Trae consigo un sabor agridulce en su intento de sumergirse en el vasto océano del género de monstruos marinos. La trama, aunque predecible, sigue la línea convencional de películas similares, donde un equipo de investigación se enfrenta a un inmenso megalodón y a una operación minera corrupta en las profundidades del mar. A pesar de su falta de innovación, la película logra mantener un ritmo constante, evitando caer en la monotonía y manteniendo la atención del espectador.

En cuanto a la actuación y los personajes, el elenco liderado por Jason Statham, aunque sólido, no destaca en particular. Statham encarna a un protagonista competente, pero el desarrollo de su personaje se ve limitado por su previsibilidad y falta de profundidad. Los personajes secundarios, atrapados en estereotipos, apenas dejan una huella en la trama, lo que reduce su impacto general.

La dirección de Wheatley se ajusta a la competencia, pero no presenta un giro creativo o innovador. La película se desenvuelve como una entrada genérica en el género de monstruos marinos, careciendo de elementos que puedan destacarla del resto.

Los efectos especiales son un punto brillante, especialmente en la representación del megalodón, cuya presencia resulta impresionantemente realista. Sin embargo, la película cae en el exceso, sobrecargando a momentos la trama con una profusión de efectos especiales, llevando al espectador al límite entre la inmersión y la desconexión, a veces recordando más a un videojuego que a una película.

Transita por un camino conocido dentro del género de los monstruos marinos. Aunque no innova, logra mantener cierto nivel de entretenimiento y emoción gracias a su ritmo constante y a los impresionantes efectos especiales. No obstante, la trama predecible y los personajes estereotipados limitan su impacto.