Moll construye con acierto un puzzle de soledades desde la novela de Colin Niel. Una mirada con transfondo social sobre la necesidad de amar y ser amado sobre una base de thriller bien aliñada por el elenco actoral.

Subraya las posibilidades a favor y en contra de la globalización y las nuevas tecnologías a la hora de encontrar al otro que se ajuste a nuestros deseos, fantasias y esperanzas. Un camino de baldosas amarillas que como es sabido generalmente acaba con un mago que resulta ser un embaucador. 

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De la Torre y Marini repiten la formula que tan bien les funcionó con "El desconocido" (2015) sobre todo en cuanto a dirección, montaje y puesta en escena. El problema es que lo que allí sorprendió gratamente en hora y media aquí se estanca y se vuelve repetitivo en 6 horas (me cansan las tomas aéreas cada vez que cambia el escenario geográfico). Da la sensación como que Dani de la Torre gasta su presupuesto en tres o cuatro trucos a los que estamos poco acostumbrados en el cine patrio (tiene carencia a los helicópteros) pero que ya están muy sobados en cinematografías de mayor presupuesto. En cualquier caso saca partido a los entornos y el diseño de producción es notable. 

"La Unidad" no deja de ser una película estirada con una trama funcional, bien rodada. El dibujo de sus personajes protagonistas no acaba de cuajar ni individualmente ni como equipo. Algunos  están acelerados y otros no llegan. Algunos no se lo acaban de creer y a otros les falta más fondo de donde tirar. No daré nombres. En cualquier caso si uno ha visto la serie francesa (a la que La Unidad parece imitar) "Oficina de infiltrados" verá con claridad lo que debería ser "La Unidad" y no es.

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Uno no puede dejar de maravillarse de la capacidad profesional de los directores artísticos, de los diseñadores de producción, vestuario, iluminación, efectos especiales... y de todos sus equipos en todas las faceta posibles para, si se hace bien como es el caso, transportarnos en el tiempo y en el espacio a cualquier lugar pasado o futuro, real o imaginario. Por no hablar de la cantidad de empleos de todo tipo que ello genera y que algunos que desprecian el mundo del cine y la cultura en general no tienen en consideración. En este sentido este carnaval de especies, donde la humana como es habitual suele ser la más monstruosa de todas, habita un mundo fantástico de estética "steampunk" plagado de referencias shakesperianas en el que nos vemos inmersos desde el primer capítulo.

Si a uno le gusta el género, que le gusta, la serie se ve de un tirón y si bien su guión se ciñe a patrones básicos acierta, a mi juicio, al diversificarse en un abanico de tramas bien hiladas que tocan diferentes palos, desde el cuento gótico del asesino en serie, al político, fanatismo religioso, a la historia dickensiana tradicional de clases, a la integración racial, al cuento romántico y todo tipo de referencias pasadas y presentes de como utilizar el miedo al diferente para justificar el poder absolutista. El elenco funciona sin fisuras con un Orlando Bloom que ha madurado física y actoralmente haciendo buenas migas por no ser repetitivo con eso de la química, con una Cara Delevigne estupenda.

Hadas, pucks (faunos), humanos, darkashers (especie de Golem), kobolds, licántropos, centauros, Trows, desfilan en este carnaval para nuestro entretenimiento sin renunciar a la reflexión. Habra segunda temporada.

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Parece más que evidente que el desafortunado suicidio del director y novelista Hu Bo a sus 29 años poco después de acabar de rodar esta, su única película, nos da buena parte de las claves de su planteamiento y condiciona nuestra mirada sobre ella y su valoración final. Así pues hay algo de masoquismo fílmico y físico por parte del espectador al "aguantar" casi cuatro horas de vacío existencial en esa China pseudo capitalista alejada de las glorias de la propaganda oficial en su lucha por el poder mundial. Cuatro horas donde al menos una la pantalla la ocupan los cogotes de sus protagonistas deambulando en largos planos secuencia con repetitivos movimientos de cámara y encuadres agobiantemente cerrados sobre los rostros de los personajes con exigua profundidad de campo. Un ejercicio formal dramáticamente interesante aderezado con los fuera de campo que potencia la angustia de sus protagonistas y que pone al límite la paciencia del espectador. 

Basada en una historia homónima de la novela "Huge Crack" (2017) del propio director relata un día en la vida de cuatro personajes que abarcan el espectro generacional con el denominador común de no encontrar sentido a sus vidas y que se ven presionados por una concatenación de circunstancias desgraciadas que los relacionan y los empujan a buscar desesperadamente una salida tan utópica como esperanzadora en Manzhouli una ciudad Oz donde habita un elefante que permanece sentado impasible al mundo exterior. El camino de "baldosas amarillas" de estos personajes, bien interpretados por el elenco,  se convierte en un vía crucis personal camino de su redención. Hu Bo consigue hipnotizarnos con su mirada oscura y gris trufada de crítica social al ritmo de un sonido ambiente que se alterna con los cantos de sirena de una bso puntual y acertada. 

Parece exagerado aventurar que el suicidio de Hu Bo vino dado por las discrepancias con sus productores que querían recortar dos horas la cinta, si acaso fue el detonante de un explosivo vital cuyos componentes probablemente como decíamos al principio esten reflejados en su película. Nunca sabremos de lo que Hu Bo hubiera sido capaz en un futuro fílmico que a tenor de los visto prometía. Ahora la leyenda, soterrará sus defectos, potenciará sus virtudes e inmortalizará el mito.

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La historia que nos cuenta Tim Wardle curtido productor ejecutivo de documentales es realmente sorprendente e inquietante; otra cosa es como nos lo cuenta. La crítica alaba unánimemente su estilo narrativo y como maneja y dosifica los giros en "la trama". Porque básicamente de eso se trata, de presentarlo como un thriller de suspense con pinceladas de drama psicológico y familiar enmarcado en una más que sospechosa y deleznable experimentación científica con seres humanos. A mi juicio prima lo primero en el planteamiento del director, que utiliza un formato televisivo muy sobado con recreaciones y puestas en escenas algo cutres de algunos episodios que, a mi juicio restan fuerza y pecan de innecesarios. Los testimonios de dos de los trillizos se ven pues condicionados por el guión, que necesita que dosifiquen sus sentimientos forzandolos en algún caso a sobreactuar. Hubiera preferido un documental más riguroso y menos peliculero. 

El debate entre cuanto de genética y cuánto de entorno condiciona nuestra vida y actos es el fondo de la cuestión sobre el que parece ser trabajaron sin escrupulos manipulando la adopción de gemelos y sus adoptantes el psiquiatra y psicólogo infantil estadounidense nacido en Austria Peter B. Neubauer (1913-2008) y su equipo durante más de dos décadas desde los 60 hasta que fueron sacadas a la luz por el New York Time. Neubauer era conocido por ser discípulo de la hija de Sigmund Freud y por denunciar la influencia perniciosa en cuanto a violencia, de la televisión en la infancia.  El informe sobre sus conclusiones entre genética y entorno sigue sin ver la luz quizás porque parece implicar al Consejo Judío de Familia e Infancia en Manhattan que Neubauer dirigía, financiación gubernamental, etc.

Wardle no tiene reparos en manipular la información con una primera parte donde solo afloran las similitudes entre los trillizos y su popularidad mediática para luego "desvelar" sus más que previsibles diferencias que les llevaron a la postre por diferentes caminos, incluso trágicos. Más efectista que efectivo, pasa muy por encima por la auténtica vida de cada uno de ellos y deja en el tintero preguntas que merecen ser abordadas con mayor rigor. Dado el éxito del documental Wardle ya se plantea una película al respecto. Y es que la ocasión la pintan calva.

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