Gonzaga son varias películas al mismo tiempo: un recorrido por la Brasil del siglo pasado, una historia complicada entre padre e hijo, y un musical de las más profundas raíces del folclore verde-amarelo.
La película está especialmente recomendada para amantes del nordeste brasileño y cómo se dibuja hacia el siglo XXI. Los que no, la encontrarán un poco lenta y sosa al principio, sin embargo pueden atraparla por los varios temas que tiene.
La fotografía, los paisajes y el retrato de la vida de antaño está muy bien logrados. Buena producción e imagen de archivo de los artistas reales.
El film me llevó al nordeste de los coroneles -como imágenes nítidas que había anticipado con Jorge Amado en sus novelas-, la pobreza, el esfuerzo por surgir, la peregrinación a la gran ciudad -nos adentramos por la bohemia de Río de Janeiro- el machismo de la sociedad reflejado en el matrimonio de Gonzaga, la perseverancia y la vuelta a casa siendo un hijo prodigo llevado por las alas de la música popular alegre del forró. Y con el episodio de la dictadura que separa al país: padre pro-nación e hijo rebelde pro-comunista.
La forma de contar la historia, con el re-encuentro entre padre e hijo, ya adultos, alejados en vida al priorizar el primero su carrera musical a la familiar, nos adentra en una especie de documental muy bien librado, desde el cóctel de abandonos, desilusiones, triunfos, rabias acumuladas, y finalmente perdones que desembocan en un final apoteósico.
Gonzaga también es una película sobre la búsqueda de ese amor que nos dé la paz, como el enamorado que siempre vuelve al lugar donde grabó en un tronco las iniciales de su primer amor, símbolo de lo que pudo ser o no ser.

La película -fielmente histórica- nos lleva desde el auge del nazismo en 1930 hasta la caída de éste después de la segunda guerra mundial, a través de la arista de Max Schmeling: un caballero dentro y fuera del ring.
Hay que agradecer a la película que rescata del anonimato, para los que no conocemos la historia del boxeo, a este campeón: un tipo rudo, directo, fiel a su pensamiento, que no se dejó manipular por el régimen nazi, pero lo bastante inteligente para navegar por la cornisa de la guerra y la post-guerra, hasta convertirse en un ser altruista.
Hay dos lecturas en el film, los acontecimientos propios de la guerra, el anti-setimismo, el uso propagandístico que hacía el nazismo de sus figuras, y el personaje de Max, inspirador, a través de sus propios principios y valores, que le valieron llevar una vida longeva y carismática, metáfora del bien, que prevalece por sobre el mal.
El film está bien ambientado, incluyendo imágenes de archivo, y aunque los actores no sean grandes estrellas, prevalece la historia como foco principal. Las escenas de boxeo estàn bien realizadas, convincentes sin avasallar.
En síntesis, una excelente punto de vista del nazismo desde el boxeo, y la oportunidad de rescatar a un héroe anónimo.

Me entretuvo, me hizo reír y me emocionó.
Con eso me doy más que satisfecho, y eso que la razón de verla fue la referencia a la final del mundial de Sudáfrica, lugar de culto y peregrinaje para todos los que vivimos ese momento mágico en nuestras vidas.
Se agradece de la película la frescura de las escenas -algunas antológicas- y los personajes, las historias paralelas que se tejen alrededor del partido, y el manejo de tiempos, para llegar a un final apoteósico, tal cual fue el evento deportivo.
Mucho se ha vertido en las críticas, que no voy a redundar, pero sí como español, destacar el misterio que se descubre al final de la película: que esa gran familia estaba formada por hijos de diferentes padres (un puntazo tragicómico a favor del guionista), y que ello no es obstáculo para que formen un gran equipo y estén al lado del padre hasta el final. ¿No es esa una perfecta metáfora de la selección campeona del mundo formada por catalanes, valencianos, canarios, madrileños, etc.?
Otro guiño: que el padre muera, no sin antes haberse proclamado España campeona del mundo. Así da gusto morir.
En síntesis, un homenaje cinematográfico al máximo hito del fútbol español, decente y a ratos hilarante y brillante.

La singularidad de este film radica en que nos lleva a ver a través de los ojos de un perro, el comportamiento de los humanos. Hay un buen juego de cámara, de colores y filtros que dan veracidad a esta experiencia. Finalmente nos introducimos en la mente de éste, y a través de los acontecimientos que le van envolviendo, nos metemos en sus sentimientos y acciones, hasta llegar al momento crucial.
El director consigue que empaticemos con Hachi, de forma que la película se ve a través de éste, convirtiéndose prácticamente en el narrador del film, lo que hace a éste bien peculiar. Llegamos a entender porque Hachi actúa así. Hay un juego de dimensiones muy inteligente en el film
No era fácil montar una historia de un hecho altamente emotivo de otra raza, a través de los humanos. Sin duda Richard Gere le da un gancho comercial al film, los demás actores también están a la altura de Hachi, acompañándole sin quitarle protagonismo.
El ritmo del film es ágil, y se agradece.
Otro aspecto que me encantó del film fue la reflexión que surge después de terminado éste: uno no muere mientras alguien te mantenga vivo en su mente, incidiendo aún en sus pensamientos y en las acciones del que te piensa.

Cuando una película logra atravesar el filtro de la pantalla y tocar la fibra sensible con un tema grandilocuente como el absurdo de las guerras, solo queda que decir "chapeau" y soltar la lágrima por el mundo cruel en que nos ha tocado vivir.
Devastador mensaje el que encierra el film, más sabiendo que está basado en hechos reales; si algunas escenas son ficción, no importa un ápice. También se entiende el porqué no se hubiera filmado antes la película, ya que contiene una crítica atroz contra la autoridad despótica y deshumanizada de los gobernantes, que comienzan guerras como si este fuera un juego aséptico de ajedrez.
En los tiempo actuales no viene mal darse un baño de este mensaje, para aquellos que en Europa pregonan los separatismos, cuando lo que refleja el film es que hay que buscar las cosas simples que nos unen, porque son las que nos hacen vivir en harmonía.
El film está muy bien narrado: la forma de presentar los personajes en el inicio y las eventualidades durante el desarrollo del film, en donde todas las ventanas que se abren se van cerrando después, para construir un film redondo.
Coincido en que técnicamente las escenas de guerra no están muy logradas. Llama la atención que los soldados lucen uniformes impecables, como si la guerra comenzara para ellos justo en el momento que entran a "grabación", aunque ello no mancha el resultado.
El incluir en el film las reacciones que tuvo en el alto mando el episodio de la "Feliz Navidad", le da mayor dramatismo a la historia, atesorando el film un legado histórico completo.
Qué diferente hubiera podido ser la historia europea del siglo pasado, si todo ese contingente de soldados hubieran marchado directamente a los centros de poder de cada nación beligerante, para explicarles que ellos no querían pelear.