Sí, de pequeña se debe de calificar esta película del prolífico y ya veterano director finlandés Aki Kaurismaki. Pequeña pero entrañable y con bastantes aspectos a destacar.
Lo que primero destacaríamos sería la iluminación y ese cromatismo tan especial, sobre todo en las escenas nocturnas (una carácterística del autor). Son también muy carácterísticos la lentitud y el laconismo expresivo.
El film denuncia el trato a los inmigrantes en el país vecino, apoyándose en una historia sencilla, casi minimalista. En un barrio humilde del puerto francés viven muy humildemente, Marcel y su esposa. Marcel trabaja de limpiabotas, tratando de recaudar cada día unos pocos billetes que entrega a su mujer. El amor de la pareja es total. Por ellos no parece que han pasado los años.
La llegada fortuita al puerto, de un niño negro, procedente de Gabón, cambia la vida cotidiana del protagonista.
El resultado es un film simpático, inocente y entretenido donde no falta la tragedía ni la ironía.
Resultan especialmente divertidas la escena en la que Marcel engaña al director del centro de inmigrantes, las apariciones del vecino maniático, obsesionado con que el niño sea detenido y la figura de Little Boy. Surrealista es también la escena en el hospital en la que las visitantes leen unas páginas de Kafka.
Por otro lado, algunos de los mejores momentos del film son los protagonizados por el íntegro inspector de policía. Su filosofía es tratar muy duro a los delincuentes, pero no así a los inocentes como el niño negro.
La película, a pesar de su ambiente algo sórdido y decadente, rezuma (especialmente al final) un claro optimismo. El cerezo está en flor.