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Voto de Macarrones:
2
Aventuras. Romance Siglo XII, Europa entera está inmersa en las Cruzadas para recuperar la Tierra Santa. Godofredo de Ibelin (Liam Neeson), caballero respetado por el rey de Jerusalén y comprometido con el mantenimiento de la paz en la región, emprende la búsqueda de su hijo ilegítimo Balian (Orlando Bloom), joven herrero francés que llora la pérdida de su mujer y su hijo. Godofredo convence a su hijo para que lo acompañe en su misión. Tras la muerte de ... [+]
26 de diciembre de 2009
75 de 126 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso caso el de Scott, que puede pasar a la historia del cine por ser, a la vez, uno de los mejores y uno de los peores directores del mundo, aunque si hubiera que juzgarle sólo por sus últimas películas, no habría duda del lado hacia el que se inclina la balanza. En «El reino de los bodrios», ese monumento al anacronismo y al cartón piedra, Scott desprecia la verosimilitud, la psicología de los personajes, la verdad histórica y se desprecia a sí mismo y al talento que alguna vez poseyó (o que generosamente le atribuimos). Lo peor no es que trasplante al siglo XII la mentalidad (idealizada) del americano medio del siglo XXI, ni que confunda la épica con la violencia: lo peor es que se ha pasado definitivamente al enemigo, esto es, a los que consideran el cine como un agradable acompañamiento a la ingesta de palomitas y al magreo en una sala oscura. No es que desprecie yo esas actividades, pero sí me gustaría que las películas tuvieran mínima entidad artística que justificara su existencia.

Para coronar el zurullo cinematográfico de Scott, ahí está Orlando Bloom. Qué majo este chico, con su barbita bien cuidada (qué estilistas los barberos del siglo XII) y su melenita al viento. A mí me gusta Bloom porque estudió en la misma escuela de actores que la puerta de mi casa. Ambos tienen la misma expresividad y los mismos recursos, a veces uno los confunde. Veo a Orlando Bloom en la gran pantalla y le digo con orgullo a mi cabra Rifiuti: «Fíjate, es igualito que nuestra puerta». Las arengas de esta película, por ejemplo, podría haberlas interpretado mi puerta, por no hablar de las escenas de amor (en las que quizá mi puerta hubiera estado menos contenida). Es cierto que Orlando Bloom tiene unos pezoncillos de los que carece la puerta, pero en todo lo demás son igualitos (además, en «El reino de los bodrios» sólo nos muestra sus pectorales una vez en una escena prescindible –en realidad, todas las escenas son prescindibles en esta película–).

Voy a hacer un book con mi puerta y se lo voy a mandar a Scott, que en una de estas me la contrata para su próxima película.
Macarrones
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