfico en el que se ve un caballo en movimiento (de hecho, el susodicho fotograma, en un alarde de la originalidad decimonónica, se llama "Caballo en movimiento") equivale al momento en el que los bichos peludos de "2001: Una odisea en el espacio" empiezan a golpear cosas con huesos, es decir, a los tiempos del australo... australopi... australophi... del mono del que veninos. Por su parte, el momento de "Asalto y robo de un tren" equivaldría al momento en el que el homo habilis empieza a perder algo de pelo y golpear piedras para darles forma y utilizarlas como herramientas (este no sale en "2001").

Hasta entonces, los Lumière y cia. se habían limitado a filmar cosas cotidianas para probar la utilidad de su invento, pero entonces, a Porter se le ocurrió una idea: ¿Y si en vez de estas cosas taaan divertidas que hacen estos, me invento una historia y la grabo?. Aquí, sin saberlo (o sabiéndolo, esto lo he dicho al tuntún), se dio un paso de gigante: aparecieron los decorados, el vestuario, la trama, los fx... que vale, éstos últimos no eran la gran cosa, pero para 1903 ya vale, ¿No?

No negaré que faltan muchas cosas por hacer aquí: solo se utiliza un plano, con la cámara estática, con cosas que no vienen mucho a cuento (y un final que no se por qué me ha recordado a la ola de cine "tarantiniano", que parece una onomatopeya, pero no lo és), pero la semilla está plantada.

El caso es que solo hay un motivo que impulse a alguien a ver esta película a día de hoy: la curiosidad histórica. Aquí nació el primer western, aquí nació el cine, por así decirlo... y, qué coño, solo por la escena del baile, merecen la pena los diez minutos.
El dependiente
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8
8 de noviembre de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe, y en ciertos aspectos está muy extendida, una filosofía primitivista, que nos recuerda que los primeros hombres carecían de la ambición obsesiva de la que se hace gala hoy en día, y, a pesar de los comienzos del trabajo manual, seguían viviendo adaptándose al medio, en lugar de adaptar el medio a sí mismos. Claro que, entonces, el arte estaba más relacionado con pintar búfalos en cuevas que con filmar adaptaciones de novelas, pero, de todas formas, el motivo por el que escribo esto aquí es más por el fondo que por la forma, y el fondo es el siguiente: se puede aprender muchísimo de nuestro pasado, y, de hecho, es la mejor forma de evolucionar, y Perdición es, sin duda, un gran ejemplo de esto, tanto por su fondo, como por su contexto.
Centrándonos en el contexto, el cine, al igual que el fútbol, ha cambiado mucho. No se puede comparar al Barça de Kubala con el Barça de Guardiola, al igual que no se puede comparar a Billy Wilder, uno de los más grandes del género noir, con Cristopher Nolan, porque ya solo con la mitad de los medios de los que puede disponer el segundo, el primero habría flipado. También se ha evolucionado mucho en técnica, en tratamiento de las películas y, por supuesto, en capacidad interpretativa (yo casi definiría una etapa pre Brando y una etapa post Brando en este aspecto), las historias piden más complejidad... hasta los créditos iniciales hay que saber hacerlos.
Sin embargo, por mucho que los actores de aquel entonces tuviesen todos la misma cara, las bandas sonoras no fuesen el culmen de la originalidad, a la historia se le hayan dado todas las vueltas de tuerca posibles o los avances técnicos hayan conseguido que las películas del pasado parezcan lo más falso del mundo, hay algo que no se puede copiar: como dice Gordon-Levitt en Origen, la inspiración es genuina. Llamadlo talento, inventiva, imaginación, capacidad... eso se tiene o no se tiene, y eso ni siquiera se puede aprender, solo puede uno maravillarse de que lo que está viendo es la obra de un verdadero artista. Aun así, hay que decir que al arte no le gustan los ídolos o los intocables, ya se llamen Coppola, Wilder, Van Gogh o Da Vinci. Es a nosotros (no a los usuarios de esta página, sino a todo el mundo) a quienes nos gusta crear ídolos en lugar de aprender de ellos, motivo por el cual hay usuarios que se dedican a fusilar críticas de otros usuarios porque en una ocasión dijeron algo negativo de su película favorita, o por el cual hay personas a las que no se les puede decir en voz alta que escuchar metal progresivo te parece un coñazo. Si aprendiésemos en lugar de endiosar, quizás podríamos evolucionar sin miedo. Ahí lo dejo.

Ahora vamos con el fondo:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El dependiente
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9
15 de mayo de 2011
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver la película y, si bien es mejor dejar pasar un par de días para hacer una crítica algo más objetiva, sé que, aunque deje pasar mil años, mi opinión seguirá siendo la misma.

Con una evocadora melodía, el genio de Brooklyn hace que nos envuelvan las calles de París, y casi podemos captar el olor de los libros viejos, las farolas decimonónicas y los impolutos suelos empedrados. Entonces todo lo demás no importa. Te da lo mismo que el cine esté lleno de gente que no va a ver "Medianoche en París", sino LA ÚLTIMA PELÍCULA DE WOODY ALLEN, gente cuya idea del humor es esbozar una sutil sonrisa irónica. Pero yo he reído a carcajadas. Es más, he contemplado toda la película con un gesto de gilipollas risueño, maravillándome con ideas tan estrambóticas como la de Zelda Fitzgerald tomándose un Valium.

Pero lo más fantástico de todo (más aún que la propia trama, cimentada sobre un guión digno de exposición) ha sido poder contemplar en el protagonista (un Owen Wilson que incluso logra parecerse a Woody Allen) a alguien ridículamente similar a mí, teniendo en cuenta las innumerables diferencias que hay entre nosotros. Es una identificación que va más allá de lo que me habría encantado mantener una charla con el franco y directo Ernest Hemingway, o presenciar las idas de olla de Dalí y sus amigos.

"Medianoche en París" es una impecable epifanía que nos incita a aprovechar las oportunidades que nos da la vida, a no buscar en el pasado una vía de escape para nuestras frustraciones. Es desmitificadora, entrañable, hermosa y vivaz, como presenciar durante casi dos horas una gran sonrisa de dientes blancos y rectos, una de esas sonrisas que inspiran tu propia alegría.
El dependiente
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