Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chagolate con churros:
6
Drama. Romance Alexandre es un joven burgués cínico y egoísta que vive en París. Se encuentra en un fase nihilista de su existencia: no estudia, no trabaja y apenas se interesa por los libros o por la música. Lo único que le interesa son las mujeres y, además, vive a su costa. Poco a poco va formando con Marie y Veronique, a pesar de la inicial resistencia de ambas, un atípico 'menage à trois', que, para él, es absolutamente satisfactorio porque ... [+]
19 de enero de 2010
60 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo quedó atrás: la revolución cultural, el mayo del 68 incluso las buenas películas, se atreve a decir Alexandre (Jean-Pierre Leaud). La propuesta de Jean Eustache es ver una playa después de la tormenta. La desilusión, las ideas jamás convertidas en acciones, las guerras inacabadas o nunca empezadas. Esta propuesta está hecha desde la derrota, desde la impotencia que todo sirvió para nada y sólo queda filosofar.

En “Dreamers” (Bernardo Bertolucci, 2003) hace una especia de homenaje a “La mama y la puta” con el personaje de Theo (Louis Garrel). Y al final de la película, cuando las calles de París estaban llenas de barricadas y jóvenes corrían, Matthew (Michael Pitt) le dice a Theo:

- Siento decirlo,pero para mí existe una clara contradicción.
- ¿Por qué?
- Porque si creyeras lo que dices,estarías ahí fuera.
- ¿Dónde?
- En la calle.
- No te entiendo.
- Sí lo entiendes. Ahí fuera pasa algo. Algo que podría ser muy importante. Algo que podría cambiar las cosas. Hasta yo lo veo.
Pero no estás ahí fuera. Estás aquí conmigo, bebiendo vino caro, hablando de cine, hablando de Maoísmo. ¿Por qué?
- Ya basta.
- Dime por qué.
- Ya basta.
- Pregúntate por qué.

Theo y Alexandre son (no sólo por la apariencia física y una misma indumentaria) un mismo joven; despojos de la revolución. Uno en plena efervescencia y otro en la marea baja.

Jean Eustache da el pasaporte a la Nouvelle Vague con una propuesta descarnada, demasiado sincera y visualmente fea. Rodada en su mayoría con un plano medio, estático y en blanco y negro. La cámara es casi obscena, puesto que destapa la intimidad de manera nunca expuesta con anterioridad. Propuesta incómoda, porque las derrotas siempre lo son y las desilusiones se sienten siempre y cuando el espectador quiera entrar en el juego que propone el director. Aquí termina un ciclo. También en el cine. Después, no quedará más libertad con tanta sinceridad. Cerrojo por tanto a una etapa de transición que rodaba las películas de la gente de la calle. Cuando la propia calle hace la película no queda más por crear en este sentido.

“La mama y la puta” nunca engaña al espectador. Elaborada a través de larguísimos monólogos de sus protagonistas, la acción continúa tanto el personaje tenga algo que decir a la cámara (sea improvisado o no lo sea). Monólogos en su mayoría caducos, pero defendibles en una juventud que no les quedó nada por lo que luchar. Monólogos que en muchas ocasiones perdían credibilidad cuando el colchón del suelo los escuchaba.

-Estás aquí conmigo, bebiendo vino caro, hablando de cine, hablando de Maoísmo.¿Por qué?

- Porque no me parece que te lo creas -terminaba por sentenciar Matthew.

Y si lo percibes, si percibes el autoengaño de este trío de jóvenes, entonces, notarás toda la desolación y tristeza de una época. La época de “La mama y la puta.”

Es lo único que pide Eustache. Aunque por ello haya necesitado (incomprensiblemente) más de tres horas.
Chagolate con churros
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow