Un método Peligroso no es una película ni cómoda, ni fácil, ni obvia. No es un melodrama romántico pese a que haya momentos en que eso se apunte; ni la biografía de dos piezas esenciales del psicoanálisis moderno. Ni siquiera es una académica película de reconstrucción histórica, aunque sus imágenes y su impoluta factura técnica nos digan lo contrario.

Pero es que detrás de Un método Peligroso está David Cronenberg, y esperar algo fácil de él es equivocarse. Y sin embargo, pese a parecer una película alejada del tan acotado estilo del director, Un método Peligroso parece la pieza final que necesitaba Cronenberg para encajar su filmografía. Al fin y al cabo, durante todo su recorrido en el mundo del cine, Cronenberg ha analizado los vericuetos de las pulsiones sexuales, su relación con la muerte y la muerte en si misma. Tres pilares fundamentales en Un método peligroso.

La película, haciendo gala de una independencia envidiable, se niega a ser complaciente con su público y a facilitar su análisis como simple filme. A sus implicados sólo les preocupa contar esa batalla a tres bandas entre tres mentes brillantes, hecha desde la razón -o la locura- más absoluta. Por eso el filme es pura contención emocional (en un sentido sentimental, claro) a la vez que desborda emociones intelectuales, ambiciones por “el saber” y el conocimiento, más que por la verdadera comunicación o el amor, temas presentes en su guión, pero precisamente por su ausencia o por la incapacidad de lidiar con ellos.

Y así, a lo largo de esporádicas elipsis, vamos descubriendo a tres personas (o más bien a tres mentes) que evolucionan en función de las batallas intelectuales con las que se encuentran, de los traumas que superan, o de las barreras del intelecto que son incapaces de cruzar.

Por eso Un método Peligroso es -convenientemente- fría, -equivocadamente- irregular y -fascinantemente- inteligente. Y brilla sobre todo en la labor de tres actores acompasados al máximo, capaces de rellenar los recovecos humanos de una historia quizá en exceso científica. Pero cuando se cuenta con actores tan buenos como Knightley, Fassbender o Mortensen es imposible que la humanidad no haga acto de presencia. Al fin y al cabo, cumplen tan alto con su labor de encarnar a estos tres apasionantes personajes que es en ellos donde reside el corazón de Un método Peligroso.