Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Sergio Berbel
<< 1 90 99 100 101 185 >>
Críticas 922
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de enero de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, lograr una pequeña gran obra maestra, una película que te cale piel, carne y huesos y se meta hasta el tuétano en tu mente, en tu corazón y en tu vida es fácil. O al menos lo es aparentemente. Basta tener un guión prodigioso lleno de sensibilidad y conciencia social y contar con una interpretación para la historia del cine como la que consigue la actriz sevillana Tamara Casellas en “Ama” de Júlia De Paz Solvas.

Es imposible que no se quede resonando en tu cabeza y en tu conciencia esta cinta, imprescindible si pretendes ser humano. Un relato perfecto de una perdedora, de una mujer a las que todas las apuestas personales, profesionales y vitales le han salido mal, de alguien que no puede tirar de sí misma y debe hacerlo por ella y, sobre todo, porque es madre de una niña pequeña, condenada sin futuro por el implacable y cruel devenir de su existencia, demasiado pesado para ambas.

Pero, como siempre digo, a los pobres sólo les queda el orgullo y, aunque de él no se coma, es más importante que el propio alimento si pretenden sobrevivir y no quitarse la vida. Pepa, la valiente protagonista de “Ama”, interpretada hasta la levitación inevitable por parte del espectador por una Tamara Casellas que no es de este mundo, un prodigio interpretativo extraterrestre, estratosférico, insuperable, mágico, único, poniendo toda la carne y toda el alma en el asador, entregándose mucho más allá de la profesionalidad, desnudándose en cuerpo y alma ante la cámara para no dejar un resquicio sin exponer en un trabajo actoral sin precedentes que merecería todos los premios habidos y por haber. Porque con palabras meramente humanas no se puede describir la apoteosis como actriz que demuestra ser Tamara Casellas en “Ama”.

Pepa es expulsada de la casa en la que habita con una compañera por no cuidar adecuadamente a su hija. Pepa es apartada por su ex pareja que está ya en fase de superarla. Pepa es echada de su trabajo precario, ilegal y mal pagado sin contemplaciones. Pepa es expulsada de la noche porque la noche es implacable y traicionera. A Pepa sólo le queda vivir en la calle con una hija pequeña, pero más vale eso que abandonar Benidorm para volver a casa con su madre en Sevilla. Cualquier cosa antes que eso. Porque la maternidad, y bien lo saben tanto Pepa como su madre, es menos idílica de lo que se nos ha vendido y hemos querido comprar (ya nos lo contaron en “Tenemos que hablar de Kevin” de Lynne Ramsay o “Tully” de Jason Reitman). Una cinta que se agarra y que quiere ser perfecto complemento de esa otra obra maestra que es “Techo y comida” de Juan Miguel del Castillo, con la que tiene algunos puntos de conexión, sin la menor duda y afortunadamente, y con sendas interpretaciones hipnóticas, porque la de Tamara Casellas en “Ama” no resulta ni mucho menos inferior a la de Natalia de Molina en “Techo y comida”.

Y todo rebosa credibilidad, no sólo por el concurso de la andaluza Tamara Casellas, sino por la dirección realista, enamorada del cine de Ken Loach o los Dardenne, de Júlia De Paz Solvas, que hace lo que tiene que hacer: pegar la cámara al rostro de Tamara Casellas y dejar hacer para que todo fluya con una sabiduría apabullante con una madurez ciertamente impropia para su trayectoria.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
8 de enero de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Fue la mano de Dios” resulta ser la enésima demostración de que Paolo Sorrentino es uno de los cineastas contemporáneos más imprescindibles de mi vida, junto con Woody Allen, Paul Thomas Anderson, Lars Von Trier, Jacques Audiard, Yorgos Lanthimos, Fernando León de Aranoa o Manuel Martín Cuenca.

La última película del genio italiano es una absoluta obra maestra y un clásico instantáneo que se queda a vivir contigo para siempre desde el primer visionado, una maravilla donde su capacidad omnímoda para crear cine sublime se remansa y descansa conforme el ejercicio se convierte en introspectivo para abrirse a corazón abierto y mostrarnos su propia vida, como hicieran genialmente también Quentin Tarantino en “Érase una vez en Hollywood” o Pedro Almodóvar en “Dolor y gloria”.

Y digo que se remansa porque tanto el ritmo de la historia como su estilo visual ampuloso y barroco tirando a rococó que tanto me apasiona, se toman un respiro para hacer, por una vez y sin que sirva de precedente, una cinta tierna, de cocción lenta, dirección a ratos incluso sencilla, donde el meollo del asunto casi tarda una hora en aparecer, pero que conmociona como todas las demás de su propia filmografía o puede que aún más por certeramente creíble.

Sorrentino nos cuenta cómo fue su propia adolescencia en Nápoles, haciendo coincidir el arranque de la película con la llegada de Maradona al equipo de la ciudad. Y nos va desgranando, como la vida misma, momentos divertidos con otros profundamente trágicos. Conforme avanza su metraje, la película va calando, se va haciendo cada vez menos superficial y tendente a la comedia para profundizar con una hondura y un buen gusto exquisito hacia un drama iniciático de aliento clásico. Sorrentino nos lo cuenta todo y lo hace como sólo él podría hacerlo, a lo grande. Por eso también su cámara va perdiendo su adorada ampulosidad para relajarse en la segunda parte de la cinta, cuando todo ocurre.

Todo ello acunado por la extraordinaria partitura musical de Lele Marchitelli y una hipnótica dirección de fotografía de Daria D´Antonio. Pero, sin duda, el pilar de este triunfo absoluto del dios Sorrentino pivota sobre la interpretación de su “alter ego” juvenil que encarna el actor adolescente Filippo Scotti, en un lección magistral de contención, credibilidad y honestidad, justamente reconocido con premio en el Festival de Venecia.

Y, por supuesto, cuando uno termina de verla en plena levitación, comprende que lo que ha contemplado supone la resurrección de Fellini, a quien tanto debe, homenajea y recuerda esta obra maestra. Y tan en pleno dominio de su arte se encuentra Sorrentino, que se permite incluso unas pinceladas de realismo mágico para iniciar este maravilloso metraje en un plano secuencia antológico.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
7 de enero de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los fenómenos (Os fenómenos)” de Alfonso Zarauza no es una gran película, pero tiene tres virtudes que la hacen respetable: ser capaz de lanzar un mensaje duro y directo contra la especulación repugnante que existió en torno a la burbuja inmobiliaria justo antes de que estallase; denunciar el machismo imperante todavía en el mundo laboral; y al menos pretender ser discípula de “Los lunes al sol” de Fernando León de Aranoa (la, para mí, mejor película de nuestro cine) en tono e intenciones.

Con no demasiados recursos cinematográficos pero una honradez incuestionable, Alfonso Zarauza nos cuenta la historia de una mujer (imprescindible en nuestras vidas Lola Dueñas) que vive en una caravana en pleno Cabo de Gata con su pareja (un secundario de lujo que se permite esta cinta llamado Luis Tosar, ahí es nada) y un hijo recién nacido. Un buen día, cuando se supone que va a comenzar a trabajar, el hombre coge la bicicleta y nada más se vuelve a saber de él.

Abandonada con un niño pequeño, Neneta opta por volver a Ferrol (A Coruña, Galicia), de donde procede, para intentar reinventarse. Para ello, no encuentra más opción que trabajar como peón de albañil en una promoción inmobiliaria en la que, como dice el propio encargado de obra en uno de sus diálogos, “nos pagan para construir rápido, no para construir bien”. La vida misma.

Allí, Neneta, descubre dos verdades desagradables: la primera, que sus empleadores son unos estafadores; además, que es difícil que una mujer pueda sobrevivir en un mundo laboral propio de hombres, aún en nuestros días. En ambos conflictos se desarrolla la almendra de la trama y en torno a los mismos radica lo mejor de la película, desdibujándose un tanto cuando al tema personal y sentimental se refiere, no perfectamente definido ni resuelto.

Aunque quizás demasiado edulcorado y buenista, sin duda el guión interesa y la dirección resulta funcional y acertada para un drama social que bebe de las fuentes venidas de Ken Loach o los hermanos Dardenne y, sin duda, bajo la confesa sombra de “Los lunes al sol”, de la que hereda esa sutil mezcla de drama y comedia, sin llegar a la altura de ninguno de esos referentes, como es obvio.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
14 de diciembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que el universo cinematográfico de Oliver Laxe y el mío son netamente incompatibles. Ni “Mimosas” me produjo la más mínima emoción por más proyección internacional que tuviera ni tampoco lo ha logrado la premiada y mucho más que reconocida por todas partes “Lo que arde (O que arde)”.

Sinceramente porque no sé si estamos en presencia de cine de ficción o documental; no sé si pretende contarnos algo o precisamente se centra en la nada de la rutina rural; no sé si su intención final era mostrar la belleza del fuego o condenarla; no puedo entender y me escandaliza que sea tan tibia y comprensiva con el peor tipo de terroristas que conozco, los pirómanos forestales.

Porque eso es lo peor de la propuesta del sobrevalorado Laxe, que no es que me deje tibio, indiferente, me haga mirar el reloj varias veces durante la proyección de su cinta o simplemente me resulte indiferente. Lo grave es que me pone del mal humor y me escandaliza por dos cuestiones que, lejos de producirme la crítica que pretenden, me parece que la edulcoran: la comprensión y simpatía por un monstruo como Amador Arias (que se interpreta a sí mismo), un pirómano que sale de prisión después de intentar asesinarnos a todos mediante un incendio forestal en el corazón de Galicia; y la belleza sublime de sus planos en torno al incendio, intentando (aunque sea sin quererlo) convertirlo en un espectáculo visual de primera magnitud cuando estamos en presencia del peor de los genocidios posibles, porque nos está asesinando a nosotros y a las generaciones futuras de una sola vez y con un único acto.

La historia, apática y minimalista donde las haya, versa en torno al regreso del anteriormente citado Amador Arias a la casa de su anciana madre, Benedicta Sánchez (igualmente haciendo de sí misma en esta convergencia entre cine y documental que propone Laxe), tras haber cumplido pena de prisión por haber incendiado el bosque. Vuelve ante las miradas fijas y penetrantes de sus vecinos, que demasiado bien lo acogen para el delito tan grave que lleva a sus espaldas. Y, con su regreso, Oliver Laxe nos aburre sobremanera mostrándonos el anodino día a día de un solitario caserío rural gallego, donde el tiempo corre más lentamente y los acontecimientos no tienen lugar.

Visualmente, destaca su inicio y su final, pero disiento profundamente del efecto que ambas proyectan en el espectador, que queda fascinado por lo estético y quizás no llegue a entender la magnitud del drama que denuncia.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
2 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema del que parte resulta oportuno en estos tiempos de involución social evidente y aún más necesario. Tratar la forma en la que los adultos entran avasallando la intimidad y las tendencias sexuales de los adolescentes están bien reflejada y de forma certera. Y, algo muchísimo más grave que lo anterior, el fundamentalismo religioso como piedra angular de la homofobia y del tratamiento de una chica lesbiana como si de una enferma se tratase en una institución educativa, resulta en estos tiempos que vuelven a correr imprescindible.

Loables intenciones para resultados que no pasan del telefilm más común. Recogiendo en 2018 la estética propia del cine indie norteamericano de los 90 (cuando de verdad era indie), nos introduce en la América profunda rural para contarlos la desventura de una adolescente que es sorprendida por su novio manteniendo relaciones sexuales con una amiga y de cómo el novio se lo traslado a su tutora para que ésta la ingrese en una institución ultraconservadora y ultra religiosa donde tratan de curarle su “enfermedad lésbica”.

Planteado así, daba para un drama social de los que calan, pero su directora, Desiree Akhavan, desperdicia tal oportunidad al quedarse en una tibia y demasiado sutil comedia dramática donde todo parece no tener demasiadas consecuencias para sus protagonistas y donde habita un buen rollo imposible entre quienes conviven en aquel auténtico campo de concentración. Que ganase en el Festival de Sundance y obtuviera la Espiga de Plata en Valladolid es un misterio insondable al que no le puedo encontrar explicación por más que lo pondere.

Basada en una novela de Emily M. Danforth, la cinta no acaba de despegar nunca y mucho menos coge altura de crucero dramática, por lo que acaba resultando un descafeinado quiero y no puedo que sobrevive con más pena que gloria gracias a la maravillosa interpretación de Chloë Grace Moretz, una joven actriz que es mucho más que una promesa y que hemos visto crecer en la pantalla grande a través de papeles muy bien elegidos y mejor interpretados.

Más allá de ella, todo es un conjunto de conocidas y sabidas situaciones propias del cine indie que no sorprenden a nadie y que arrancan bostezos apenas te descuidas. Si uno quiere saber las verdaderas consecuencias de un amor adolescente lésbico, siempre habrá que seguir acudiendo a “La vida de Adèle” de Abdellatif Kechiche, una de las grandes películas de nuestro siglo y el punto y final definitivo sobre el tema.
Sergio Berbel
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 90 99 100 101 185 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow