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Papua Nueva Guinea Papua Nueva Guinea · Pleasantville
Voto de Pluscuamperfecto:
7
Drama Narra las ajetradas vidas de unos agentes inmobiliarios de Chicago que intentan sobrevivir en un mundo altamente competitivo y un mercado en plena depresión. A pesar de la situación, reaccionan siempre con unos escrúpulos y una solidaridad admirables. (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente, la especulación sea uno de los males tangenciales e inherentes al desaforado capitalismo que sobrevive el paso del nuevo siglo. ¿Quién sino los Estados Unidos de América podrían hablar de ello? Tras el escándalo económico que ellos mismos gestaron a inicios del nuevo siglo y que ha derivado en la actual crisis mundial, tras ver a Europa tambaleándose en los juegos de deuda y a España arrastrándose como una miserable rata a beber de las aguas estancadas del 7%, visionar este filme puede provocar ataques cardíacos en masa.

Glengarry es provocadora y profundamente realista. Observar cómo cuatro vendedores sin escrúpulos tratan de endosar deudas astronómicas a familias y potenciales clientes poco adinerados ofertando paquetes de tierras utilizando la mentira y el embauco puede ponernos los pelos de punta. Ellos, a su vez, han de sobreponerse a condiciones límite, impuestas desde las oficinas centrales, dirigidas por peces gordos que sólo buscan exprimir a sus empleados hasta límites insospechados. ¿No les suena esto? En España, miles de inmobiliarias se dedicaron durante más de veinte años a ofertarnos viviendas, terrenos y productos de construcción con costes inasumibles para nuestros parcos bolsillos, inflados por la realidad virtual de la bonanza económica, el empleo fácil y la solvencia bancaria. Por ello Glengarry Glen Ross es un crochet directo al mentón del capitalismo; ataca todas las firmes convicciones que exige este sistema para obtener el éxito: inmoralidad, inhumanidad, ambición desaforada, engaño.

En nuestro país somos expertos. Nos hemos pasado veinticinco años inflando precios y estafando a familias esperanzadas por los cantos de sirena que emitían gargantas influyentes y de reputada trayectoria. Nunca ninguna película mejoró tanto con el paso del tiempo, pues se ha incorporado a nuestra realidad cotidiana; es más actual que en momento en que se filmó. Sus guionistas son visionarios.

Todo el mundo conoce, en mayor o menor medida, las estafas que aquí –en la desgastada península Ibérica- se gestaron. Por ello Glengarry es imprescindible. Cambien los letreros de los negocios en inglés por otros en castellano y esta historia podría proceder de nuestras vergüenzas patrias. Una vez más, Glengarry es digna de atención. Por eso, y porque sus actores son excepcionales –destacando a Huck Jackman -, su guión inmejorable, sus vueltas de tuerca lógicas y plausibles y su final apabullante, demoníaco, excesivamente real. Un final Made In Spain. Y no digo más.
Pluscuamperfecto
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