Viaje espiritual. (Relato introductorio a la crítica)

Me pregunto que hora es. Miro la muñeca. No recuerdo donde he dejado el reloj. Es el famoso año 2000 y me encuentro en mitad del desierto rodeado de gente extraña y de Sersolo. Es de noche y estoy borracho y colocado. Miro a las estrellas pero las veo tan borrosas que no llego a distinguir si son estrellas o manchas en el cielo. No sé que extraño instrumento están tocando a mi alrededor ni se exactamente en que lugar nos encontramos del Sahara. Miro a Sersolo y está tan colocado como yo.

Cuando uno se imagina de pequeño el desierto piensa en algo como las dunas de Merzouga, se imagina los oasis de palmeras en medio de la nada y una recua de camellos conducidos por tuaregs vestidos de azul. La verdad es que nunca me imaginé este otro desierto pedregoso en el que ahora estoy. Me acerco a Sersolo:
-Esto era un viaje espiritual.
Mi voz suena gangosa. No lo dije con intención cómica, pero lo he dicho riéndome y él también se ha reído.

No queda alcohol. Alguien se acerca a mí. Quiere que coja mi coche, que conduzca borracho y colocado hasta el próximo poblado por un camino polvoriento y lleno de piedras. Lo miro alucinado, con el porro en los labios e incrédulo. Conoce a un amigo que tiene un almacén clandestino. Vamos a por una botella de güisqui.

Miro a Sersolo, me encojo de hombros y mientras él se queda apurado el licor que sabiamente destilan de los dátiles yo salgo con mi colega marroquí a por una botella de güisqui.

Todo está oscuro. Ya no oigo los instrumentos ni veo la luz de nuestra haima. Menos mal que los musulmanes no beben alcohol.


Un calco de la vida

Si alguien me hubiera dicho que Wes Anderson es un hombre espiritual tal vez me hubiera reído con ganas. Al menos al principio. Luego, quizá, me hubiera puesto a pensar en que este atípico director siempre cuenta historias hilarantes, llenas de un humor extraño, que siempre dicen más de lo que se cree. Cuyo mensaje, es tal vez, más místico que muchos libros santos.

No es Anderson un director para todos. Su humor no casa con cualquiera porque realmente, Anderson nunca hace comedias. Wes Anderson es un director de profundos dramas que viste de comedia. Aquí la maestría de este atípico director.

Portentoso visualmente y con una banda sonora brillante. Como siempre, como nos tiene más que acostumbrados. Brillante es esta cinta que consigue sacar unas excelentes interpretaciones y unos planos sensacionales.

Anderson parte de un corto exquisito (que usa de prólogo) donde podemos disfrutar de una mujer, Natalie Portman, que no necesita de la belleza clásica para cautivarnos y de un sobresaliente Jason Schwartzman.
(continuo en el spoiler sin revelar nada)