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Críticas de Migue Muñoz
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Críticas 100
Críticas ordenadas por utilidad
5
11 de marzo de 2011
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos años después de dirigir 'Conan, el bárbaro', John Milius lleva a la pantalla un guión de Kevin Reynolds y presenta en plena era Reagan un bosquejo supremo de su filia militarista, derechista, patriota, violenta y a la postre individualista y anárquica.

'Amanecer Rojo' narra la historia de diez jóvenes (primerizos Patrick Swayze, Charlie Sheen, C. Thomas Howell, Jennifer Grey o Lea Thompson) que tienen que esconderse en las montañas que rodean su idílica ciudad de provincias de Colorado, tras huir del instituto por sufrir un ataque de tropas militares con ínfulas comunistas (soviéticos y cubanos), iniciándose así la Tercera Guerra Mundial.

Adherida tanto al género bélico o al de blockbuster juvenil, su inicio arrollador sin andarse con chiquitas y con un desarrollo donde priman las escenas de acción y se obvia (se eliden) los momentos de conflicto psicológico, explicativo o discursivo, da lugar a un filme mítico, aunque irregular, denostado y extraño ritmo. Con factura poderosamente clásica, potente y un fondo monocorde con unidireccional lectura: el ojo por ojo, la necesidad armamentística para defenderse del enemigo y el despertar al estado adulto por vía del enfrentamiento violento.

(La australiana producción 'Mañana, cuando la guerra empiece', la remakea en pleno 2010, la suaviza y le otorga a una fémina el punto de vista principal de la propuesta, intentando lidiar con las dosis de machismo y misoginia del filme de Milius).
Migue Muñoz
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8
1 de octubre de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién hubiese pensado que las producciones ochenteras Cannon Films de Menahem Golan y Yoram Globus podrían pasar de ser mera explotación a ser tratadas décadas después casi como cine de arte y ensayo cuando sus ingredientes básicos son tratados por avispados chefs?

Pues Tarantino y Robert Rodríguez a través de su desenfadada mirada trash (sobretodo éste último) saben rendir homenaje, como si se tratara de los autores-críticos cahieristas que en plena Nouvelle Vague reivindicaron a los artesanos del Hollywood de serie B, a una serie de cine que mirándolo sin prejuicios y añadiéndole virtuosismo narrativo es capaz de vislumbrar tanto cine explotation así como cine con sublectura historiográfica en lo audiovisual.
Con el grindhouse pergeñado por esta pareja de cinéfagos ya nos percatamos que Tarantino viraba con 'Death Proof' hacia territorios de análisis discursivo, mientras Robert Rodríguez nos mostraba su mejor perfil: nunca ha temido estancarse, ni siquiera autoexplotarse a sí mismo (la saga de 'Spy Kids', los propios auto-remakes de 'El Mariachi') ya que su diversión y la nuestra radicaban en el punto donde el creador transmite entretenimiento siendo sincero consigo mismo. No hay más que recordar, el inicio de ese grindhouse, ese ficticio tráiler que servía como prólogo.

En ese avance todo era sencillo, nada original pero derrochaba autenticidad y un tremendo halo cachondo a cierto subgénero de cine de acción justiciera de los 70-80. Y tres años después recibimos el regalo hecho film; todo en Machete es pura adrenalina made in Cannon Films: asesinato, pérdida, traición, corrupción y una venganza. Todo se ve venir de lejos, el espectador sabe a lo que va y lo que va a recibir. Danny Trejo tiene, por fin, ese protagonismo que su rictus facial y sus cicatrices pedían a gritos: historia macarra, mexplotation en sumo grado, cameos y aportaciones amiguiles considerables y Steven Seagal que compite con Trejo no solo en esa ficción sino en tronchante cariz interpretativo a ver quién de ambos es más “cara palo”: quién es el Buster Keaton del cine de tiros y tortazos.

Rodríguez sigue siendo fiel a sí mismo (y sigue contando con los suyos, el Spy Kid Daryl Sabara ya crecidito coge las riendas de un papel adulto), sigue entreteniendo la mar de bien como ya lo hizo con su meritoria mitad del grindhouse, y la adrenalina, la sangre, el humor de sal gruesa y alguna buena teta y culo están dosificados para que al público objetivo se le ponga caliente y duro el pop-corn mientras la corrupción y el auge de la extrema derecha recibe lo suyo y los sesenta centímetros de ese cuchillo seudo-espada provocan la mezcla bastarda entre el samurái y el salvaje selvático: la victoria de una venganza latina; el homenaje a un subgénero, juega con ello y lo amolda como quiere para que, esta vez sí, el que se apellide Cortez, Robles, García o Rodríguez no sea el primero en morir en este tipo de producciones, sino que sea el héroe de la función.
Migue Muñoz
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8
25 de julio de 2008
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo lo que las series de Kárate Kid; Kárate Kimura; Kickboxer; El Ojo del Tigre en el Mono Borracho,... afianzaron entre los 70 y los 80 ahora pasa a la animación mainstream.

Es una historia mil veces contadas (sobretodo por su moraleja) pero sensata y muy bien facturada.
Se permite el lujo de realizar un prólogo alimentado por influencias en el trazo de 2D como la del Ken Anderson del "Robin Hood" de Disney y termina desarrollándose bajo el paragüas del anime clásico de Osamu Tezuka ("Kimba, el León Blanco") y temáticas tan acordes con lo que cuenta como el género wuxia (ahí se halla la base de todo: los luchadores con sus lealtades y traiciones) y la del cine de artes marciales de hong –kong que aúna acción con comedia costumbrista y que tendría en el Panda protagonista al Sammo Hung de “Le llamaban Dragón Gordo” como una mágnífica réplica en animación pixelada.

Dreamworks aprieta a base de bien con sangre joven que recuerda en su trabajo formal a la sublimación de otra maravilla de la animación de la Fox y Chris Wedge: “Robots” , o al mismísimo nivel de forma, movimiento y colorido que logró Pete Docter en la otoñal "Monstruos S.A.".

No obstante, no quiero adelantar acontecimientos, yo sigo pensando (aún sin verla) que "Wall-E" aún tiene mucho que decir. Y es que los de PIXAR llegan a unas cotas de profundidad inalcanzables hoy día, y como factura, desde "Buscando a Nemo" están provocando un alumbramiento de la animación futura.
Migue Muñoz
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4
31 de agosto de 2010
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un principio, la vuelta al cine del belga Jaco Van Dormael, visto lo visto en el trailer de su recién estrenada ‘Mr. Nobody’, podría crear la expectativa de hallarnos ante la visita sci-fi de un esteta consumado. Y la verdad es que, una vez visionada la película, el director de ‘Totó el héroe’ se prodiga en establecer un sentido formal propio en su catarata de imágenes, hipotéticamente deslumbrantes, pero que no llegan a atravesar la emoción y la lucidez autoral como sí que lo han logrado los propios componentes del triunvirato del videoclip: Spike Jonze, Michel Gondry y Chris Cunnigham, así como aquellos otros magos de lo audiovisual que han seguido similares pasos: Anton Corbjin, Jonathan Glazer o Mark Romanek.

Mr. Nobody intenta ser un compendio de bondades autorales posmodernistas en el que se entrelaza la comedia costumbrista, el drama romántico y la ciencia-ficción. La historia del hipotético hombre mortal más longevo de la historia narrando retazos de su vida (amorosa en sumo grado) e inmiscuyéndose en posibilidades y alternativas según el principio de incertidumbre y la teoría de cuerdas nos ofrece un pastiche de realidades paralelas que interfieren en el universo entero.

Los encadenamientos secuenciales, ya sea por reiteración narrativa o por pura embriaguez estética, terminan por saciar antes de la mitad de metraje. No es que el relato saque fuera por resultar críptico, sino por pura y simple fatiga en cuanto a la dosificación de conocimiento lanzado al espectador, así como puntos de vista conjugados. Tras esa focalización y ocularización, los mono-registros interpretativos de Jared Leto y la poca empatía de los personajes interpretados por Diane Kruger y Sarah Polley terminan por producir que sea más estimulante descubrir esos pequeños hallazgos visuales que se pierden entre la inmensidad de las más de dos horas de película antes de lanzarse bajo el intento de llegar al fondo de una historia tan pretenciosa como vacua.

Respecto a su trazado sci-fi de mecánica cuántica hay mucho más interés y logros en cualquier extra de las inmejorables ediciones limitadas que sacó hace ya unos años la Paramount para la saga cinematográfica de ‘Star Trek’. En cuanto a su dilema frente a la problemática de la incertidumbre vital atrapa mucho más la lectura wikipédica del experimento imaginario de la paradoja del gato de Schrödinger que la cansina voz en off. Y sin lugar a dudas, su épica romántica no le llega ni a la suela marmórea de la genialidad que David Fincher pergeño hace dos temporadas con su Benjamin Button, o lo que es lo mismo, La Pietà de Miguel Angel hecha cine.
Migue Muñoz
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6
18 de diciembre de 2008
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Wall-E cómo película resulta ser, sin ningún tipo de esfuerzo, la mejor obra de éste finiquitado 2008 (un año también endurecido por la crisis artística o de ideas y no sólo económica), cómo producto comercial distribuido y exhibido en una sala de cine (con los tráilers que le antecedían, el tradicional corto de Pixar y los títulos de crédito finales) resultó ser en su momento toda una subterránea confirmación de lo ya sugerido desde que John Lasseter fundó la todopoderosa y creativa Pixar.

A pesar de que Disney haya logrado que Lasseter se haya quedado en su nueva andadura (la animación digital y 3D) sin dejarlo irse a Pixar y teniéndolo como el director absoluto de todos sus proyectos, no sería bueno engañarnos y pensar que ya está todo hecho. Su primer trabajo sube la media de los últimos trabajos de Disney pero se queda a años luz de la profunda alma de las obras pixarianas.

Las desventuras de un perro nacido y criado en el seno de la industria cinematográfica que tergiversa la realidad y la ficción en pro de una vida de star-system manipulada, es un concepto fabuloso para trabajar varias hipótesis (las cuales parecen entrar en la historia en algún momento) tales cómo: la velocidad a la que se dirige la vida es más transversal que un relámpago; el efimero fulgor de una estrella es la recompensa del narcicismo reinante en nuestra sociedad masificada y globalizada por los medios; el sistema está preparadísimo para relevarte cuando haga falta.

Además de esta estimulante historia de fondo también se alcanza una cota más elevada en cuanto a la formalidad: los personajes recuperan el insufle de vida, alma y empatía que solían tener los clásicos disneyanos, y a pesar de cierta asepticidad ya olisqueada en el tráiler veraniego, sí que se agradece la incursión en territorios más amplios con una visión adoptada que no desplaza al espectador adulto.

El juego entre luces y sombras: el trabajo de la luminosidad reinante en el viaje de costa a costa contra la penumbra llena de significados en las escenas dentro de los platós y estudios de grabación, agradecen esa complicidad entre forma y fondo, así cómo la consciente voluntad por querer facturar obras perdurables y no productos perecederos.

Y es que Bolt se deja ver con interés, aunque en ella descanse cierta irregularidad y una falta de hervor en algún tramo que provocan que este cruce entre Oliver y su pandilla (George Scribner, 1988) y De vuelta a casa: un viaje increible (Duwayne Dunham, 1993) visite el tratado de la orfandad y atienda el subgénero de los viajes iniciáticos de mascotas desde la simpatía y el estilo gráfico supervisado por Lasseter (personajes secundarios robaplanos como Rhino, el animoso hamster que acompaña al protagonista) pero que siguen atestiguando una reveladora paradoja: el alumno aventaja al maestro.
Migue Muñoz
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