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España España · Barcelona
Voto de LennyNero:
9
Bélico. Acción. Comedia Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos ("The Basterds") para atacar objetivos concretos. Los ... [+]
25 de septiembre de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte de la inmediatez. Esta podría una de las múltiples maneras de definir el cine. Un arte empeñado siempre en proyectarse hacia el futuro. Sea en su montaje, más o menos acelerado, o sea en sus planos, el cine pide movimiento, un constante juego interactivo entre pantalla y espectador donde este último siempre se interroga y demanda qué es lo que viene a continuación para que su interlocutor, la pantalla, la trama, la historia le de inmediata respuesta, sea satisfactoria o no. Luego están los rebeldes, como Bela Tärr, creando un cine de atmósferas ancladas en el presente, un cine de sensaciones más que de historias, un cine capaz de dejarte en plano fijo cuando la acción ya ha salido a un fuera de campo que sólo existe en nuestro imaginación. Un cine en definitiva, que busca el placer de la contemplación, de paladear y atrapar el instante como si ese futuro narrativo nunca fuera a llegar.

Sin embargo, con Malditos Bastardos, el Sr. (habrá que empezar a llamarle así) Quentin Tarantino se lanza a lo desconocido a través de una pirueta de innegable riesgo ofreciendo una película cuya misión es proyectarse en el pasado. No se trata solamente de trasladar el tempo de la acción al pasado, se trata de configurar un discurso basado en la realidad alternativa, un discurso que obligue constantemente a mirar atrás, a rebuscar en cada plano y fotograma todo su significado, todas sus metáforas, todas sus referencias. No se trata de avanzar en la historia, ni de congelar el plano, se trata de la búsqueda de un alquimista empeñado en convertir cada momento cinematográfico en una pequeña historia autoreferenciada del cine en sí mismo.

De la puerta de John Ford, al realismo poético de Renoir, pasando por la metáfora belicista de Samuel Fuller o Robert Aldrich o incluso momentos de comedia elegante a lo Lubitsch , Tarantino articula un film de transgresión genérica marcada por la perversidad de la subversión, un film donde el marco histórico, la guerra, el conflicto, es casi lo de menos, es un ruido de fondo, un decorado vacío que el cineasta rellena con una catarata de referencias cinéfilas. Jugando a una realidad alternativa, los protagonistas viven una ficción dentro de la propia ficción cinematográfica, un mundo en el que el realismo desaparece a favor de comportamientos claramente instrumentalizados por la mano del director. Es en este sentido más que un desafío metacinematográfico encontramos un juego de muñecas rusas invertido donde el mayor contenido está precisamente en los detalles más aparentemente nimios, un juego arriesgado y a la vez divertido por la paradoja que supone ser conscientes del delirio gran guiñolesco al que asistimos mientras, en pantalla, todo fluye con la naturalidad del que cree no ser observado. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LennyNero
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