Beginners es una de esas escasas películas que demuestran que se puede hablar de temas tratados en infinidad de ocasiones (las relaciones entre padres e hijos; las dificultades de conseguir una pareja estable, de aguantarse a uno mismo; los recuerdos que nos obsesionan…), sin por ello renunciar a la originalidad de una propuesta que nunca se sobrepone al mensaje de la cinta. Y que además de eso, acaba resultando emocionante hasta cotas inesperadas.

Basándose en un material semi autobiográfico, el director y guionista Mike Mills construye en Beginners una oda a los recuerdos y a la liberación, no sexual como podría deducirse de su trama, pues Millis evita totalmente que su historia se convierta en un alegato, sino una liberación conseguida después de renunciar a los prejuicios sobre uno mismo, a los miedos que nos atenazan y a los recuerdos que no nos dejan avanzar. En ese sentido, el director consigue un excepcional tono de realidad en la dirección de sus actores, olvidándonos en muchos momentos de quienes son en realidad, de sus similitudes con otros trabajos, de lo que nos gusta o no esta estrella en cuestión.

Ewan McGregor, Christopher Plummer y Mélanie Laurent consiguen crear esas tres vidas que se entrelazan, entre el pasado y el presente, entre todo aquello que fueron y lo que ahora podrían ser, convirtiendo Beginners en un escalofriante retrato de nosotros mismos, en un estético, sutil y detallado estudio de las relaciones contemporáneas, en una inteligentísima muestra de humor (a veces negro), en una metáfora sobre el amor y cómo seguir adelante después de querer amar y no poder, o saber, hacerlo.

Beginners es entonces un indiscutible logro del actual cine norteamericano, una original y profundamente humana historia que sabrá apreciarla todo aquel que haya querido a su perro, que haya tenido un padre o que haya amado a alguien, por encima de cualquier atisbo de sensatez.