Ví esta película siendo un niño y ya no la recordaba apenas, prácticamente nada, pero la sensación que me dejó fue de impacto. Me gustó tanto que su título se quedó grabado en mi mente.
Después de unos años, pude adquirirla de nuevo, y esta tarde la he visto con calma y mucha atención.

He de decir que me ha decepcionado un poco en comparación a la opinión que tenía formada, aunque ese final ha seguido dejándome estupefacto. A mi entender, la factura es precisa, limpia y el montaje prácticamente impecable, aunque peque de tramposo. La banda sonora es excepcional y acrecienta la sensación de desasosiego y pérdida que transmite la obra.

No se explican ciertas cosas (lo diré en el spoiler), las cuales me parecen exageradas al máximo. No obstante, la película adquiere sentido al final, en uno de los finales más impactantes de la década de los 90, sin duda. La intriga se mantiene durante todo el metraje, si bien en algunos momentos el ritmo decae y pierde fuerza, aunque son los menos, y hay que decir que tal vez sean de agradecer, pues explican el trasfondo de las motivaciones y traumas del protagonista.

Aquí es donde la película flojea un poco. Su pasado se muestra ignoto, difuminado, desdibujado, mal explicado y con falta de coherencia. La búsqueda de la identidad de sí mismo en relación a su padre, podría haberse desarrollado mucho más. A partir de ahí todo parece demasiado superficial, en ocasiones atropellado.

Pero no todo es malo en esta magnífica película. Michael Douglas hace un gran papel, al igual que Sean Penn, y su escenas compartidas resultan deliciosas.

Altamente recomendable, de esta película han bebido muchísimas del nuevo siglo.