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Voto de LennyNero:
1
4,6
38.518
Fantástico. Romance. Thriller
Edward Cullen (Robert Pattinson) decide abandonar a Bella Swan (Kristen Stewart) para mantenerla alejada de los peligros del mundo vampírico. Con la ayuda de Jacob Black (Taylor Lautner), su amigo de la infancia y miembro de la misteriosa tribu quileute, Bella intentará superar el abandono de Edward, que la ha dejado sumida en el mayor de los desconsuelos. Pero los peligros siguen acechando a la joven; nuevas y asombrosas criaturas ... [+]
20 de noviembre de 2009
110 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante la opinión expuesta sobre el primer capítulo de la saga Crepúsculo (en resumidas cuentas una película pésima) parece una impostura o como poco un acto de masoquismo el reincidir en el tema asistiendo a la proyección de Luna Nueva. No obstante, está en el deber de la crítica en su conjunto el explorar, o si se quiere dar una segunda oportunidad, a películas enmarcadas en una saga. Puede que el material base (en este caso literario) no de para mucho, sin embargo casos como las películas de Harry Potter han demostrado que el arte cinematográfico, con sus códigos diferentes a la literatura, puede ofrecer productos desnaturalizados y fríos, sí, pero también algún que otro film más que notable.
La duda en torno a Luna Nueva queda presente. ¿Se podrá realizar con ella una película como mínimo decente? La respuesta a esta cuestión queda resuelta desde el primer plano ofrecido, desde la primera frase en off. Esta respuesta no es otra que un rotundo y soberano no.
Disipada pues esta cuestión sólo cabe el intento de realizar el análisis más frío posible sobre que se nos está ofreciendo. La palabra intento no resulta aquí gratuita ya que resulta realmente complicado discernir si se está asistiendo a una enorme tomadura de pelo o si, por el contrario, el realizador está verdaderamente convencido de que su atentado cinematográfico al buen gusto está siendo llevado a cabo de la mejor manera posible.
Claro que se podría argumentar que Luna Nueva no engaña a nadie ni lo pretende. La diferencia estriba en discernir que se entiende por honestidad. Si se trata de hacer caja de la forma más rápida, fácil y vulgar posible entonces sí, estamos ante el paradigma de la honradez. Ahora bien, si lo que se pretende es decir que se aspira a la captación del ideal romántico adolescente entonces se debiera abrir un debate sobre lo que es realmente el romanticismo.
Evidentemente el amor, la sensibilidad, no es una ciencia exacta. No hay un marco científico que defina como uno debe sentir correctamente estas cuestiones, y mucho menos, tratar de imponer un modelo al público adolescente al que va dirigido descaradamente el film. Precisamente ahí radica la falta más grave que se comete, el intento impositivo de lo que se supone debe ser el amor con el consecuente menoscabo y desprecio por sensibilidades e inteligencia ajenas. (sigue en spoiler)
La duda en torno a Luna Nueva queda presente. ¿Se podrá realizar con ella una película como mínimo decente? La respuesta a esta cuestión queda resuelta desde el primer plano ofrecido, desde la primera frase en off. Esta respuesta no es otra que un rotundo y soberano no.
Disipada pues esta cuestión sólo cabe el intento de realizar el análisis más frío posible sobre que se nos está ofreciendo. La palabra intento no resulta aquí gratuita ya que resulta realmente complicado discernir si se está asistiendo a una enorme tomadura de pelo o si, por el contrario, el realizador está verdaderamente convencido de que su atentado cinematográfico al buen gusto está siendo llevado a cabo de la mejor manera posible.
Claro que se podría argumentar que Luna Nueva no engaña a nadie ni lo pretende. La diferencia estriba en discernir que se entiende por honestidad. Si se trata de hacer caja de la forma más rápida, fácil y vulgar posible entonces sí, estamos ante el paradigma de la honradez. Ahora bien, si lo que se pretende es decir que se aspira a la captación del ideal romántico adolescente entonces se debiera abrir un debate sobre lo que es realmente el romanticismo.
Evidentemente el amor, la sensibilidad, no es una ciencia exacta. No hay un marco científico que defina como uno debe sentir correctamente estas cuestiones, y mucho menos, tratar de imponer un modelo al público adolescente al que va dirigido descaradamente el film. Precisamente ahí radica la falta más grave que se comete, el intento impositivo de lo que se supone debe ser el amor con el consecuente menoscabo y desprecio por sensibilidades e inteligencia ajenas. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Se podría hablar de confusión, de referentes erroneos, pero la repetición durante el film del mismo tipo de frases y actitudes nos traslada la idea de una intención apriorística. Tomemos un simple ejemplo: “Tú me lo das todo con el aire que respiras”. Una frase lógicamente bonita y sensible que podría funcionar perfectamente en un drama amoroso como Romeo y Julieta (obra a la que en vano se toma como referente). Ahora bien, ¿Qué sentido tiene expresarla en el marco de una conversación banal? ¿Se pretende que así consigamos entender el sustrato sensible del vampiro? ¿Para que sirvió entonces el primer film? El resultado de esto es que lejos de emocionar, la frase se convierta, lo mismo que el tono general de la película, en una suerte de banalización de lo sensible, una forma de degradar, corromper e incluso prostituir el propio concepto del amor, reduciéndolo al nivel de una novelucha de Danielle Steel.
Pero como no sólo de palabras vive el cineasta, no se duda en orquestar todo un aparato visual a su alrededor que en su búsqueda de la belleza acaba configurándose en una indigesta composición kitsch basada en un simplista juego de iluminación y colorido que trata infructuosamente de reflejar los estados anímicos de los personajes. Amén del hecho de que los protagonistas acaban por ser meras figuras de pasarela en dura pugna por conseguir ver quién es más apetecible. Para ello nada mejor que un continuo desfile de torsos desnudos y abdominales marcados, completados naturalmente con profesos i risibles ralentís para demostrar que detrás del macho-alfa también hay un corazón.
A pesar de todo, hay algo realmente positivo en Luna Nueva, y es que sin proponérselo se convierte en el primer film completamente interactivo con el patio de butacas. Si lo acontecido en pantalla no interesa, o sencillamente aburre (nada extraño dada la inacción argumental que atesora) no hay más que centrarse en la audiencia para hallar una absoluta diversión. Gritos y suspiros, admiración desesperada, lipotimias más o menos fingidas. Esta es la magia del cine, conseguir que una de las peores películas que uno ha visto este año trascienda la pantalla, como una versión perversa de La rosa púrpura del Cairo, y consiga el milagro de convertirse en un auténtico espectáculo, transformando el silencio de la sala en poco menos que un orgiástico paraíso de hormonas revolucionadas. Eso sí, la vergüenza ni está ni se la espera, si acaso sólo se asoma en su forma más cruel, la de la vergüenza ajena.
Pero como no sólo de palabras vive el cineasta, no se duda en orquestar todo un aparato visual a su alrededor que en su búsqueda de la belleza acaba configurándose en una indigesta composición kitsch basada en un simplista juego de iluminación y colorido que trata infructuosamente de reflejar los estados anímicos de los personajes. Amén del hecho de que los protagonistas acaban por ser meras figuras de pasarela en dura pugna por conseguir ver quién es más apetecible. Para ello nada mejor que un continuo desfile de torsos desnudos y abdominales marcados, completados naturalmente con profesos i risibles ralentís para demostrar que detrás del macho-alfa también hay un corazón.
A pesar de todo, hay algo realmente positivo en Luna Nueva, y es que sin proponérselo se convierte en el primer film completamente interactivo con el patio de butacas. Si lo acontecido en pantalla no interesa, o sencillamente aburre (nada extraño dada la inacción argumental que atesora) no hay más que centrarse en la audiencia para hallar una absoluta diversión. Gritos y suspiros, admiración desesperada, lipotimias más o menos fingidas. Esta es la magia del cine, conseguir que una de las peores películas que uno ha visto este año trascienda la pantalla, como una versión perversa de La rosa púrpura del Cairo, y consiga el milagro de convertirse en un auténtico espectáculo, transformando el silencio de la sala en poco menos que un orgiástico paraíso de hormonas revolucionadas. Eso sí, la vergüenza ni está ni se la espera, si acaso sólo se asoma en su forma más cruel, la de la vergüenza ajena.