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Voto de LennyNero:
9
7,8
157.283
Bélico. Acción. Comedia
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos ("The Basterds") para atacar objetivos concretos. Los ... [+]
25 de septiembre de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arte de la inmediatez. Esta podría una de las múltiples maneras de definir el cine. Un arte empeñado siempre en proyectarse hacia el futuro. Sea en su montaje, más o menos acelerado, o sea en sus planos, el cine pide movimiento, un constante juego interactivo entre pantalla y espectador donde este último siempre se interroga y demanda qué es lo que viene a continuación para que su interlocutor, la pantalla, la trama, la historia le de inmediata respuesta, sea satisfactoria o no. Luego están los rebeldes, como Bela Tärr, creando un cine de atmósferas ancladas en el presente, un cine de sensaciones más que de historias, un cine capaz de dejarte en plano fijo cuando la acción ya ha salido a un fuera de campo que sólo existe en nuestro imaginación. Un cine en definitiva, que busca el placer de la contemplación, de paladear y atrapar el instante como si ese futuro narrativo nunca fuera a llegar.
Sin embargo, con Malditos Bastardos, el Sr. (habrá que empezar a llamarle así) Quentin Tarantino se lanza a lo desconocido a través de una pirueta de innegable riesgo ofreciendo una película cuya misión es proyectarse en el pasado. No se trata solamente de trasladar el tempo de la acción al pasado, se trata de configurar un discurso basado en la realidad alternativa, un discurso que obligue constantemente a mirar atrás, a rebuscar en cada plano y fotograma todo su significado, todas sus metáforas, todas sus referencias. No se trata de avanzar en la historia, ni de congelar el plano, se trata de la búsqueda de un alquimista empeñado en convertir cada momento cinematográfico en una pequeña historia autoreferenciada del cine en sí mismo.
De la puerta de John Ford, al realismo poético de Renoir, pasando por la metáfora belicista de Samuel Fuller o Robert Aldrich o incluso momentos de comedia elegante a lo Lubitsch , Tarantino articula un film de transgresión genérica marcada por la perversidad de la subversión, un film donde el marco histórico, la guerra, el conflicto, es casi lo de menos, es un ruido de fondo, un decorado vacío que el cineasta rellena con una catarata de referencias cinéfilas. Jugando a una realidad alternativa, los protagonistas viven una ficción dentro de la propia ficción cinematográfica, un mundo en el que el realismo desaparece a favor de comportamientos claramente instrumentalizados por la mano del director. Es en este sentido más que un desafío metacinematográfico encontramos un juego de muñecas rusas invertido donde el mayor contenido está precisamente en los detalles más aparentemente nimios, un juego arriesgado y a la vez divertido por la paradoja que supone ser conscientes del delirio gran guiñolesco al que asistimos mientras, en pantalla, todo fluye con la naturalidad del que cree no ser observado. (sigue en spoiler)
Sin embargo, con Malditos Bastardos, el Sr. (habrá que empezar a llamarle así) Quentin Tarantino se lanza a lo desconocido a través de una pirueta de innegable riesgo ofreciendo una película cuya misión es proyectarse en el pasado. No se trata solamente de trasladar el tempo de la acción al pasado, se trata de configurar un discurso basado en la realidad alternativa, un discurso que obligue constantemente a mirar atrás, a rebuscar en cada plano y fotograma todo su significado, todas sus metáforas, todas sus referencias. No se trata de avanzar en la historia, ni de congelar el plano, se trata de la búsqueda de un alquimista empeñado en convertir cada momento cinematográfico en una pequeña historia autoreferenciada del cine en sí mismo.
De la puerta de John Ford, al realismo poético de Renoir, pasando por la metáfora belicista de Samuel Fuller o Robert Aldrich o incluso momentos de comedia elegante a lo Lubitsch , Tarantino articula un film de transgresión genérica marcada por la perversidad de la subversión, un film donde el marco histórico, la guerra, el conflicto, es casi lo de menos, es un ruido de fondo, un decorado vacío que el cineasta rellena con una catarata de referencias cinéfilas. Jugando a una realidad alternativa, los protagonistas viven una ficción dentro de la propia ficción cinematográfica, un mundo en el que el realismo desaparece a favor de comportamientos claramente instrumentalizados por la mano del director. Es en este sentido más que un desafío metacinematográfico encontramos un juego de muñecas rusas invertido donde el mayor contenido está precisamente en los detalles más aparentemente nimios, un juego arriesgado y a la vez divertido por la paradoja que supone ser conscientes del delirio gran guiñolesco al que asistimos mientras, en pantalla, todo fluye con la naturalidad del que cree no ser observado. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Con diálogos con claros ecos rohmerianos, este es un film muy concentrado en la importancia de lo que se dice por encima de lo que se hace, no en vano, y como ya pasaba en la injustamente denostada Death Proof, es el discurso propio de cada personaje lo que le da una personalidad coherente con su actitud. No por ello habría de calificar al film de muestra de belicismo de la inacción, puesto que las explosiones de violencia, marca de la casa del director, están presentes como siempre, sólo que en esta ocasión nunca suceden como factor inesperado sino como clímax estilizado de una tensión que se va acumulando a lo largo de las secuencias.
Se podría decir que Malditos Bastardos podría ser el Pulp Fiction de las hazañas bélicas, esos cómics pulp, claramente maniqueos y de trazo grueso a la hora de dibujar personajes. Así es el último film de Tarantino, una obra a la que no le importa trazar claramente barreras entre buenos y malos y donde el factor retributivo al mal es tan necesario que no importa cambiar la historia si es necesario. Nos hallamos ante un cineasta más maduro, más autoconsciente de la postmodernidad de su cine y que no duda en ofrecer un espectáculo destinado a mostrar que detrás de una cierta apariencia de frivolidad hay una auténtica enciclopedia cinematográfica dirigiendo. Pero quizás lo que marca la diferencia, lo que sitúa a Quentin Tarantino por encima de la medía de autores, es que con este film demuestra que filmar lo que a uno le gusta y como a uno le gusta no está reñido con buscar la complicidad del espectador. Un film pues que es un puñetazo encima de la mesa, una reivindicación autoral y a la vez un delirio pop, una gozada para dirigirla, una gozada para verla. Como dice el propio Brad Pitt “esta podría ser su obra maestra”.
Se podría decir que Malditos Bastardos podría ser el Pulp Fiction de las hazañas bélicas, esos cómics pulp, claramente maniqueos y de trazo grueso a la hora de dibujar personajes. Así es el último film de Tarantino, una obra a la que no le importa trazar claramente barreras entre buenos y malos y donde el factor retributivo al mal es tan necesario que no importa cambiar la historia si es necesario. Nos hallamos ante un cineasta más maduro, más autoconsciente de la postmodernidad de su cine y que no duda en ofrecer un espectáculo destinado a mostrar que detrás de una cierta apariencia de frivolidad hay una auténtica enciclopedia cinematográfica dirigiendo. Pero quizás lo que marca la diferencia, lo que sitúa a Quentin Tarantino por encima de la medía de autores, es que con este film demuestra que filmar lo que a uno le gusta y como a uno le gusta no está reñido con buscar la complicidad del espectador. Un film pues que es un puñetazo encima de la mesa, una reivindicación autoral y a la vez un delirio pop, una gozada para dirigirla, una gozada para verla. Como dice el propio Brad Pitt “esta podría ser su obra maestra”.