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México México · Ciudad de México
Voto de Patricio Escartín:
6
Romance. Fantástico Una joven pareja decide citarse en un bar tras coincidir varias veces por la calle. Pero, como en un cuento de hadas, víctimas de una extraña maldición, el día del encuentro ambos han transmutado su apariencia y son incapaces de reconocerse.
10 de enero de 2022
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? (2021) es una de las películas más mágicas del 2021. La dirección del georgiano Alexandre Koberidze, es en todo el sentido de la palabra, autoral, individual, personal, pues la película atraviesa varias capas de diseño estético-temático que responden a su búsqueda por transmitir algo mas allá de la pantalla.

El film, seleccionado en el Festival de Berlin de 2021, está muy estilizado, pero sin caer en un exceso, es decir, pese a sus planos casi pictóricos, nos encontramos ante un relato sencillo que goza de esa misma sencillez para trasmitir un sentimiento similar a la calma, a la paz y a la mas inocente de las contemplaciones: vemos lo que vemos no por el morbo inherente en sus imágenes (al estilo de Salò, 1975, por ejemplo) ni tampoco por su pronunciado dramatismo, sino que en la más pura de las formas del espectador, nos encontramos viendo lo que vemos como si fuéramos niños que imaginan un cuento.

Es verdad que en el mundo presentado por Koberidze, hay cierta ingenuidad que ignora los problemas del mundo, pero no es requisito del cine abordarlos en cada expresión fílmica, ahora si que como Michael Haneke dijo alguna vez: "Solo el cine comercial puede pretender resolver los problemas del ser humano en dos horas". ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? entiende esa limitante y comprende que el arte solo puede abrir paso a otras interrogantes, y es desde su posición de modestia que plantea una historia más similar a una fábula que a una novela, en donde dos enamorados se ven separados por un encantamiento que los llevará a conocerse sin saber que se trata del otro.

Por ello, la película es casi fantástica; estamos ante una Georgia (país que además de pequeño, es casi desconocido) en donde los perros ven el fútbol, el viento habla, hay males de ojo y encantamientos de amor y aún así, todo resulta tan natural y tan poético (entendiendo poético como analogía de la expresión estética sin intencionalidad netamente narrativa). Las imágenes caracterizadas por estar filmadas en "la hora mágica" hacen de la belleza visual de la película algo casi atemporal, como si casi siempre fuera un verano cálido, algo que además de cumplir con la belleza visual del film, crea una atmósfera única, como si se tratase de un pueblo capturado en el tiempo.

Si bien, es cierto que es de lo mejor del año, como detrimento, el ritmo lento y a veces, la falta de conflicto, puede ocasionar que uno como espectador pierda el foco de la historia y además, se genere como espectador cierta distancia emocional con sus dos protagonistas. De todas maneras, hablamos de una propuesta que por la naturaleza de sus postulados, será indudablemente aburrida para algunos, aunque bella para otros. Yo no la encontré tan fluida como el cine de Franco Piavoli, cineasta al que Koberidze se asemeja, pues en sus películas hay un retrato (semi-documental casi siempre) poético y naturalista, muy mediterráneo casi tan parecido como la propuesta del director georgiano, aunque ciertamente con mucho mejor ritmo y con mayor interés en lo que propone.

Al final, la belleza de esta película radica en su visión de las personas, de los niños, del pueblo como colectivo que se reúne a ver el fútbol, de la inocencia, de la rutina, de la simpleza de la vida. Por eso y más, vale la pena ver esta película, partícipe además, de una nueva ola de cine en uno de los países más pequeños pero no por eso menos interesantes de Europa.
Patricio Escartín
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