Es curioso que el director de Alien haya acabado filmando esta romanada. Lo cual me lleva a pensar que la labor de los directores de cine está excesivamente sobrevalorada. El cine es un ejercicio coral y quizá ése sea el único modo de entender que directores que han realizado cintas tan brillantes en el pasado se dediquen ahora a firmar boñigas del calibre de la que nos ocupa. Lo que pasa es que a los espectadores, que somos mortales y vanidosos, nos seduce mucho la eufonía de ciertos apellidos. Kubrick, Scott, Truffaut, guau, mola. El cine de kurosawa, la mirada de Rohmer, la poesía de Medem, ahí va ese Haneke, ponme una de Fassbinder sin hielo.

El caso es que al amigo Scott en esta peli los astros le dieron la espalda. El cúmulo de circunstancias felices que hicieron que una peli destinada a la serie B - como era Alien - adquiriera trazos de obra mayor, aquí no pueden detectarse. Muy al contrario. Esta película lo tenía todo a su favor y acabó convertida, por otro cúmulo de circunstancias, en un verdadero despropósito. Un guión pobre, un héroe sin aristas, una acción que devora con su hiperrealismo cualquier sutileza, una música torpemente épica, un espectáculo, en general, bastante adolescente y risible. Después de Matrix, ésta debe de ser la película más perniciosa que se ha filmado en la última década. Porque su estilo pomposo y su acción ultrarrealista y épicotontuna ha sido imitada hasta la saciedad.

Ve uno Alien y después ve uno esto y luego se imagina uno al xenomorfo en el espacio con la música de La Roca persiguiendo a la tripulación y a la Weaver exclamando: ni nombre es Ellen Ripley, comandante de la Nostromo, fiel servidora de la compañía minera, y alcanzaré mi venganza en esta película o en la secuela. Y un par de hobbits haciendo chistes.