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Voto de Naroa Lopetegi:
7
Drama Jacques es un escritor que vive en París. Todavía no ha cumplido 40 años pero cree que lo mejor de la vida está por llegar. Arthur es un estudiante que vive en la Bretaña francesa. Lee, sonríe mucho y se niega a aceptar que hay algo imposible en la vida. Jacques y Arthur se gustan y viven como si estuvieran en un sueño romántico o en una historia triste. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¿QUÉ?
Jaques, un escritor parisino gay, viaja a un pueblucho francés para participar en un acto literario que no le motiva especialmente, y allí tiene un rifi rafe con un guapete chaval autóctono. El asunto no tendría mayor recorrido de no ser porque el muchacho, Arthur, se presenta por sorpresa en París para pasar unos días.

- ¿QUÉ TAL?
A gusto.
Aclararé, en primer lugar, que me topé con una historia alejada de los parámetros que me había presupuestado tras leer la sinopsis y ver el trailer en su momento. Vi una obra menos literaria, reflexiva y reposada de lo que esperaba, con un tono más expresionista del que me figuraba... En ocasiones, un cambio de paradigma como éste puede ser suficiente para arruinar mi disfrute. En este caso no llegó a tanto, aunque desde luego afectó. Pero encontré suficientes recompensas como para concluir el visionado con paladar agradecido.
El escritor parisino que centra nuestra atención de salida vive deprisa, tal y como reza el título, pero tengo más discrepancias al respecto de si ama despacio. Es un hombre que supura desengaño, que está más de vuelta que de ida. Sospechamos, sin que se nos exponga con nitidez, que tiene sus motivos físicos para ello.
De lo que no podemos acusarle es de estar cerrado sobre sí mismo, de enrocarse para afrontar la situación que intuimos. Su salud no lo sabemos, pero su lívido es fuerte y vívida. Así es como, pese al supina escepticismo con que afronta un viaje a provincias por trabajo, se topa con ese joven y descarado Arthur.
El simplemente frugal episodio adquiere nueva dimensión cuando el impulsivo mozalbete se planta en la gran urbe, e invade el espacio más personal de Jaques, por el que orbitan ese periodista veterano, o ese ex novio moribundo. Los días que comparten nuestros particulares tortolitos de ahí en adelante me provocan altibajos de interés y placer; por momentos, me subyugan algunas estampas, determinadas situaciones; pero también hay otras que me resultan superfluas, y algunas incluso un poco molestas. Por cantidad y densidad, en todo caso, se imponen las primeras.
Arthur vuelve a su pueblo, con sus líricos amigos, y entramos así en el tramo final, nunca mejor dicho. La potencia narrativa crece exponencialmente en los últimos minutos, y ante la prueba del algodón el señor Honoré da lo mejor de sí, y eleva claramente mi valoración definitiva sobre su propuesta.
Naroa Lopetegi
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