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Venezuela Venezuela · Nueva Esparta
Críticas de Sebastian Arena
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
10
2 de mayo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un cínico (Waltz), una idealista (Foster), un irreverente conciliador (Reilly) y una realista radical (Winslet) se sientan a conversar. Sin poderse contener, la idealista da muestra de cuán elevados son sus modales y valores morales, instando a los demás a que la elogien sutilmente al respecto. La realista radical concede con una sonrisa el comportamiento megalómano de su compañera; y, mientras tanto, el irreverente conciliador no lo es tanto frente al cínico, que habla por su celular o con los demás con afán indiferente.

[Superficialmente] IMPARCIAL: «Una palabra que establece una intención clara y sin margen para malentendidos» (del cínico Waltz).

A primera vista, cuatro ciudadanos decentes (como el irreverente conciliador apuntó) que discuten tautológicamente acerca de una cuestión trivial que, por supuesto, bajo sus palabras adquiere dimensiones míticas. Porque, tanto para la idealista como para el irreverente y la realista, un acto de violencia es sólo el estímulo que les lleva a cuestionar no sólo los unos a los otros, sino a toda la humanidad. El cínico está allí, casi siempre con una sonrisa. Comenta las apreciaciones de sus compañeros de mesa con placentera serenidad y luego de uno que otro altibajo, logra descender a su nivel.

Ahora todos son iguales. Todos humanos, no ciudadanos decentes, ni amigos de Fonda. Ya no les importa estar colectivamente preocupados por el sufrimiento más allá de las puertas de esa casa.

«Sólo somos superficialmente imparciales. ¿Por qué deberíamos ser imparciales?» (de la idealista Foster).

¡Nada termina aquí! Exaltación, una tras otra. Gritos. Insultos. El insulto es una forma de violencia. Depende. La realista y la idealista muestran sus garras en el juego de poder. El cínico y el irreverente disfrutan del espectáculo. La mesa huele a vómito, pero no es este el quid de la cuestión. Ninguno de los cuatro puede decirse a sí mismo: «ego te absolvo».

[Continúo en «spoiler»...]
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Sebastian Arena
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10
22 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al comienzo no quería creer los rumores que decían que ésta obra era algo totalmente novedoso en comparación con las últimas obras de Allen, lo quería creer de esta forma, dado que la banda sonora de Medianoche en París me pareció excepcional y porque A Roma con amor era una entretenida comedia, como no abundan hoy en día. Quise creer algo, digo, para pensar que éstas producciones mencionadas no habían sido un fracaso para Woody.

Por esto mismo no me había acercado a El jazmín de medianoche. No niego que era una cuestión muy tonta, sobre todo porque junto a Winslet y a Swinton, Blanchett es uno de los pilares fundamentales de mi tríada del deseo. He admirado y apreciado con total atención la filmografía de todas, pero con especial hincapié en Winslet y Swinton, que, con su androginia, me atrajo desde que la vi por vez primera.

Jasmine/Jeanette es narcisista, eso puede saber desde el primer momento. Para algunos será justicia todo lo que devino a su vida, pero para mí no es algo aceptable partir de ésa concepción de las cosas. Sí, narcisista. Sí, probablemente neurótica (para Freud existía la neurosis narcisista, cabe destacar). Sí, mentirosa. Sí, solitaria. No una simple criatura egoísta que no pensaba en los demás. No una insensible. No una loca. No un caso perdido. Podría plantearse incluso que su extrema sensibilidad era lo único realmente desdeñable luego de las cuestiones mencionadas.

La memoria cristaliza los buenos recuerdos, los que incluso pueden sacar una sonrisa con el pasar del tiempo… Sin embargo, es deber natural que los recuerdos desagradables sean los que tengan mayor persistencia, o digamos simplemente, mayor «inercia» ante el olvido. Deber natural dado que a causa de las malas experiencias llegamos a conocer con certeza, y a aprehender las cuestiones más importantes. Es por ello que, alguien sensible tiene todas las posibilidades de reaccionar de forma exagerada ante una serie de eventos desafortunados.

Sí, aceptemos por el momento que la principal base de la defensa que expondré de Jasmine es también el principal punto de la ofensiva en contra de todo lo que representa su personaje, y éste es un punto argumentativo sobre el cual he ido y vuelto intelectualmente: la indiferencia selectiva. En resumidas cuentas, el instinto natural que nos impulsa a permanecer sin darle importancia a la mayor parte de las cuestiones habidas y por haber, conocidas o desconocidas; un instinto natural, puesto que nos sería terriblemente costoso intentar abarcar todas las cuestiones, y seguramente viviríamos ansiosos y distraídos sólo por intentarlo. Todo esto sin mencionar que es muy probable que tanta información no podría ocupar todo el espacio requerido en nuestra memoria, o, si pudiera hacerlo, lo haría temporalmente; porque la indiferencia tiene como un principal contribuyente al olvido, el mirar hacia el otro lado de Jasmine.

Es así que, se puede reconocer que Jasmine era narcisista y que a causa de ello, era indiferente. Y esto es realmente admisible sin olvidar su sensibilidad. Por indiferente, no supo preveer lo que luego acontecería, y por ello no estaba preparada. Su lado sensible, por otra parte, se enfocaba en su interiorización constante, o, mejor dicho, en su abstracción. La mirada dispersa y la charla solitaria sólo conformaban la forma sutil con la que se enfrentaba a sí misma, a su pasado siempre cercano y a su futuro siempre borroso. No sabía qué haría con su vida, pero antes había estado plenamente decidida. Una elección olvidada que ratificaba su lado sensible:

«Los primeros antropólogos pensaban que así como las especies evolucionaban de organismos sencillos a otros más complejos, las sociedades y las culturas de los humanos debían seguir el mismo proceso de evolución hasta producir estructuras complejas como su propia sociedad. [...] La antropología es, sobre todo, una ciencia integradora que estudia al hombre en el marco de la sociedad y cultura a las que pertenece, y, al mismo tiempo, como producto de éstas. Se la puede definir como la ciencia que se ocupa de estudiar el origen y desarrollo de toda la gama de la variabilidad humana y los modos de comportamientos sociales a través del tiempo y el espacio; es decir, del proceso biosocial de la existencia de la especie humana.»

De la misma forma, la indiferencia que representaba Jasmine en un principio comenzó a evolucionar, a transferirse, a conformar toda la obra de Allen. Ya no se trataba de su protagonista únicamente, sino de todo el reparto coral, del dramatis personae. Me es imposible obviar en éste punto la crítica social que expuso Lars von Trier (mi director preferido) en Los idiotas (1998) frente a la hipocresía disimulada ante la locura, que normalmente no se sabe distinguir de la genialidad (algo sobre lo que he escrito con anterioridad).

«No creo que en ningún momento el amigo Lars o cualquiera de su cuadrilla protagonista disfrute mofándose de los disminuídos psíquicos ni de ninguna persona cuyas facultades mentales se sitúen por debajo de los límites establecidos. No creo que ése sea el propósito de la película ni del grupito de marras. Lars se limita a poner en evidencia ese idiota que todos llevamos dentro y a criticar despiadadamente actitudes y pautas de nuestra sociedad occidental que revelan, a su vez, nuestra mísera condición humana».

[Continúo en «spoiler»...]
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Sebastian Arena
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8
10 de noviembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En contra de mis anteriores condiciones para revisar la filmografía de un director, no lo hice ni por forma cronológica (desde su primera película hasta la más reciente, o última), ni por cuantos premios había recibido, hoy, para descansar, coloqué el DVD de una película que luego de 4 intentos no había podido ver completa (por distintas razones).

«Yo confieso», 1953.
Dir.: Hitchcock.

¿Qué decir de más? Entendí en mis entrañas por qué se le llamó el «maestro del suspense». Durante 95 minutos, mi garganta atragantada, mi estómago revuelto. Y mi mente fatigada de intentar buscar alguna de justificar todo. La primera película de Hitchcock que veo, y seguramente no la última.
Sebastian Arena
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10
9 de noviembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá se trate de un truco de la memoria; una especie de nostalgia que ya definió Zafón recientemente: «recordar lo que nunca sucedió». Antes de ver ésta película no sabía de la existencia de la persona que es retratada aquí, pero ciertamente algunos aspectos de su vida no sólo me recordaron otra película («Gorilas en la niebla»), sino, a mi bisabuelo materno. «Recordar lo que nunca sucedió», dado que mi bisabuelo no es exactamente un defensor al modo que lo es ésta persona (y personaje; sí, ambos al mismo tiempo); y aún así, recordar, o, mejor escrito, apreciar la misma sensibilidad por la vida, y el apasionamiento con el que, aún siendo un anciano, o a causa de ello, demuestra(n) sus ideas a través de acciones... ¿Pero cuál es el verdadero propósito detrás de toda esta obra? Quizá la búsqueda de un apreciación mayor de una causa, a través de la exposición clara y «humana» de las ideas de otros. La única de las 737 películas que he registrado como «vistas» (en mi vida), que me ha hecho llorar por una hora entera; y hubiera durado más, si no me hubieran insistido en tomar una ducha y aceptar que había visto una obra de ficción, y que sólo me empañaba en recordar lo que (en este caso), si llegó a suceder.
Sebastian Arena
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3
4 de enero de 2016
12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
...no me parece excepcional. Podía haber sido un poco más larga y abarcar otras historias, profundizar más en las que mostró, y, siendo completamente sinceros, el monólogo de Ruffalo se sintió falso y muy forzado. Si tuviera que elegir entre «Spotlight» y otro filme que se enfocó en lo mismo, no dudaría en decir que «Silence in the house of God» es muchísimo mejor: http://www.filmaffinity.com/es/film589933.html

P.D.: Si el año pasado no gañó Keaton su Oscar, con esta película no lo merece. Ninguno de los involucrados, si llegamos a ese punto.
Sebastian Arena
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