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Voto de Pedro_Moraelche:
9
Drama Un hombre busca a su antigua amada y la encuentra en un burdel convertida en amante de una madame lesbiana. (FILMAFFINITY)
10 de julio de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante drama que mezcla tramas amorosas, “road movie” y denuncia de la falsa elegancia de la prostitución de lujo, en realidad un sórdido emporio de explotación. Rodada por el siempre controvertido Edward Dmytryk (encarcelado durante la Caza de Brujas y luego delator de sus camaradas), provocó el escándalo entre el público puritano poniendo en escena, hasta donde pudo hacerlo, tabúes como la prostitución, incluso de menores, y la homosexualidad.

El título español alude a los magníficos créditos de Saul Bass, la metáfora del mundo que se va a retratar: una gata negra deslizándose al acecho por callejuelas y peleándose con otro gato. Es el mundo salvaje y despiadado del título de la película (el mismo que el de la novela de Nelson Algren), que a través de las carreteras de Texas y Louisiana llega hasta New Orleans, una ciudad movida por el sexo y el dinero y acompasada con la música, en este caso la espléndida banda sonora de Elmer Bernstein.

El argumento es sencillo: Dove, un chico pobre de Texas, enamorado hasta la devoción, busca a Hallie, la chica artista y liberal que desapareció de su vida cuando él tuvo que atender a su padre enfermo, pero cuando la encuentra en New Orleans descubre que ha caído en las redes de una mafia que regenta un burdel de lujo, la Casa de Muñecas, aunque eso no menoscaba su amor. Una prueba que encuentra su similitud en la historia bíblica de Oseas y Gómer, el hombre enamorado de la prostituta a la que quiere salvar, relatada por el propio Dove, un hombre creyente, tan orgulloso como honesto, que exige a un tarado predicador callejero que deje de predicar odios y castigos y predique perdón y amor. La interpretación de Laurence Harvey no convenció a muchos, pero hay que reconocer que encarna muy bien a un personaje que no es un galán, sino tan simple, testarudo y sincero como el amor que profesa por Hallie, interpretada por Germaine Lefebvre (Capucine), la exmodelo que aquí aporta presencia y elegancia de musa, aunque quizás demasiado contenida.

La intriga principal estriba en ver si el enamorado logrará finalmente su propósito de rescatar a Hallie tanto de sus proxenetas como de sí misma, ya que esta ha hecho callo con su nueva vida a falta de otra posible y no quiere cargar a Dove con la vergüenza de su condición, en esa hipócrita sociedad que aprecia al que paga por pecar y desprecia a la que peca por la paga. Por otra parte, los proxenetas no dejan marchar fácilmente a sus víctimas, y menos si las reclutan, como en este caso, entre chicas marginales, incluso presas, a las que no le queda otra salida más honorable que vestirse elegantemente para sacar el dinero a los ricos de la ciudad.

Pero hay que complicar y enriquecer la historia principal, y aquí entra un plantel de soberbias actrices que, cada una en su edad y registro, demuestran la razón de su fama: una joven Jane Fonda que gana un globo de Oro por su papel de Kitty, una joven rebelde, amoral e impulsiva que se escapa de casa a vivir la vida y que acabará como prostituta en la Casa de Muñecas; una dulce y maravillosa Anne Baxter, que interpreta a Teresina, la viuda que regenta un bar de carretera y enamorada hasta el fin de Dove, por quien hará incluso el sacrificio de acoger a la mujer que él ama; y una madura y sofisticada Barbara Stanwyck como Jo, la fría, atormentada, y perversa madame del burdel. Stanwyck está perfecta como siempre en su línea de mujer fatal, pero con el añadido de ser una lesbiana enamorada de Hallie y casada con un hombre cuyas piernas han sido amputadas. El lesbianismo, aparte de en los gestos, miradas y alusiones, se simboliza en ese busto de Jo que Hallie nunca termina de esculpir, que estrangula con un velo y que cubre enteramente cuando Dove va a visitarla. Eran otros tiempos y había que contar las cosas de otra manera si se quería contarlas.

El final, si bien es algo forzado argumentalmente, es dramáticamente muy eficaz y da pie a una original solución en el que son los créditos de Saul Bass y la música de Elmer Bernstein quienes dan una brillante conclusión remitiendo a la metáfora del principio.
Pedro_Moraelche
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